Un Dios ateo

Todos estamos ocupados, preparándonos para la Navidad. ¿Alguna vez te has preguntado cómo serían las preparaciones para la primera navidad en el cielo? Tenemos incontables representaciones de la navidad, pero las imágenes de la Trinidad que van más allá de tréboles y figuras geométricas habitualmente representan a un hombre viejo, a otro joven (tal vez en una cruz) y a un pájaro. Rara vez vemos alguna imagen que implique que se pueden comunicar, mucho menos hacer planes juntos.

La lectura de hoy de la carta a los Hebreos nos invita a pensar en la propia reunión de la trinidad para preparar la navidad. Tal vez la mejor imagen visual que tenemos para este momento venga del pintor de iconos ruso Andrei Rublev. Su famoso icono, habitualmente descrito como la Trinidad o la "Hospitalidad de Abraham", nos muestra a tres figuras sentadas en una mesa, implicadas amable pero profundamente unas con otras. Permanezca esta imagen en el fondo de tu mente mientras escuchas a Cristo hablando sobre el plan de la encarnación.

Cristo mira al Padre y le dice: "No quiero sacrificios ni ofrendas".

Esto puede estar bien como un punto de discusión en el cielo, pero lanza un obstáculo a las prácticas religiosas de la humanidad. Desde la historia del Génesis en adelante, los humanos han utilizado toda clase de sacrificios para que sus dioses o su Dios estuviese feliz con ellos.

Como para asegurarse de que su audiencia capta el mensaje claramente, Cristo repite el mensaje con otras palabras: "No aceptas holocaustos ni sacrificios por el pecado".  

Esto destierra siglos de práctica religiosa. Socava la entera economía del templo. Separa a Cristo y a Sus seguidores de toda tradición religiosa basada en intentar comprar el favor de Dios.

Por eso la gente de los primeros siglos pensaban que los cristianos eran ateos. Se negaban a realizar sacrificios propiciatorios a sus dioses. Aquellos que creían en esos dioses sabían lo peligroso que era: podía causar verdadera mala suerte. Pero, lo que era mucho peor, la negativa al sacrificio señalaba que la religión de los cristianos no tenía nada que ver con el miedo y eso significaba que nadie podría controlarla. Era una corriente peligrosa del ateísmo.

Si regresamos a la reunión celestial de planificación de la pompa navideña original, necesitamos escuchar más de lo que se dijo. Dice Cristo: "No quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has formado un cuerpo".

Cristo está conectando la encarnación con la creación misma. Está diciendo que la razón de Dios para crearnos fue siempre compartir vida, comunicar. La razón de la encarnación fue volver a enfatizarlo.

Al final, Cristo en Su diálogo comienza a sonar como Su madre cuando dice: "Aquí estoy para hacer Tu voluntad". Es solo una mínima variación de "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

Esta lectura de la carta a los Hebreos viene entre la predicción de Micaías de que un salvador vendrá del pequeño pueblo de Belén y la historia de Lucas del encuentro entre dos madres expectantes: María e Isabel.

Estas tres lecturas comunican elementos inesperados: una larga tradición de sacrificios es descartada como práctica religiosa; Jerusalén es humillada y un pueblucho paleto es elevado como el lugar que proporcionará al salvador; y las mujeres se convertirán en protagonistas principales de la historia de la Nueva Alianza. La sorpresa que los divinos planificadores han preparado por navidad tiene una gran diversidad de dimensiones.

Cuando ya hemos permitido que nuestra imaginación camine por las escenas que los hebreos y las otras lecturas nos muestran, podemos preguntarnos lo que nos dicen sobre nuestra propia celebración navideña 2.000 años después. Nuestra respuesta en el Salmo este domingo es: "Señor, haz resplandecer Tu rostro sobre nosotros y seremos salvos". Esto puede proporcionarnos la clave de cómo preparar otra celebración de la Natividad del Señor.

Una cosa es mirar al belén, cantar villancicos o dibujar la escena de alegría cuando María e Isabel se encuentran, pero solo tienen sentido si nos hacen preguntarnos qué nos muestran sobre Emmanuel hoy.

El papa Francisco reproduce el mensaje de la Carta a los Hebreos cuando nos llama a pronunciar "un no claro y firme a la violencia". La historia de Belén nos recuerda que Dios se aproxima a nosotros por medio de los, aparentemente, más insignificantes. El canto de Isabel y la bendición de María y sus embarazos paralelos nos recuerdan que estamos creados para la alegría y que la alcanzaremos en la medida en que nos unamos a María y a su hijo diciendo "Aquí estoy para hacer Tu voluntad".

Por Mary McGlone. Traducido del National Catholic Reporter

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