Un camino en siete etapas (II)

4ª etapa. El poder destruye ...(10, 41-45).

Nadie puede saber en el camino quien será mayor, ni Cristo se lo puede decir... Somos todos caminantes... Pero sigamos: el problema de los dos zebedeos es de todos. Por eso, los diez restantes se enojan con ellos, iniciando una disputa general por el poder (10, 41). Es evidente que, dejándose llevar por ella, la iglesia acabaría destruyéndose a sí misma. 

Para superar esa disputa, Jesús peregrino se para y habla a todos, en la etapa central del Camino de Santigo, que es el camino de Jesús: se trata de aprender a dar la vida por los demás. Ni él, ni Cristo es mayor... Él mismo tendrá que dar la vida, mientras sigue con los suyos, con todos, hacia el Campo de la Estrella de Dios o Compostela (ya sé que esta etimología no es quizá exacta, pero es luminosa).


Ésta es la lección de los peregrinos de Compostela, la lección de todos los que hacen el camino de Santiago: al final se encuentran con Jesús, en el Gran Pórtico de la Gloria. Allí está Jesús que les enseña su último secreto, el secreto que vivió Santiago, el Secreto de Compostela: dar la vida por los otros, mientras vamos de camino. Detengámonos un momento, en esta etapa cuarta

Jesús desentraña la trama oculta del poder, con lección de durísima política, siguiendo la línea del mensaje profético: Los que parecen mandar (que en realidad no mandan, pues están esclavizados por el sistema) destruyen con su falsa pretensión a los demás. Sabemos que el poder, vinculado casi siempre a las riquezas (cf. Mc 10, 17-22) y expresado como dominación política, quiere mostrarse sacral (signo de Dios), siendo en realidad diabólico. 

Parece que Santiago y Juan no buscan de un modo directo un poder mundano sino el más hondo dominio "espiritual" de un mesianismo o poderío divino de los justos, dentro de una tradición jerárquica judía que relaciona presencia (revelación) de Dios y triunfo nacional. Posiblemente quieren mandar en línea buena, para ayuda de los demás, apareciendo como servidores del Dios poderoso.

Pero Jesús no les distingue de aquellos que mandan en forma pervertida. No hay para Jesús un poder malo (propio de los gentiles) y otro bueno (de sus discípulos). Todo poder es en el fondo destructor, toda imposición es mala. Por eso, no quiere mejorar el poder (convertirlo) sino superarlo de base. 

Inversión (10, 43-44). Jesús no necesita el poder económico del rico (10, 17-22) ni el mesiánico de los buenos zebedeos (no ha venido a conquistar el imperio romano) ni el sacerdotal del templo (cf. 11, 12-26). Por eso responde: No sea así entre vosotros... Siguiendo en la línea de 9, 33-37, Jesús no viene a fundar jerarquías entendidas en clave de honor y prioridad social o espiritual. Él ha invertido la tendencia dominante de las comunidades religiosas que traducen en forma sacral las estructuraras de poder mundano. 

Por eso, frente a la manipulación mesiánica de los zebedeos, que son junto a Pedro sus seguidores principales (cf. 5, 37; 9, 2), ha establecido aquí las bases de una fraternidad donde no existe poder sino servicio, ejercido por el diakonos (servidor libre) o doulos (esclavo).

5ª etapa. El Hijo de hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir, es decir, a regalar y compartir la vida 


Esta palabra de Jesús (Mc 10, 35) invierte el sentido de un texto central de la esperanza apocalíptica y de todas las religiones de poder del mundo. Así se dice en el libro de Daniel: Vino el Hijo del humano... y todos los pueblos naciones y lenguas le servirán (Dan 7,14; cf. Dan 7, 25-27). Vendrá el Señor y todos se someterán a Su dictado.

Los zebedeos entendían esa promesa de Daniel en clave de triunfo (ellos mismos se creían el pueblo de los santos); eran buenos exegetas de Dan 7. Ha venido el Hijo del Hombre y tienen que triunfar  como Señores, Herru Santiago...

Pero Jesús entiende la profecía de Daniel y toda la historia del Camino de los hombres de una forma distinta: en clave de más alto servicio: ha venido a dar la vida, no a exigir que otros le rindan homenaje. No ha venido a ser Herru, sino a que todos sean Herru, señores, siendo amigos unos de los otros, en el camino de la vida, compartiendo el mismo cáliz... que es el Grial escondido y siempre presente: allí donde un hombre o mujer acoge a otro y le ama está el Griel de jesús.

El evangelio se vuelve así una guía de servidores para el camino de la vida, que es Camino de Santiago. No es directorio para triunfar, manual para ganar dinero y dominar sobre los otros. Por eso, todos los que alguna vez han buscado poder en la iglesia, se equivocan de mesías y confunden Dios y Diablo, Cristo y Antricristo. No se salva el pueblo con buenos gobernantes sino con buenos servidores.
   6ª etapa. Jesús no necesita grandes líderes, sino amigos
Esta es la novedad de Jesús. No quiere líderes sentados a diestra y siniestra, asegurando desde el trono compartido el orden y obediencia de los pueblos, sino buenos servidores, gente de cariño eficaz, que sepa dar la vida por los otros. Se ha dicho que hacen falta buenos gobernantes o señores, como si el problema del mundo se arreglara con buen mando ((oh qué buen vasallo, si hubiese buen señor!: Mío Cid). Pues bien, para Jesús, la vida humana no se soluciona preparando mandos apropiados a nivel político, social o religioso. Por eso no busca en su grupo gobernantes o caudillos, estrategas de finanzas o de buena economía. No investiga las posibles dotes de los zebedeos, ni les hace estudiar leyes o filosofía del poder en una escuela israelita o griega, para hacerles funcionarios de su empresa. Él busca madres e hijos, buenos hermanos que sepan regalar su vida por los otros. Leído en este fondo, este evangelio de Santiago (de los zebedeos) aparece como manual de una iglesia de servidores.


Así puede hacerse el camino que va a Compostela: un camino donde todos van a pie y todos se ayudan y conversan. ¿Por qué no caminar así, día a día, compartiendo fuentes y sudores, unos y otros, cristianos y musulmanes, obispos y gobernadores... Éste fue el sueño de Compostela, esta es la palabra de vida de hoy, día de Santiago

7º Etapa. Allí está Herru Santiago, el hermano Santiago peregino...

Perro ya no le vemos ni cantamos como Herru, Señor, sino como amigo, peregrino. Así le descubrimos al llegar al pórtico de la Gloria, el pórtico del camino hecho, del cielo que se abre, en Compostela, con el cayado de amigo cansado en la mano, que se sienta con nosotros, con los signos del riesgo de la vida y del camino sobre la cabeza 

Pido a Dios que cada uno encuentre allí a Santiago peregrino, que le espera para el beso, en los confines de Occidente, allí donde la vida de los hombres y mujeres se vuelve camino culminado, para volver a empezar...
Éste es el secreto del Santiago de Compostela. Los zebedeos querían mandar… pero Jesús nos dice que aprendieron a servir, como sirvió Santiago, siendo condenado por el Rey Agripa de Jerusalén, porque defendía en evangelio de la Gracia.

Este Santiago Zebedeo, el jacobino, el jacobeo...Su camino es un proceso de peregrinación interior al principio de la vida... Es un camino que se puede y debe hacer por dentro, pero que también puede ser hermoso hacerlo caminando al campo de la Estrella, que es campo de muerte transformada en Vida. Buena fiesta a todos los amigos del Camino de Santiago. 

Por Xabier Pikaza. Publicado en Religión Digital

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