El mundo dividido en dos
Tengo la sensación, no sé qué opinarán ustedes, de que el mundo se
divide entre las personas a las que les resulta 'difícil' aceptar al
otro y las que han encontrado un 'tesoro' oculto en el corazón de los
demás. Los primeros parecen haber convenido y acordado construir muros
en lugar de tender puentes. ¿Qué les atemoriza? ¿Qué les da miedo?
Cuando converso con algunas personas me doy cuenta de que no están
preparadas, mental ni espiritualmente, para aceptar a los demás,
sencillamente porque no se conocen ni aman a sí mismas. Nadie las ha
hecho sentir que son amadas por lo que son y no por lo que pueden
lograr. No tienen experiencia de amor gratuito sino financiado. ¡Compran
amor a cambio de títulos, logros y éxitos!
La cercanía del otro los asusta, los tensiona y los pone en máxima
alerta. Sin embargo, las personas que están abiertas a recibir y aceptar
a los demás me sorprenden profundamente. Ellas mismas han descubierto
su propio valor en la mirada, la palabra y el gesto amable del otro.
Alguien, lleno de bondad, se acercó para guiarlas hasta el fondo de
ellas mismas y apreciar la maravilla que son. Me encantan las personas
que no se dejan sobornar por sus miserias, debilidades y pecados que los
acusan y entristecen robándoles la paz, sino que luchan cada día para
dar más cabida al tesoro que hay en ellas.
Hasta que no hayamos descubierto el ser maravilloso que somos cada uno de nosotros, no estaremos dispuestos a tender puentes.
La apertura y aceptación de los demás comienza primero en nuestro
interior. Quienes mantengan su corazón encerrado o acorazado,
sospechando siempre de todos y buscando siempre razones para levantar
muros, difícilmente puedan hallar el maravilloso tesoro que hay en
ellos. ¡Qué triste morir sin haber descubierto lo maravilloso que soy!
Por Javier Rojas, SJ. Publicado en Pastoral SJ
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