Cosas nuevas

En los años transcurridos desde su promulgación, el 15 de mayo de 1891, el Vaticano ha conmemorado los aniversarios notables de Rerum Novarum, del papa León XIII, la encíclica que
lanzó la moderna doctrina social católica. Los sucesivos papas han escrito encíclicas propias para marcar el 40 aniversario (Pío XI, respondiendo a la gran depresión, en 1931), el 70 aniversario (Juan XXIII en 1961) y el centenario (Juan Pablo II en 1991). Aunque no sea sorprendente que el 128 aniversario, este año, no haya merecido una nueva encíclica, es notable que una conferencia sobre inteligencia artificial y robótica tuvo lugar en el Vaticano los días 17 y 18 de mayo. Estos asuntos tal vez no sean los que muchas personas asocian con la doctrina social católica, pero probablemente fuesen la forma perfecta, aunque no pretendida, de celebrar la semana de aniversario.

Esto es porque la Iglesia, casi inconscientemente, ha adoptado en su memoria el modelo de León XIII sobre la mejor aproximación a las "nuevas cosas", una expresión que es una justa traducción del título de la encíclica. Una pregunta crucial siempre presente en la vida de la Iglesia es: "¿Cómo afrontamos los últimos desarrollos sociales sin convertirnos en reaccionarios ni perder la esencia del Evangelio?" León XIII tenía que tratar con la Revolución Industrial y las últimas décadas han visto un incremento exponencial de las novedades.

Aunque ejemplos hoy de esta novedad incluyen el cambio climático o la mayor aceptación de la comunidad LGTBIQ, el foco del Vaticano en la inteligencia artificial, la robótica y la emergente huella de las tecnologías digitales en general ayuda a articular lo que los buenos hábitos de Rerum Novarum implican y cómo guían la respuesta de la Iglesia.

Ante todo, a lo largo del s. XX quedó claro que las "cosas nuevas" de León XIII son también lo que Juan XXIII -el papa que convocó el Concilio Vaticano II- llamaba los "signos de los tiempos". Aplicando la verdad eterna a los retos de su tiempo, León proporcionó un modelo que Juan expandió sobre la forma en la que la Iglesia ha de aproximarse a su completa misión. Pero no solo amplió Juan los signos de los tiempos, desde el trabajo y el capital de León a una visión geopolítica de solidaridad y paz, también modeló más claramente que nadie la postura adecuada del Evangelio ante las cosas nuevas: profética, alegre, serena, no dada al miedo, confiada en que el Espíritu Santo nos guía.

Esta lección es importante porque hay muchas cosas en este mundo de la tecnología digital que parecen cualquier cosas menos serenas: el tono vicioso de los debates en los medios sociales, la difusión de desinformación, la proliferación de contenidos deshumanizadores y otras. Pero si la Iglesia lee estas cosas como signos de los tiempos, todo debe ser visto a través de unas lentes mayores. El conocimiento del mundo accesible a un clic puede ser utilizado para bien.

Incluso antes de Juan XXIII, los papas estaban afrontando de esa manera a  los nuevos medios de comunicación social. Pío XII dedicó una encíclica, Miranda Prorsus, al cine, la radio y la televisión en 1957. Y Pío XI incorporó directamente a la Iglesia al mundo mediático con la fundación de Radio Vaticana en 1931.

El último ejemplo nos muestra el segundo buen hábito de Rerum Novarum, que toda cosa nueva es también un campo de misión, una oportunidad para que el Evangelio penetre más profundamente en la cultura. Aquí llevamos viendo durante años que fieles católicos, sacerdotes e incluso obispos han seguido este ejemplo corriendo a evangelizar en el medio digital.

Donde se ha vuelto más complicado es a evangelizar no solo en medios digitales sino el medio mismo. León XIII no solo pretendía cubrir las necesidades espirituales de los trabajadores, también criticó las injusticias estructurales que les desangraban. Cada innovación sufre desde un punto ciego que el Evangelio puede ayudar a aliviar.

En un sentido, las preocupaciones originales de León se han mostrado tristemente duraderas. No solo la velocidad y estructura de Internet ha creado otra economía en la que los trabajadores se encuentran atrapados en los engranajes de una máquina (después del sínodo del Amazonas, hablemos de la necesidad de un sínodo de Amazon), sino que los consumidores tienen poca opción sino aceptarlo también. Un Rerum Novarum del futuro próximo podría ser una respuesta a un modelo de negocio en el que la persona humana se ve cosificada por la venta y reparto de datos personales. Este proceso, oculto a la vista de la mayoría de nosotros y enterrado en el lenguaje de acuerdos de usuario y códigos sobre cookies, se desarrolla a una escala masiva y con consecuencias imprevisibles.

En los tiempos de León XIII y ahora, la evangelización de los sistemas se guía por la pregunta: "¿Este sistema tiene en su centro a la dignidad de la persona humana?" Pero la enseñanza del papa Francisco va incluso más allá, apuntando a lo que podríamos llamar una opción preferencial por las periferias. No solo esto recuerda auténticamente la decisión de León de poner a la Iglesia al lado de los trabajadores, también se remonta a Mateo 25 y a Jesús mismo identificándose con los marginales.

Cada "cosa nueva" es una oportunidad para poner este principio en práctica, como se puede ver en la
respuesta de la Iglesia a la contaminación ambiental y al cambio climático, citando continuamente a los más pobres de entre los pobres del mundo, los que menos contribuyen a estos problemas y sin embargo los que ven sus casas más afectadas.

De forma similar, la Iglesia se aproxima a la novedad del mundo digital con preguntas por las personas que no tienen acceso a las oportunidades que proporciona internet, de aquellos cuyos trabajos son los primeros amenazados por la automatización de la inteligencia artificial.

Esto proporciona otra poderosa pregunta para el discernimiento. Cuando una "cosa nueva" emerge, ¿se identifica con los poderosos (grandes compañías tecnológicas, oligarcas y autoritarios) o con el pueblo que se ha encontrado tradicionalmente en las periferias?

El Cardenal Joseph Tobin de Newark, Nueva Jersey, apunta que la apertura a las voces marginadas produce "conversión, particularmente conversión de las actitudes y comportamientos que deshumanizan a los demás". Los signos del siglo XXI - en la tecnología digital o en cualquier otro ámbito- indican que la Iglesia verdaderamente no puede permitirse poner más deshumanización sobre la mesa.

Afortunadamente, desde el liderazgo visionario de León XIII hasta Francisco, los católicos tenemos 128 años de buenos hábitos sobre cómo aplicar el Evangelio a los retos de nuestro tiempo. Es algo que podemos hacer incluso más fielmente, si tenemos el coraje de confiar en que Jesús sigue aquí, no solo entre los "pequeños", sino también entre lo "nuevo".

Por Don Clemmer. Traducido del National Catholic Reporter

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