¿Qué haría Jesús?

Mientras incontables congéneres nuestros humanos sufren terriblemente de una multitud de maneras y gran parte de nuestro planeta gime por cicatrizar las heridas que los humanos le hemos causado, a nuestro gobierno, a otros gobiernos y a mucha de la gente rica parece que apenas le importa. Es lo que el papa Francisco llama "la globalización de la indiferencia".

Se necesita urgentemente un nuevo paradigma creativo -un nuevo modelo dador de vida, protector de la vida, mejorador de la vida que nos guíe hacia la salida de la oscuridad egoísta, violenta, pecaminosa de la intolerancia religiosa, el nacionalismo, el aislacionismo, el materialismo, el consumismo, el racismo, el laicismo y el militarismo-.

Pero no necesitamos seguir tropezando en la oscuridad buscando la forma de salir del barro. En cambio, el nuevo paradigma que desesperadamente necesitamos abrazar es el antiguo y sin embargo siempre nuevo Evangelio de Jesús. Porque en el Evangelio encontramos al Cristo vivo y Sus siempre actuales enseñanzas sobre el amor compasivo, justo, pacífico, no violento, misericordioso, incondicional para todos.

Una reflexión orante honesta, con el corazón abierto y con la mente abierta sobre las palabras y las acciones de Jesús nos dará la guía segura sobre como responder moralmente a las cuestiones de vida y muerte que afronta nuestra nación y el mundo. Y al hacerlo, deberíamos siempre formularnos una pregunta: ¿Qué haría Jesús?

Algunos seguramente dirán que esto es extremadamente simplista, pero me atrevo a discrepar. Y también lo hace la Comisión Bíblica Pontificia.

En su libro, La Biblia y la moralidad, esta comisión afirma que al juzgar la moralidad cristiana de una acción, la pregunta fundamental es: "¿Hasta que punto esta acción está inspirada por el ejemplo de Jesús?"

¿Que haría Jesús -por quien todas las cosas fueron hechas y que estaba tan unido con el mundo natural- en relación a nuestro envenenamiento del aire, del agua y de la tierra con vertidos tóxicos y ante los beneficios obtenidos de la quema del petroleo, del carbón y del gas que está causando el calentamiento global?

Seguramente hablaría contra ello. Y seguramente nos está diciendo que dejemos de contaminar y de calentar peligrosamente la tierra, que la limpiemos y seamos buenos guardianes de Su creación.

¿Qué haría Jesús -que fue un bebé no nacido- ante los más de 900.000 bebés brutalmente abortados cada año en Estados Unidos y los 55 millones en todo el planeta?

Seguramente lo condenaría. Y seguramente nos está ordenando que pongamos fin a esto.

¿Que haría Jesús -que dijo: "Guarda tu espada en la vaina, porque quien a hierro mata a hierro muere"- ante nuestra fascinación por fabricar, poseer, comprar, vender y utilizar armas de alta tecnología?

Seguramente nos diría que paremos de combatir y de preparar la guerra. Y añadiría: "A quien oiga le digo: Ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian, bendice a quien te maldice, reza por aquellos que te maltratan".

¿Que diría Jesús -que dijo: "Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui extranjero y me acogísteis"- ante el sufrimiento de los pobres, de los hambrientos, de los sedientos y de los inmigrantes? Condenaría la tremenda desigualdad entre los pudientes y los desheredados. 

Insistiría en el establecimiento de políticas corporativas, de leyes y de presupuestos justos para garantizar que las necesidades básicas de todos los seres humanos quedan cubiertas. Nos diría que construyésemos puentes de bienvenida, no muros de exclusión. Y nos pediría que pusiésemos en acción fielmente las palabras grabadas en la Estatua de la Libertad: "Dadme vuestras cansadas, vuestras pobres, vuestras apiñadas masas que anhelan respirar libres".

Eso es lo que Jesús haría.

Por Tony Magliano. Traducido del National Catholic Reporter

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