Acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes
Discurso del papa Francisco durante su visita a Marruecos
Queridos amigos:
Agradezco
a Mons. Santiago sus palabras de bienvenida y el compromiso de la
Iglesia en favor de los migrantes. También agradezco a Jackson por su
testimonio, y a todos vosotros, migrantes y miembros de las asociaciones
que están a su servicio, que habéis venido aquí esta tarde para estar
juntos, para fortalecer los lazos entre nosotros y que sigamos
comprometiéndonos en asegurar condiciones de vida dignas para todos.
Todos
estamos llamados a responder a los numerosos desafíos planteados por
las migraciones contemporáneas, con generosidad, diligencia, sabiduría y
amplitud de miras, cada uno según sus propias posibilidades (cf.
Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2018).
Hace
algunos meses tuvo lugar aquí en Marruecos la Conferencia
Intergubernamental de Marrakech, que ratificó la adopción del Pacto
Mundial para una migración segura, ordenada y regular. «El Pacto sobre
migración representa un importante paso adelante para la comunidad
internacional que, por primera vez a nivel multilateral y en el ámbito
de las Naciones Unidas, aborda el tema en un documento relevante»
(Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa
Sede, 7 enero 2019).
Este
Pacto nos permite reconocer y tomar conciencia de que «no se trata solo
de migrantes» (cf. Tema de la Jornada Mundial del Migrante y del
Refugiado 2019), como si sus vidas fueran una realidad extraña o
marginal que no tuviera nada que ver con el resto de la sociedad. Como
si su condición de personas con derechos permaneciera “suspendida”
debido a su situación actual; «en efecto, un migrante no es más humano o
menos humano, en función de su ubicación a un lado o a otro de una
frontera».
Lo
que está en juego es el rostro que queremos darnos como sociedad y el
valor de cada vida. Se han dado muchos pasos positivos en diferentes
ámbitos, especialmente en las sociedades desarrolladas, pero no podemos
olvidar que el progreso de nuestros pueblos no puede medirse solo por el
desarrollo tecnológico o económico. Este depende sobre todo de la
capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta y que con su
mirada estigmatiza y depone a todos los falsos ídolos que hipotecan y
esclavizan la vida, ídolos que prometen una aparente y fugaz felicidad,
construida al margen de la realidad y del sufrimiento de los demás.
¡Qué
desierta e inhóspita se vuelve una ciudad cuando pierde la capacidad de
compasión! Una sociedad sin corazón... una madre estéril. Vosotros no
estáis marginados, estáis en el centro del corazón de la Iglesia.
He querido ofrecer cuatro verbos —acoger, proteger, promover e integrar— para que quien quiera ayudar a hacer esta alianza más concreta y real pueda involucrarse con sabiduría en vez de permanecer en silencio, ayudar en lugar de aislar, construir en vez de abandonar.
Queridos
amigos, me gustaría insistir sobre la importancia de estos cuatro
verbos. Forman como un marco de referencia para todos. De hecho, en este
compromiso estamos todos implicados —de diferentes maneras, pero todos
implicados—, y todos somos necesarios para garantizar una vida más
digna, segura y solidaria. Me gusta pensar que el primer voluntario,
asistente, socorrista y amigo de un migrante es otro migrante que conoce
en primera persona el sufrimiento del camino. No se puede pensar en
estrategias a gran escala, capaces de dar dignidad, limitándose solo a
acciones de asistencia al migrante. Son indispensables, pero
insuficientes. Es necesario que vosotros, migrantes, os sintáis como los
primeros protagonistas y ejecutores en todo este proceso.
Estos
cuatro verbos pueden ayudar a crear alianzas capaces de recuperar
espacios donde acoger, proteger, promover e integrar. En definitiva,
espacios para dar dignidad. «Considerando el escenario actual, acoger
significa, ante todo, ampliar las posibilidades para que los emigrantes y
refugiados puedan entrar de modo seguro y legal en los países de
destino» (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
2018). De hecho, la ampliación de los canales migratorios regulares es
uno de los principales objetivos del Pacto Mundial. Este compromiso
común es necesario para no otorgar nuevos espacios a los “mercaderes de
carne humana” que especulan con los sueños y las necesidades de los
migrantes. Y hasta que este compromiso no se realice plenamente, habrá
que afrontar la realidad apremiante de los flujos irregulares con
justicia, solidaridad y misericordia.
Las
formas de expulsión colectiva, que no permiten un manejo correcto de
los casos particulares, no pueden ser aceptadas. Por otro lado, los
caminos extraordinarios de regularización, especialmente en el caso de
las familias y de los menores, han de ser alentados y simplificados.
