Ver al Amado en todos los lugares

Nada en mi educación supercatólica (misa semanal y confesión, memorización del Catecismo de Baltimore, estrictas profesoras monjas) podría haberme preparado para participar en un zikr en el que musulmanes, judíos y cristianos cantásemos el nombre de Dios, mientras un imán salmodiaba una línea melódica por encima del canto.

Algunas de las mujeres envueltas en velos se movían adelante y atrás, todos nos sentimos sostenidos por el cántico y comencé a comprender por qué es un componente de gran parte de las oraciones del mundo. La definición según el diccionario de zikr es la de una forma de memorial "asociada principalmente al sufismo, en la que el orador se ve absorto en la repetición rítmica de los nombres o atributos de Dios".

Gran parte de la charla inicial del imán resonaba con aquello que ya creía. "Ved al Amado en todos los lugares", animó. "Estad tan locamente enamorados que os parezcáis a ese chaval de trece años que, preguntado por los helados, apunta: Mi sabor favorito es el chocolate".

Sus palabras sobre la chispa de Dios en nosotros como la fuente de la dignidad humana tocó una fibra familiar -como católica, había escuchado aquel mensaje, del huésped divino, con frecuencia-. Muhammad dijo: "Donde quiera que mires, allí está el rostro de Dios". En la kabalah o enseñanza mística judía, Dios lanzó lo sagrado en incontables chispazos al comienzo del tiempo, nos susurra desde todas las cosas y personas. Cuando descendemos a los niveles más profundos y subterráneos, todas las religiones hacen eco de verdades similares.

He aprendido esto de primera mano gracias a mi grupo interreligioso compuesto por cinco mujeres musulmanas, cinco judías y cinco cristianas que nos reunimos mensualmente, por turnos en nuestras casas.

Un encuentro típico comienza con unos snacks y conversación informal. Luego, tras la oración, un facilitador (puesto rotatorio) introduce el tema de la tarde. Hemos tratado materias comunes a todas las religiones, como las diversas festividades religiosas, la importancia de las peregrinaciones, la oración personal y comunitaria, la acción por la justicia, la protección del medio ambiente. Hay un fuerte consenso en que debemos, de cualquier pequeña manera que podamos, vencer la actual antipatía al Islam y hostilidad a los refugiados. 

La piedra angular de las tres religiones abrahámicas -amar a Dios y al prójimo- exige acción práctica. Cuando una presbiteriana y su familia, patrocinadas por Catholic Charities, comenzaron a acoger a dos refugiadas adolescentes musulmanas que habían escapado de Myanmar y de Somalia, las musulmanas la ayudaron con consejos sobre dieta, mezquitas locales y qué horquillas mantienen mejor el hiyab en su lugar. Cuando una joven refugiada encontró un graffiti antimusulmán en su instituto, la hija de otra miembro del grupo, senior en el mismo instituto, organizó una campaña de bienvenida para contrarrestar el odio.

Todas escribimos al Congreso para pedirle que ponga fin a la financiación del ejército birmano implicado en el genocidio de los musulmanes rohingya.

Nuestro "proyecto de sentido" envió cientos de bolsos con bienes a mujeres sin hogar.

Hemos aprendido no solo a minimizar nuestras diferencias, sino también a celebrar lo que compartimos. Todas estamos en búsqueda, anhelando ver con los ojos del alma y encontrar el rostro de Dios por medio de nuestra propia fe. Estamos atentamente interesadas en la sabiduría de las perennes tradiciones del mundo, especialmente en las que nunca aprendimos en nuestras estrechas juventudes. Nos preocupamos profundamente por nuestro planeta, por la próxima generación, por derrotar la ignorancia y el miedo a través de la educación, por nuestros textos sagrados y por nuestros poetas favoritos como Rumy y Mary Oliver.

Las miembros judías de nuestro grupo nos han explicado lo vital que en su tradición es luchar con Dios, no aceptar las respuestas fáciles. Las miembros musulmanas se toman un respiro de nuestro encuentro y se retiran a la habitación de al lado cuando es el tiempo de su oración. Aquellas de nosotras que procedemos de tradiciones más jerárquicas con clero ordenado nos maravillamos de lo facilmente que una de las mujeres de nuestro grupo asume el liderazgo, transformando cualquier habitación en espacio sagrado. La mayoría de nosotras hemos asistido a retiros islamo- cristianos en San Damián, un convento franciscano, y en la mezquita local.

Una vez al año, conducimos un servicio de adviento en una iglesia presbiteriana. Como siempre, nos impresiona la reverencia musulmana por María (que es mencionada más veces en el Corán que en el Evangelio) y por Jesús, cuyo nombre siempre es seguido por la expresión "La paz sea con Él".

Aunque el adviento no tiene un gran significado para los judíos, contribuyen con la oración de Tu B´Shvat sobre la creación y con la enseñanza del Talmud sobre reparar nuestras pequeñas piezas del mundo. El servicio concluye con la oración del consejo interreligioso que patrocina cinco círculos como el nuestro: "La tarea no es solo nuestra. Tampoco somos libres para abandonarla. Oh, Dios de bendición, fortalece nuestras manos y nuestros corazones para hacer Tu trabajo."

Después de más de dos años de membresía en este círculo, estoy agradecida a las mujeres que han corregido mi soberbia de juventud, cuando se me enseñó que solo mi religión poseía la verdad. ¿Qué arrogancia o inseguridad exigía que no había suficiente abundancia en Dios para emerger en todos los pueblos del mundo? He apreciado que se han revelado no solo como musulmanas, judías o cristianas, sino como mujeres con preocupaciones básicas similares: sobre una hija que se va a la facultad, sobre un racista en la dirección del instituto, sobre el divorcio, sobre cómo acostumbrar a los niños a la comida sana. ¡Y gracias por esa receta de caquis con queso de cabra!

Uno de los adornos más preciados de mi árbol de navidad es una estrecha cuna hecha en Belén que mi amiga musulmana Maram me compró de su país natal. De alguna manera, conocía su profundo significado para los cristianos, de alguna forma alcanzó esa corriente profunda submarina que nos baña a todos.

Por Kathy Coffee. Traducido del National Catholic Reporter

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