Así responde la Iglesia a la violencia (II)

Lydia Collado es una hermana Religiosa del Sagrado Corazón que sirve en Samar del Norte, Filipinas. Es la directora de programas y superior de la Fundación Instituto del Sagrado Corazón para la Educación Transformadora, que realiza trabajo pastoral y universitario, dirige una guardería y la granja de Sophie, una granja ecológica.

"Nuestro Gobierno filipino ha comenzado una guerra contra las drogas que ha causado violencia de todas las clases, vinculada con las drogas o no.

Nos hemos visto abatidos por esta violencia en todo el país, en ciudades grandes y pequeñas, urbanas y rurales, especiamente entre personas pobres. 

La violencia, la guerra y el crimen crean más pobreza, que alimenta más actividades ilegales, facilitada por el mal uso del poder, la falta de educación y de participación de aquellos que podrían ayudar y el miedo y la ignorancia de aquellos que no saben cómo ayudar. Es complicado, pero algunas respuestas e iniciativas de ciudadanos preocupados son posibles.

En nuestra congregación, las Religiosas del Sagrado Corazón, hemos llegado a un acuerdo en torno a algunas respuestas: rezar juntas, unirnos en la defensa y manifestarnos contra los crímenes y la injusticia, organizar programas de formación y de educación para capacitar a otros para que participen en el proceso.

Nuestro ministerio, la Fundación Instituto del Sagrado Corazón para la Educación Transformadora, ofreció un programa de tres años, "Paz y educación política", que comenzó en 2016. Fue un seminario de cuatro días en Samar del Norte, uno de los distritos más pobres de Filipinas, donde los encuentros entre los militares y los grupos rebeldes han provocado la muerte de civiles inocentes.

Sesenta participantes del gobierno, el ejército, las fuerzas del orden, de las iglesias, la educación y la sociedad civil asistieron al programa participativo, reflexivo y orante sobre cómo conducir "educación política y para la paz" en sus respectivas comunidades, utilizando módulos de formación creados por la fundación y voluntarios laicos. Al final de las charlas, había mucha esperanza en que las medidas anticorrupción podrían reducir la pobreza, la causa en la raíz de tantos conflictos, y la ignorancia que dice que matar está bien.

También utilizamos las encíclicas sociales de la Iglesia, especialmente aquellas sobre el respeto a los derechos humanos, y lecciones sobre la no-violencia activa para comprometer a la gente en procesos comunitarios para educar y proteger a sus miembros. Las charlas terminaron con una concienciación más profunda de que la participación y la acción colectiva puede tener éxito en parar los crímenes y la violencia.

Mientras rezábamos y reflexionábamos, nos dimos cuenta de que también tendríamos que tratar con nuestra propia violencia y que el proceso de paz habría de comenzar por nosotras mismas. La paz, la buena ciudadanía, la no-violencia activa, alimentar y defender la vida deben comenzar por mí".

Amy Hereford es una Hermana de San José de Carondolet, procedente de San Luis. Su pasado incluye la enseñanza, la comunidad, la dirección y la administración. Como autor, teóloga y abogada civil y canónica, asesora a comunidades religiosas y organizaciones caritativas de todo el mundo, resolviendo las preocupaciones técnicas de las comunidades religiosas y explorando la naturaleza evolutiva de la vida religiosa.

"Crecí a cinco millas de Fergusson, en Missouri, que se hizo tristemente famoso en todo el mundo
como el lugar en el que en 2014 la policía disparó a Michael Brown, un adolescente negro desarmado. Marcada ya por una larga historia de tensiones raciales, San Luis estalló en protestas en las que la gente expresó su ira y su frustración tras otro disparo policial contra otro afroamericano desarmado.

Y nació el movimiento Black Lives Matter, construido sobre años de organización comunitaria.

He vivido en San Luis gran parte de mi vida y muchas hermanas de mi comunidad han trabajado con la comunidad negra y con otras comunidades de color. Sin embargo, tengo que reconocer que durante demasiado tiempo he sido cómplice en el pecado original de nuestro país, el pecado del racismo. Está en el aire que respiramos y en el agua que bebemos. Es tan natural a nosotros como nuestra piel, la piel blanca que nos da el privilegio de pensar en la raza cuándo y dónde queremos. Y es tiempo de cambiar.

Sigo uniéndome a las protestas organizadas por Black Lives Matter. Sigo ayudando a comunidades de inmigrantes que son cada vez más vulnerables en el actual clima político. Sigo leyendo y rezando y reflexionando sobre mi propia complicidad en el racismo sistemático. Sigo intentando arrancar las semillas del racismo de mi propio corazón, en mis propios círculos, entre mis hermanas y en nuestros ministerios. Es un camino largo, muy largo. 

Y es el camino que ya ha sido recorrido durante siglos por las gentes de color con su lucha con valentía y dignidad contra los increíbles obstáculos que en su sendero ha puesto el racismo en todas sus formas. En todo este camino, llamo a mi vocación como Hermana de San José, llamada a la "amabilidad, la paz y la alegría".

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