Proteger quiere decir que se garantice la defensa «de los derechos y de
la dignidad de los emigrantes y refugiados, independientemente de su
estatus migratorio» (ibíd.). En lo que concierne a la realidad de esta
región, la protección se debe asegurar ante todo a lo largo de las rutas
migratorias que, lamentablemente, son a menudo escenarios de violencia,
explotación y abusos de todo tipo.
Aquí
también es necesario prestar especial atención a los migrantes en
situación de gran vulnerabilidad, a los numerosos menores no acompañados
y a las mujeres. Es esencial poder garantizar a todos una asistencia
médica, psicológica y social adecuada con el propósito de devolver la
dignidad a quienes la han perdido en el camino, como hacen con
dedicación los trabajadores de esta estructura. Y hay algunos entre
vosotros que pueden testimoniar lo importante que son estos servicios de
protección, para dar esperanza durante el tiempo de permanencia en los
países que los han acogido.
Promover
significa garantizar a todos, migrantes y locales, la posibilidad de
encontrar un ambiente seguro que les permita realizarse integralmente.
Esta promoción comienza reconociendo que ninguno es un desecho humano,
sino que es portador de una riqueza personal, cultural y profesional que
puede aportar mucho ahí donde se encuentra. Las sociedades de acogida
se enriquecerán si saben valorizar adecuadamente la aportación de los
migrantes, evitando todo tipo de discriminación y cualquier sentimiento
xenófobo. Debe fomentarse vivamente el aprendizaje de la lengua local
como vehículo esencial de comunicación intercultural, así como toda
forma positiva de responsabilizar a los migrantes respecto a la sociedad
que los acoge, aprendiendo a respetar las personas y las relaciones
sociales, las leyes y la cultura, para que así ofrezcan una mejor
aportación al desarrollo humano integral de todos.
Pero
no nos olvidemos que la promoción humana de los migrantes y sus
familias empieza ya desde
sus comunidades de origen, donde se debe
garantizar, junto al derecho a emigrar, también el de no estar obligados
a emigrar, es decir, el derecho a encontrar en la propia patria las
condiciones que permitan una vida digna. Aprecio y aliento los esfuerzos
de los programas de cooperación internacional y de desarrollo
transnacional desvinculados de intereses parciales, que tienen a los
migrantes como protagonistas principales (cf. Discurso a los
participantes en el foro internacional sobre "migración y paz", 21
febrero 2017).Integrar quiere decir comprometerse en un proceso que valorice tanto el patrimonio cultural de la comunidad receptora como el de los migrantes, construyendo así una sociedad intercultural y abierta. Sabemos que no es nada fácil entrar en una cultura que nos es ajena —ya sea para quienes llegan como para quien acoge—, ponernos en el lugar de personas tan diferentes a nosotros, comprender sus pensamientos y experiencias. Así, a menudo renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos (cf. Homilía en la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 14 enero 2018). Integrar requiere, por consiguiente, no dejarse condicionar por los miedos y la ignorancia.
Este es un camino que hemos de recorrer juntos, como verdaderos compañeros de viaje, que involucra a todos, migrantes y locales, en la construcción de ciudades acogedoras, plurales y atentas a los procesos interculturales, ciudades capaces de valorizar la riqueza de las diferencias en el encuentro con el otro. Y también en este caso, muchos de vosotros podéis manifestar personalmente la necesidad de un compromiso como este.
Queridos
amigos migrantes: la Iglesia reconoce los sufrimientos que afligen
vuestro camino y padece con vosotros. Ella desea recordar, acercándose a
vuestra situación particular, que Dios quiere que todos tengamos vida.
También quiere estar a vuestro lado para construir con vosotros lo que
sea mejor para vuestra vida. Porque todo hombre tiene derecho a la vida,
todo hombre tiene derecho a soñar y a poder encontrar el lugar que le
corresponde en nuestra “casa común”. Toda persona tiene derecho al
futuro.
Asimismo,
quisiera expresar mi gratitud a todas las personas que se han puesto al
servicio de los migrantes y refugiados en todo el mundo, y hoy de
manera especial a vosotros, miembros de Caritas que, en nombre de toda
la Iglesia, tenéis el honor de manifestar el amor misericordioso de Dios
a tantas hermanas y hermanos nuestros, así como también a todos los
miembros de las demás asociaciones vinculadas. Vosotros bien sabéis y
experimentáis que para el cristiano “no se trata solo de migrantes”,
sino de Cristo mismo que llama a nuestra puerta.
Que
el Señor, que durante su vida terrenal vivió en carne propia el
sufrimiento del exilio, bendiga a cada uno de vosotros, os dé la fuerza
necesaria para no desanimaros y para ser unos con otros “puerto seguro”
de acogida.
Muchas gracias.
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