Punto de encuentro entre el Padre y la humanidad

"Yo soy el pan de vida ... el pan que Yo daré es Mi carne para la vida del mundo". Juan nos cuenta que, tan pronto como Jesús termino de decir esto, las personas de la sinagoga comenzaron un serio debate entre ellos -una señal clara de que Él había tocado un punto sensible y de que las opiniones estaban ferozmente divididas-. ¿Qué estaba intentando enseñar Jesús a la gente que les puso tan molestos?

Aunque los críticos más literales y de mente cerrada entre la multitud se centrasen en la impura referencia a beber sangre, los críticos verdaderamente serios fueron aquellos que comprendieron lo que Jesús estaba diciendo y protestaron por su audacia o se maravillaron de sus implicaciones.

Si continuamos leyendo el capítulo 6 de Juan, podría ayudarnos imaginarlo como una presentación dramática en la que la Pascua y el Éxodo forman el escenario de fondo. Aquellos que escucharon atentamente a Jesús comprendieron que se estaba presentando a Sí mismo como el don de Dios en su día como seguramente el maná había sido el don de Dios a sus ancestros en el desierto. Pillaron las implicaciones de Sus afirmaciones de estar allí en cuerpo y sangre para salvarles más plenamente de lo que el cordero pascual y su sangre habían salvado a sus antepasados en la noche de Pascua. Se dieron cuenta de que estaba diciendo que la unión con Él era el camino hacia la vida eterna.

Intentar comprender las afirmaciones de Jesús sobre el pan, la carne y la sangre con conceptos científicos contemporáneos sería como aprender vocabulario francés para hablar mejor el chino. Jesús estaba utilizando el lenguaje del corazón y del alma, no de la física ni de la química. Cuando se presenta como pan, cuerpo y sangre que comer, la invitación es a tomarle y recibirle de tal manera que Su vida se convierta en nuestra propia vida. Con la imagen de la vid y los sarmientos, la conexión es todavía más íntima porque los sarmientos crecen de la vid.

La teología sacramental nos enseña sobre la transformación del pan y del vino, pero Jesús apunta más allá de la concentración en estos elementos. Jesús habla de la carne y de la sangre como el medio de Su presencia.  Según Jesús, la razón por la que tomó la carne y la sangre fue para ser como la vid que da vida. Esta presente para transformar a todos "los que se alimenten de Mí" para que vivan para siempre.

Jesús estaba afirmando, así, ser el punto de encuentro entre el Padre y la humanidad. Esto significaba que tomarle a Él era el camino para la vida eterna y que, con una transformación tal que quien lo aceptase se convirtiese en Su sarmiento, compartiría Su vida como verdaderamente Él compartía la vida del Padre.

El mensaje de Jesús podría haber molestado seriamente a la gente desde dos perspectivas muy diferentes. En primer lugar, los guardianes de la ortodoxia dedicados a proteger o a defender la santidad de Dios estaban convencidos de estar escuchando blasfemias. Las enseñanzas de Jesús presentaban a Dios como demasiado inmanente, demasiado tangible, demasiado humano.

Las personas en el otro extremo del espectro reconocieron el potencial inconmensurable y la responsabilidad sobrecogedora que implicaban las enseñanzas de Jesús. La liturgía nunca sería igual si estaban llamados a vivir el amor de Dios hasta el grado que Jesús estaba sugiriendo. Jesús lo dijo también cuando mandó a Sus discípulos: "Vivid en mi amor" o, más concretamente "El que crea en mí hará lo que Yo hago".

El Evangelio de este domingo, como la lectura de Proverbios sobre el banquete de la Señora Sabuduría, no llega realmente a una conclusión. En la selección del texto de Proverbios, las últimas palabras de la Señora Sabiduría impulsan a sus invitados a avanzar en el camino del conocimiento.

Las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de hoy nos ofrecen la invitación a vivir para siempre. Es como si después de cinco semanas de meditar el misterio de Jesús pan de vida, todavía no estuviésemos adecuadamente preparados para llegar a una conclusión. Juan Evangelista nos mantiene dando vueltas alrededor de este tema porque no podemos penetrar fácilmente en su profundidad. Necesitamos contemplar el misterio desde una diversidad de perspectivas para darnos cuenta de lo limitada que en realidad es nuestra visión. 

La Liturgia de la Palabra de la próxima semana nos llamará a realizar una elección sobre nuestra fe y sobre lo que permitimos que nos requiera. Esta semana, la Escritura nos llama a dar vueltas, a meditar lo que Jesús dijo y lo que pretendió significar y a permitir que Sus palabras nos perturben como molestaron a sus compañeros en Cafarnáun. 

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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