Dios es Padre Bueno, todos somos hermanos
Mensaje Urbi et Orbe del papa Francisco en el Día de Navidad
A vosotros, fieles de Roma, a vosotros, peregrinos, y a todos los que estáis conectados desde todas las partes del mundo, renuevo el gozoso anuncio de Belén: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14).
Como los pastores, que fueron los primeros en llegar a la gruta,
contemplamos asombrados la señal que Dios nos ha dado: «Un niño envuelto
en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). En silencio, nos
arrodillamos y adoramos.
Fraternidad entre personas de toda nación y cultura.
Fraternidad entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro.
Fraternidad entre personas de diversas religiones. Jesús ha venido a revelar el rostro de Dios a todos aquellos que lo buscan.
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
A vosotros, fieles de Roma, a vosotros, peregrinos, y a todos los que estáis conectados desde todas las partes del mundo, renuevo el gozoso anuncio de Belén: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14).

¿Y qué nos dice este Niño, que nos ha nacido de la Virgen María?
¿Cuál es el mensaje universal de la Navidad? Nos dice que Dios es Padre
bueno y nosotros somos todos hermanos.
Esta verdad está en la base de la visión cristiana de la humanidad.
Sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un
mundo más justo no llegarían muy lejos, e incluso los mejores proyectos
corren el riesgo de convertirse en estructuras sin espíritu.
Por eso, mi deseo de feliz Navidad es un deseo de fraternidad.
Fraternidad entre personas de toda nación y cultura.
Fraternidad entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro.
Fraternidad entre personas de diversas religiones. Jesús ha venido a revelar el rostro de Dios a todos aquellos que lo buscan.
Y el rostro de Dios se ha manifestado en un rostro humano concreto.
No apareció como un ángel, sino como un hombre, nacido en un tiempo y un
lugar. Así, con su encarnación, el Hijo de Dios nos indica que la
salvación pasa a través del amor, la acogida y el respeto de nuestra
pobre humanidad, que todos compartimos en una gran variedad de etnias,
de lenguas, de culturas..., pero todos hermanos en humanidad.
Entonces, nuestras diferencias no son un daño o un peligro, son una
riqueza. Como para un artista que quiere hacer un mosaico: es mejor
tener a disposición teselas de muchos colores, antes que de pocos.
La experiencia de la familia nos lo enseña: siendo hermanos y
hermanas, somos distintos unos de otros, y no siempre estamos de
acuerdo, pero hay un vínculo indisoluble que nos une, y el amor de los
padres nos ayuda a querernos. Lo mismo vale para la familia humana, pero
aquí Dios es el "padre", el fundamento y la fuerza de nuestra
fraternidad.
Que en esta Navidad redescubramos los nexos de fraternidad que nos
unen como seres humanos y vinculan a todos los pueblos. Que haga posible
que israelíes y palestinos retomen el diálogo y emprendan un camino de
paz que ponga fin a un conflicto que -desde hace más de setenta años-
lacera la Tierra elegida por el Señor para mostrar su rostro de amor.
Que el Niño Jesús permita a la amada y martirizada Siria que vuelva a
encontrar la fraternidad después de largos años de guerra. Que la
Comunidad internacional se esfuerce firmemente por hallar una solución
política que deje de lado las divisiones y los intereses creados para
que el pueblo sirio, especialmente quienes tuvieron que dejar las
propias tierras y buscar refugio en otro lugar, pueda volver a vivir en
paz en su patria.
Pienso en Yemen, con la esperanza de que la tregua alcanzada por
mediación de la Comunidad internacional pueda aliviar finalmente a
tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre.
Pienso también en África, donde millones de personas están refugiadas
o desplazadas y necesitan asistencia humanitaria y seguridad
alimentaria. Que el divino Niño, Rey de la paz, acalle las armas y haga
surgir un nuevo amanecer de fraternidad en todo el continente, y bendiga
los esfuerzos de quienes se comprometen por promover caminos de
reconciliación a nivel político y social.
Que la Navidad fortalezca los vínculos fraternos que unen la
Península coreana y permita que se continúe el camino de acercamiento
puesto en marcha, y que se alcancen soluciones compartidas que aseguren a
todos el desarrollo y el bienestar.
Que este tiempo de bendición le permita a Venezuela encontrar de
nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen
fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más
débiles de la población.
Que el Señor que nace dé consuelo a la amada Ucrania, ansiosa por
reconquistar una paz duraderaque se puedan tejer relaciones de fraternidad y
amistad.
que tarda en llegar. Solo con la paz,
respetuosa de los derechos de toda nación, el país puede recuperarse de
los sufrimientos padecidos y reestablecer condiciones dignas para los
propios ciudadanos. Me siento cercano a las comunidades cristianas de
esa región, y pido
Que delante del Niño Jesús, los habitantes de la querida Nicaragua se
redescubran hermanos, para que no prevalezcan las divisiones y las
discordias, sino que todos se esfuercen por favorecer la reconciliación y
por construir juntos el futuro del país.
Deseo recordar a los pueblos que sufren las colonizaciones
ideológicas, culturales y económicas viendo lacerada su libertad y su
identidad, y que sufren por el hambre y la falta de servicios educativos
y sanitarios.
Dirijo un recuerdo particular a nuestros hermanos y hermanas que
celebran la Natividad del Señor en contextos difíciles, por no decir
hostiles, especialmente allí donde la comunidad cristiana es una
minoría, a menudo vulnerable o no considerada.
Que el Señor les conceda -a ellos y a todas las comunidades
minoritarias- vivir en paz y que vean reconocidos sus propios derechos,
sobre todo a la libertad religiosa.
Que el Niño pequeño y con frío que contemplamos hoy en el pesebre
proteja a todos los niños de la tierra y a toda persona frágil,
indefensa y descartada. Que todos podamos recibir paz y consuelo por el
nacimiento del Salvador y, sintiéndonos amados por el único Padre
celestial, reencontrarnos y vivir como hermanos.
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