Un cuento de Navidad

A veces el significado de una historia se vuelve más claro cuando lo comparas con otra. Aviso. Si encuentras los relatos navideños demasiado buenos para ser verdad, vas a tener un problema con el relato breve de Willa Carther, "La Navidad del ladrón".

Es nochebuena en Chicago y un vagabundo, que se hace llamar Crawford, tiene pocas razones para creer en sí mismo. Como le dice a otro pordiosero, después de que ambos se hayan vistos salpicados por nieve embarrada, se siente irritado. "El viento está virulento esta noche. Si hubiese tenido algo que comer no me importaría tanto. Simplemente no hay remedio. Estoy mal de todo. Parece que no hay otra salida que el lago".

Ellos se separan, el más mayor esperando que su joven compañero no esté tan desesperado que se tire al lago Michigan. Crawford no se ahoga. En cambio, se exige honestidad consigo mismo.

Mientras permanecía allí, bajo la luz de la calle, se representó su relación con el mundo y decidió que le había tratado cómo se merecía. Habia pensado en ello con demasiada frecuencia. Hubo un día en el que pensaba de otra manera, creía haber sido tratado injustamente, que su fallo era simplemente la falta de un ajuste apropiado entre él y otros hombres, que algún día se le reconocería y todo se arreglaría. Pero ahora comprendía la realidad mejor y todavía era lo suficientemente hombre como para no guardar rencor a nadie -hombre o mujer-.

Crawford está desesperadamente hambriento esta noche y, entre todas las noches, es su cumpleaños. Ahora tiene 24 años y recuerda las fiestas que su madre le montaba. Toda la comida y las esperanzas de futuro. Pero hace mucho que la esperanza se perdió y lo único que le queda es hambre.

A pesar de todos sus apuros, jamás había robado nada, su ética estaba por encima de eso. Pero esta era la noche en la que ya no habría un mañana. Bueno. Ya había fallado en todo lo demás, ahora vería cuales eran sus posibilidades como ladrón común.

Una chica joven, con las manos llenas de paquetes, intenta atravesar la nieve y cruzar la calle. No se da cuenta cuando se le cae una de las bolsas. Un antiguo código de conducta todavía determina la respuesta del joven hombre. En lugar de robar la bolsa, la recogió y se dirigió a la mujer. "Perdona, creo que se te ha caído algo".

Incluso el hurto insignificante no le resulta fácil de asimilar, pero cuando ve que un coche llega a una casa elegante y que sus pasajeros pasan por una puerta que dejan abierta, corre hacia las puertas abiertas y sube las escaleras para encontrar una segunda planta desierta.

Sus instintos han funcionado bien: joyas, un reloj de señora y un par de pulseras anticuadas, parece recordar vagamente haber visto pulseras como aquellas antes, en algún lugar.

Entonces, la puerta se abrió y una mujer apareció en la puerta, frente a él. Era una mujer alta, con el pelo blanco, en vestido de noche. La luz de la habitación caía sobre el ladrón, pero ella no mostraba ningún miedo. Permaneció mirándole por un momento y entonces corrió hacia él.

"¡Willie, Willie, eres tú!".

Él luchó para impedir el abrazo de la mujer, para alejar sus labios de su mejilla. "¡Madre! No puede
ser. No comprendes. ¡Oh, Dios mío, esto es lo peor que podría pasar!". El hambre, la debilidad, el frío, la verguenza, todo se le junto y le hizo perder completamente el autocontrol. Físicamente estaba demasiado débil para soportar un shock como este. ¿Por qué no podía haber sido una "pillada" normal, la llamada a la policía, la detención, la cárcel y todo lo demás? ¡Cualquier cosa menos esto! Rompió a sollozar sin lágrimas. De nuevo intentó separarse.

"¿Quién me va a decir que no dé un beso a mi hijo? Mi niño, ¡hemos esperado tanto para esto! Has tardado tanto en volver, incluso yo casi había perdido la esperanza".

Ya te advertí que a la historia le falta credibilidad. En Nochebuena, un desesperado pero hasta entonces ético vagabundo de 24 años cae por fin en el crimen, solo para descubrir que está robando a su propia familia. El trabajo de su padre les había llevado a Chicago, pero, como le explica su madre, "Estaba encantada cuando vinimos. Pensaba que te habías ido hacia el oeste. Parecía que me acercaba a ti viniendo aquí".

En la vida real, esto no sucede. No te pasas al mal, robas a tus propios padres, solo para tener a tu madre perdonándote y dándote la bienvenida a casa. William le dice a su madre que es un ladrón común. Ella responde:

"Pero, mi chico, esas son palabras feas. ¿Cómo puede alguien robar en su propia casa? ¿Cómo podrías robar lo que ya es tuyo? Todo esto es tuyo, hijo mío, tan tuyo como mi amor y no dudas de mi amor, ¿verdad, Willie?".

La adaptación por Carther del relato del hijo pródigo es simplemente la historia de Navidad. Estamos llamados a reconocer algo de nosotros mismos en este cuento de navidad. Con arrogancia y orgullo, nos hemos ido cada uno por nuestro lado, dispuestos a demostrar al mundo el brillante talento que tiene en nosotros. Todos somos pródigos, que robaríamos a nuestros propios padres, exigiendo que si hay un Dios deberíamos ser nosotros y que deberíamos tener lo que quisiéramos en el mundo.

Es solo cuando de verdad nos reconocemos como pródigos que podemos reconocer el don de amor que se nos ha dado en Belén. La historia de la Navidad no va de otro bebé que nace en la pobreza. Tristemente, eso ha ocurrido muchas más veces de las que pueden ser contadas. No, el Hijo de Dios, el Amor de Dios manifestado en la carne de un bebé, ha venido a morar entre nosotros. Hemos robado el mundo que Dios creó para utilizarlo en nuestro propio provecho. El Hijo de Dios ha respondido entrando en el mundo como una de nuestras innumerables víctimas humildes.

Ha venido entre nosotros para enseñarnos, para curarnos, para sufrir y morir por nosotros. Podemos seguir robando este mundo y nuestros corazones o podemos caer enamorados de este bebé. Si, sencillamente, caemos en el amor, todo irá bien. Este es el significado de la Navidad. Sí, parece demasiado bueno para ser verdad.

Este es el cierre de Willa Cather, en el que la Navidad reduce el mal a nada más que un mal sueño:

Él lanzó un largo suspiro de rico contenido. La vida vieja, con toda su acidez y sus antagonismos inútiles y sus endebles sofismas, sus breves placeres, siempre oscurecidos por el miedo y la desconfianza, ese mundo de Bohemia miserable, fútil, estafador parecía inconmensurablemente distante y lejano, como un sueño cuando nos hemos despertado. Y mientras las campanadas sonaban alegremente fuera y el sueño presionaba sus párpados intentando cerrarlos, se preguntó si el Autor de este pequeño y triste misterio que es nuestra vida no podría encontrarle solución después de todo, si el Alfarero no podría finalmente repartir toda su justicia, como nadie más podría hacerlo, entre sus piezas de barro, que están hechas en Sus propias formas, débiles o fuertes, para Sus propios fines, y si algún día no nos despertaremos y descubriremos que todo el mal es un sueño, una distorsión mental que pasará cuando rompa el amanecer.

Por Terrance Klein. Traducido de America Magazine

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