Enciende una luz en la oscuridad

Cuando nos acercamos al final de otro año, Fray Tom Reese ha proporcionado una descripción inquietante del estado de los asuntos en nuestra iglesia y en el mundo. Su visión parece notablemente acertada y completa.

Reese apunta, por ejemplo, que la religión es vista por muchos como irrelevante hoy y por otros como una fuente de conflicto. Nos recuerda cómo y por qué los católicos han perdido la confianza en sus líderes. Los políticos, considera, han perdido la capacidad de tratar con asuntos sustantivos como el cambio climático y la justicia.

Reese sigue describiendo el caos político: Francia, Inglaterra, Hungría, Filipinas y sigue y sigue.

En el corazón del problema parece encontrarse la falta de preocupación y de cuidado por los demás. Las élites tienen lo que quieren y no muestran ningún interés en alcanzar a asistir a aquellos que luchan por sobrevivir día a día. Reese incluso ve paralelismos con las condiciones que precipitaron el estallido de la Segunda Guerra Mundial en los años treinta.

¿Cuál es tan situación a tan descorazonador panorama? La religión. Recuerda las palabras del papa Pablo VI, "Si quieres la paz, trabaja por la justicia". En el espíritu del Adviento, nos llama a preparar el camino del Señor fortaleciendo y expandiendo más y más el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu.

Permitidme compartir unos pocos pensamientos cuando nos acercamos a la celebración de la Navidad. Existe el peligro de que las exhortaciones al fervor y la práctica religiosa lleguen a nosotros como vacías. Incluso Reese apunta que la religión puede verse como parte del problema.

Tiendo a estar de acuerdo con la idea de G.K. Chesterton de que el problema del cristianismo no es que haya sido encontrado insuficiente, sino que nunca se ha intentado. Es demasiado fácil mirar a las instituciones y líderes religiosos hoy y señalar todo lo que está mal en el cristianismo tal cómo es practicado. Tampoco, por supuesto, necesitamos mencionar siquiera los frecuentes e inevitables fallos de todos nosotros como cristianos individuales.

Y sin embargo no puedo sino humillarme ante la idea de la encarnación. Dios se ha hecho hombre. Un Dios que nos ha amado tanto que ha querido asumir nuestra naturaleza en todos los sentidos. Dios eligió convertirse en parte de nuestras vidas con todas sus alegrías, penas, éxitos y fracasos. Con toda la fealdad de la humanidad, con nuestra inhumanidad con los demás, Dios ha elegido asociarse con nosotros.

En otras palabras, Dios no nos ha abandonado. No podemos abandonarnos nosotros mismos. Nuestro Dios, que se nos ha dado a conocer en Jesucristo, ciertamente caminará con nosotros cada paso del camino. Estamos llamados como dijo el papa Pablo VI a trabajar por la justicia, a dejar que nuestra luz brille en la oscuridad y a dar un paso contra la injusticia en nuestro mundo.

Creo que el 2019 puede ser un año mejor. Feliz Navidad.

Por Pat Perriello. Publicado en el National Catholic Reporter

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