Abrazar lo real

El teatro de T.S. Elliot sobre el martirio de San Tomás Becket, "Asesinato en la catedral" fue representado por primera vez en 1935. Caballeros armados con espadas enviados por el rey Enrique II aguardan a las puertas de la catedral para asesinarle. Sin embargo el arzobispo Becket parece sugerir que incluso esta atrocidad violenta y sacrílega se desvanecerá en la memoria simplemente porque "la humanidad no puede soportar mucha realidad".

Qué frase tan reveladora la que T.S. Elliot puso en la boca de Becket. Tal vez describe nuestro mundo moderno incluso mejor que el de aquel arzobispo del siglo XII. "La humanidad no puede soportar mucha realidad".

Tenemos una forma ignorada de apartarnos de aquellas partes de nuestras vidas que parecen demasiado difíciles de soportar. Simplemente nos negamos a considerarlas. Buscamos distracciones para removerlas de nuestras conciencias.

Vivimos en un mundo caído, imperfecto, uno que a menudo nos amenaza, incluso nos hiere. Es comprensible que "no podamos soportar mucha realidad". Y sin embargo, sabemos por experiencia que ignorar la realidad nunca es un camino de crecimiento.

Lo que es todavía peor, en la debilidad y el miedo de nuestras vidas personales, a menudo nos dedicamos a ensoñaciones propias en vez de a afrontar lo real. Y no es esa una mala manera de describir el pecado. Todos y cada uno de los pecados, cada uno a su manera, son una negación de la Verdad. Citando de nuevo al arzobispo de Elliot:

Todas las cosas se convierten en menos reales, el hombre pasa
de la falta de realidad a la falta de realidad.
Este hombre es obstinado, ciego, dirigido
a su autodestrucción.

De desilusión en desilusión,
de grandeur en grandeur hasta el engaño definitivo. 
Perdido en la contemplación de su propia grandeza.
Enemigo de la sociedad, enemigo de sí mismo.

Todavía peor, afrontar la realidad es cada vez más difícil. Vivimos con más realidad que cualquier generación previa, incluso que la de Elliot, y ciertamente mucha más que la del arzobispo medieval. Estamos muy conectados al entero mundo que nos rodea, aunque hemos aprendido a situarnos seleccionando fuentes de información que ya se conforman a nuestra comprensión del mundo. Irónicamente, lo que podemos conocer sobre la realidad nunca ha sido mayor, pero lo que elegimos saber parece reducirse. Negar la realidad es abrazar la ensoñación.

Intentemos mirar a la verdad a la cara. ¿Qué podemos decir de la realidad? Ante todo, que si el mundo real no tuviese partes oscuras y podridas, sería el paraíso. En segundo lugar, si este mundo fuese solo dolor sin pausa ni esperanza sería el infierno. La realidad de todos está en algún lugar intermedio. Este es el mundo en el que nos encontramos, en el que nos mostramos ante Dios, su creador y sustentador.

Si hemos llamado al penado la ensoñación que no nos permite afrontar lo real, entonces llamemos gracia de Dios a la fuerza necesaria para afrontar lo real. Cuando la gracia entra en el mundo, entonces toca nuestras vidas, los miedos y las mentiras son reemplazadas por la aceptación y la esperanza. Siempre que pretendemos dar fruto, cualquiera que sea el suelo en el que nos encontremos, hemos sido tocados por la gracia.

Es verdad, tristemente, que la realidad puede ser dura y devastadora. Pero si estamos decididos a buscar cualquier bien, cualquier amor, cualquier verdad y belleza que podamos encontrar en este momento, en este lugar, entonces, con la ayuda de Dios, habremos abrazado lo real. Esta voluntad dará fruto -y no solo en la vida por venir-. Incluso hoy, vivir en lo real, rechazar las falsas ilusiones es dirigirnos hacia el crecimiento personal y hacia Dios.

La mayor parte de nosotros fuimos bautizados como bebés, forzados a la realidad de la vida. El bautismo comienza a dar fruto cuando en el silencio de la madurez abrazamos, aceptamos y habemos fructífero el mundo real que afrontamos. En el bautismo, elegimos rechazar a Satanás, sus obras y sus promesas vacías. En cambio, elegimos vivir y dar fruto en el mundo real, en el de Dios.

Todo lo que sigue al bautismo es la lucha de cada día para prepararnos a lo que debe venir. Algunos dejan de dar fruto al primer soplo de aire. Otros no. Una forma de reconocer a un santo es encontrar fruto donde nadie lo habría esperado.

"La humanidad nunca puede soportar mucha realidad". Y sin embargo la vida conduce a la muerte y el bautismo nos llama al más allá. Deberíamos tener siempre presente en nuestras vidas estas dos realidades. "La muerte tiene cien manos y camina por mil senderos". Como dijo el arzobispo,

"Toda mi vida he estado caminando, estos pies. Toda mi vida he esperado. La muerte vendrá solo cuando me lo merezca. Y si me lo merezco, no hay peligro".

Por Terrance Klein. Traducido de America Magazine

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