¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazareth?

"¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazareth?" Esa es la primera pregunta que se le formula a Jesús en el Evangelio de Marcos. Realmente es la pregunta central del Evangelio. ¿Qué tenemos que hacer con el hecho de que Marcos ponga la cuestión en la boca de un espíritu inmundo? Para empeorar más las cosas, el demonio acertó de pleno llamando a Jesús el Santo de Dios y acusándole de haber venido para destruir espíritus malignos.

¿Cómo afectó todo esto al astuto pueblo de Dios en la Sinagoga? Marcos nos dice que se quedaron impresionados y diciendo, ¿qué es esto?

¿Por qué era tan fácil para los enemigos de Jesús y tan difícil para sus potenciales discípulos comprender quién era Jesús y de qué iba?

Tal vez es por la diferencia entre nuestras reacciones cuando estamos en peligro y cuando se nos pide un compromiso. El derrotado espíritu inmundo que habló por el mundo demoníaco sabía que la partida estaba perdida. El Santo de Dios es más fuerte que todos los demonios. Todo sobre Jesús dejaba claro que era cuestión de tiempo que el amor divino revelase su extraordinaria importancia.

Entre tanto, la gente corriente, no amenazada, observaba y discernía. Era demasiado pronto para aclarar sus mentes; no estaban preparados para tomar un compromiso a favor o en contra de Jesús.

Aunque los demonios percibían claramente que Jesús era su conquistador, Marcos no hace de ello el punto central del incidente. Les lleva un tiempo a los humanos hacerse con la imagen, así que Marcos presenta a Jesús como un maestro con una nueva pedagogía. Jesús llamó al pueblo a la esperanza del Reino de Dios y a continuación les mostró exactamente lo que tal Reino parecía. Su método era seductor en lugar de abrumador. Todo lo que pretendía era liberar personas.

Mientras la gente intentaba hacerse una idea de quién era Jesús, le comparaban con los líderes religiosos de su tiempo. Los escribas eran los maestros oficiales de la época, los que habían estudiado e interpretado el significado de las Escrituras. Eran profesionales de la religión. Jesús simplemente profesaba la fe -en palabras y en obras-.

Jesús impresionaba porque Él no hablaba únicamente sobre la ley, Él hacía tangible el amor de Dios. No hay otra explicación a por qué alguien lo dejaba todo atrás para seguirle. La "autoridad" de Jesús llegaba a través de sus acciones. Por eso, su aparición en escena -en cualquier escena- hacía surgir la misma pregunta: "¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazareth?".

Cada uno de nosotros debe responder a esa pregunta -seguramente, más de una vez en nuestras vidas-. El salmo responsorial de hoy nos reta hasta cuatro veces: "Si hoy escucháis Su voz, no endurezcáis vuestro corazón". Aunque aquellos que estaban en la sinagoga no adquirieron todavía ningún compromiso tras ver y escuchar a Jesús, se permitieron a sí mismos tener curiosidad. Era un primer paso necesario. Permitieron a su corazón ser vulnerable.

En la encíclica Evangelii Gaudium, el papa Francisco dice: "El mayor peligro en el mundo de hoy,
permeado como lo está por el consumismo es... un corazón complaciente pero codicioso, la enfebrecida búsqueda de placeres frívolos y una conciencia embotada". Francisco cita al papa Pablo VI y dice que "nuestra sociedad tecnológica ha tenido éxito en multiplicar las ocasiones para el placer, pero ha encontrado muy difícil el generar alegría".

Cuando Jesús mostraba al pueblo cómo es el Reino de Dios, les estaba abriendo el apetito para la alegría.

Marcos escribió su Evangelio para enseñarnos sobre el Maestro. Sabía que incluso aquellos discípulos que habían dejado todo atrás tenían un largo camino por delante hasta que comprendiesen tan solo que tenía que ver Jesús de Nazareth con ellos.

Tal vez el reto de hoy no es tanto adquirir ya un compromiso, sino dejar que nuestros corazones se abran. Releyendo el Evangelio de Mateo, se nos invita a mirar de nuevo a Jesús el Maestro que puso cada palabra de su predicación en acción. Se nos invita a recordar esos momentos en los que sentimos Su invitación y quisimos dárselo todo.

Las palabras de Francisco nos llaman a preguntarnos qué puede estar embotando nuestros corazones, narcotizándonos en una complacencia que acepta el placer en lugar de buscar la alegría.

Ya hemos escuchado la respuesta del amenazado demonio: "¿Qué tienes que ver con nosotros?" La respuesta es la única cosa que, hasta este punto, hemos escuchado enseñar a Jesús en el Evangelio de Marcos. Nos está haciendo una oferta y debemos elegir si la aceptamos o la rechazamos: "El Reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el Evangelio". 

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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