Sopa de piedras

¿Recuerdas la historia infantil Sopa de piedras?

Es un viejo cuento folclórico sobre una pareja de viajeros hambrientos cuya creatividad les permitió convencer a los meditativos autóctonos para que rellenasen su largo cuenco de comida con deliciosos ingredientes para la sopa.
Después de la inicial negativa de los autóctonos a alimentar a los hambrientos viajeros, los dos hombres llenaron su cuenco con un chorro de agua, encendieron un fuego bajo el cuenco y añadieron al agua una larga piedra.

Un vecino curioso preguntó a aquellos hombres que estaban haciendo. Los forasteros le contaron que estaban cocinando una deliciosa sopa de piedras y que se sentirían felices de compartirla, salvo porque todavía no había alcanzado todo su potencial. Explicaron a cada persona que pasaba que con solo unas pocas especias y alguna verdura la sopa estaría lista.

Así, deseando disfrutar de la deliciosa sopa de piedra, uno por uno cada vecino contribuyó con alegría con una verdura y una pizca de especia.

Cuando la preparación estaba culminada, los visitantes quitaron la piedra y todos los vecinos reunidos, junto con los viajeros, disfrutaron juntos de una maravillosa sopa compartida "de piedras".

Esta deliciosa fábula moral nos enseña que cuando compartimos lo que tenemos con quien tiene poco o nada, en realidad hay comida suficiente, y otras necesidades básicas, para todos. Y que el acto de compartir tiene el potencial de unirnos, como aldea e incluso como comunidad global.

Pero en la aldea de Riimenze, en Sudán del Sur, la sopa de piedra no es un encantador relato moral, sino una trágica realidad.

En un vídeo muy triste y comprometedor subido a la web del Fondo de Ayuda a Sudán, el obispo Eduardo Hiiboro Kussala de la diócesis de Tombura- Yambio en Sudán del Sur explica que, sin que la violencia de la guerra civil muestre un final a la vista, su mayor reto es proporcionar de alguna manera comida y agua limpia a miles de personas desplazadas internas que tienen muy poco y, en algunos casos, absolutamente nada.

Él dice: "Muchos niños están enfermos y apenas tienen algo o a veces nada que comer. En un intento de satisfacer a sus hijos, algunas madres están recogiendo piedras y las colocan en un recipiente de agua hirviendo, en la esperanza de que sus niños se convenzan de que es comida lo que está siendo cocinado".

Recientemente entrevisté a Fray Daniele Moschetti, que fue durante seis años el superior provincial de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús en Sudán del Sur. Dijo que la guerra civil es especialmente sangrienta en regiones donde las prospecciones petrolíferas están siendo explotadas por corporaciones de países como Estados Unidos, Canadá, China y Malasia.

Y lamentó que solo en 2014 el Ejército de Sudán del Sur gastó mil millones de dólares en armas de Estados Unidos y otros países exportadores de armamento, mientras millones de personas pasan hambre.

Moschetti también explicó que amplias cantidades de dinero de los países donantes han sido robadas por los líderes gubernamentales y rebeldes. Por eso, nos pidió que contactásemos con nuestros representantes nacionales y les urgiésemos a comprobar que todos los fondos de emergencia y de ayuda al desarrollo destinados a Sudán del Sur son estrechamente vigilados para garantizar su uso pretendido de mejorar las vidas de los desesperadamente pobres y marcados por la guerra sursudaneses.

Sudán del Sur es un ejemplo demasiado familiar del horror que surge cuando los humanos adoran a los dioses del poder y del dinero en lugar de al Dios de la paz, de la justicia social y del amor.

Por Tony Magliano. Traducido del National Catholic Reporter

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