Sobre las suaves plumas del águila
Lo halló en una tierra desierta,
en la soledad rugiente del desierto.
Lo abrazó y cuidó de él.
Lo guardó como a las niñas de sus ojos.
en la soledad rugiente del desierto.
Lo abrazó y cuidó de él.
Lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila que incita a su nidada
y revolotea sobre sus polluelos,
así desplegó él sus alas y los tomó,
llevándolos sobre sus plumas.
Sólo el Señor los guiaba,
no había con él ningún Dios extraño (Dt 32,10-12).
Os invito a hacer esa experiencia. Es todo un reto a la mente
occidental y al activismo que desarrolla
creyendo que esa mente y sus
proyectos son lo correcto. Las personas que intentamos hacer silencio,
“sabemos” con lo que significa de sabiduría el término saber, que en las
cosas de la interioridad lo importante es dejarse conducir.
Con el tiempo voy entendiendo que la meta misma es el camino. Como en
las películas, cuando se solucionan los problemas o el malo muere, se
termina, porque la vida, la trama, la historia se escribe mientras
caminamos.
Hacer experiencia de “ser conducida” y acoger ese proceso es un
regalo del Espíritu, de nuestra Ruah. Nuestra vida, casi siempre rodeada
de dificultades de diversa índole, adquiere una dimensión cuántica si
tiene el esqueleto firme de la experiencia de Dios o de una sabiduría
interior adquirida, como el buen vino, en la bodega oscura de la
interioridad, dejando pasar tiempo que parece muerto pero que al final,
ese tiempo muerto es el que determina la calidad del “caldo”.
Una de las imágenes bíblicas más potentes por su sencillez y ternura y
más antiguas es la de Dios comparado con un águila que conduce a sus
polluelos sobre sus alas.
En distintos textos la Palabra nos aproxima a una imagen materna, el
águila que conduce a sus polluelos sobre sus plumas y para enseñarles a
volar desciende de vez en cuando, para que ellos ejerciten todas sus
capacidades, sin embargo, ella, el águila planea vigilante debajo de los
pequeños, como brazos siempre abiertos para acogerles y conducirles.
Hacer experiencia de un Dios así permite asumir riesgos, intemperies,
fracasos aparentes, porque sabes, vives, que te conducen sobre alas y
cuando te sientes caer, de pronto haces pie sobre las suaves plumas de
“ama” águila, que de nuevo te recoge y te conduce y reconduce donde se
te invita a ir, en su nombre.
Simple, precioso, pero maravillosamente difícil. Muchos “aterrizan”
de emergencia cuando sienten que están “en el aire”, otros ya saben que
este es el momento de más amor de parte de madre-águila-Dios, es el
momento en que confiando plenamente en tus capacidades se retira para
que tú despliegues tus alas y tu potencial. Eso sí, solo es posible ese
despliegue cuando sabes que ama-águila planea debajo de ti y dará su
vida antes que dejarte “en el aire”.
Por ahí va el compromiso solidario profundo, el minimalismo y la
intemperie; el compromiso ecológico y humanitario… posible sí, y eficaz,
si primero te atreves a dejarte conducir sobre sus alas, porque desde
ahí se adquiere la perspectiva real que hace posible asumir riesgos para
que la humanidad y madre tierra, en riesgo, con sus águilas y sus
tormentas de nieve, sus ríos y mares, sus azules intensos y amarillos
siga siendo humanidad, pero mejor sin riesgos.
Te invito a montarte sobre ama-águila y dejarle que te pasee por tu
historia y por el planeta sobre sus alas. Mira, siente, observa, déjate
conducir y descubrirás los paisajes interiores y panorámicos que nunca
descubrirás si sólo conduces tú.
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