Ecología y fraternidad
Francisco de Asís, el Hermano Universal, proclamado patrón de los
ecologistas por san Juan Pablo II el 29 de noviembre de 1979, nos abre
las puertas a estas líneas. Queremos subrayar una idea que nos parece
fundamental: la cuestión ecológica alcanza su plenitud cuando logra
tejer vínculos tan fuertes entre las personas, y de éstas con la
naturaleza, que la fraternidad y la sororidad emergen como el regalo más
maravilloso.
El Santo de la Porciúncula inició un camino de desprendimiento de
todo lo superfluo, de todo lo que le alejaba de sí, de sus hermanos y
hermanas más pobres y de la naturaleza que le rodeaba. En ese camino de
desprendimiento encontró una alegría interna que nunca antes había
podido tener, una alegría serena que tejió en su interior un estrecho
sentimiento de fraternidad universal con todas las personas y con todas
las realidades de la naturaleza.
Fraternidad/Sororidad van de la mano de una vida en clave ecológica.
Establece un nuevo modelo de relaciones basadas en el reconocimiento, en
el respeto, en el cuidado, en el compromiso mutuo. Necesariamente, una
vida ecológica se sustenta en el ser y hacer fraternidad con todas las
personas, no solo con quienes más vinculadas estamos, sino con todas las
que habitan en nuestro planeta. También se basa en tejer esa
fraternidad con el hermano sol, la hermana luna, el hermano fuego, …
Una propuesta ecológica integral tiene incorporada en su ADN la
fraternidad como vehículo de transmisión. Quizás la fraternidad sea la
prueba del algodón de nuestros intentos por vivir más ecológicamente
responsables.
Laudato Si teje de un modo maravilloso las relaciones
fraternas entre humanidad y naturaleza, significando de un modo especial
la humanidad sufriente y la naturaleza vulnerada por estilos de vida no
fraternos. Desde ahí lo común, la casa común, cobran un color especial,
un brillo que significa lo común sobre manera. Por este motivo queremos
proyectar el foco sobre los números 156-158 de la Laudato Si: “la ecología integral es inseparable de la noción de bien común”. Sin duda una vida ecológica revertirá de un modo positivo en el bien de los demás, tejerá una mejor realidad.
Ese
bien común es el eje central y el rol unificador de la ética social,
sigue diciendo el Papa. Nuestro comportamiento ecológico no empieza y
acaba en nosotros mismos, y si lo hace así deberíamos cuestionarnos. La
conversión ecológica nos abre a la realidad, nos hace tomar conciencia
de las condiciones de vida de otras personas, de la situación que
atraviesan miles, millones de hermanas y hermanos. Nos pone enfrente de
las heridas más abiertas de nuestra madre tierra y lo hace no para que
caigamos presa de un derrotismo abrumador, sino para que, en medio de
esa realidad seamos tejedores, tejedoras de fraternidad.
Creemos que la fraternidad, la sororidad, es la única medicina que
puede sanar este momento actual. Es el vino y el aceite que el
samaritano deposita en las heridas del mundo. Cuando cuidamos la casa
común junto con millones de personas que también lo hacen, estamos
generando una realidad nueva posible.
La invitación a una conversión ecológica, a una ecología integral, no
es sino una invitación a construir una realidad nueva. Es una
invitación a recuperar la opción preferencial por los pobres: “basta
mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia
ética fundamental para la realización efectiva del bien común”. (LS 158)
Ahora que termina el periodo de descanso para algunas/os de nosotras/os,
es sin duda un buen momento para recuperar las invitaciones
fundamentales, para renovar las opciones más vitales. Volvemos a tener
la oportunidad de seguir hermanándonos cada vez más con todas las
personas, con toda la realidad. La ecología es, sin duda, el mejor
camino.
Por José Luis Grau. Publicado en Entre Paréntesis
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