La Unión de las Iglesias

 Oración de Yves Congar (1930)

¡Dios mío, sabes que amo tu Iglesia! Pero veo... que en otros tiempos, tu admirable Iglesia tuvo, en la vida civil, en la vida humana total, un ingente y espléndido papel, mientras que ahora apenas le corresponde ninguno. 

¡Dios mío, ojalá tu Iglesia fuera más comprensiva, más estimulante! ¡Dios mío, tu Iglesia es tan latina, está tan centralizada! Cierto es que el Papa es el "dulce Cristo en la tierra", y que nosotros sólo vivimos de Cristo, vinculados a Cristo. 

Pero Roma no es el mundo; ni la civilización latina, ni la humanidad. Dios mío, que has creado al hombre y que sólo has podido recibir una alabanza digna (o menos indigna) multiplicando… las razas y naciones. ¡Dios mío!, que quisiste que tu Iglesia, ya desde su cuna, hablara todas las lenguas... para que la verdad fuera inteligible a todos los oídos humanos. ¡Dios mío, ensancha nuestros corazones! ¡Haz que los hombres nos comprendan y que también nosotros comprendamos a todos los hombres!

¡Dios mío! No soy más que un pobre pequeño (adolescentulus et contemptus); pero Tú puedes dilatar y abrir mi corazón a la medida de las necesidades del mundo. Estas necesidades que tus ojos ven; muchas, muchas más de las que yo pueda expresar. 

¡Dios mío! Danos muchos obreros y, sobre todo, obreros con un gran corazón... El tiempo apremia. Hay mucho trabajo. ¡Dios mío! Haz mi alma conforme a tu Iglesia. Tu Iglesia es ancha y prudente, rica y prudente, inmensa y prudente ¡Dios mío! Basta ya de banalidades; no tenemos tiempo en entretenernos en banalidades. ¡Cuánto trabajo hay, Dios mío! 

¡La Unión de las Iglesias! ¿Por qué, Dios mío, Tu Iglesia, que es Santa y Única, santa y verdadera, tiene a menudo un rostro austero y ceñudo, cuando en realidad está colmada de juventud y de vida? En realidad, el rostro de la Iglesia somos nosotros; nosotros somos los que hacemos su visibilidad. Concede, Dios mío, a tu Iglesia un rostro auténticamente vivo. ¡Me gustaría tanto ayudar a mis hermanos a ver el verdadero rostro de la Iglesia!... ¡Dios mío! En las distintas confesiones cristianas hay errores, es cierto.

Pero ¿vas a permitir que Tu Iglesia cierre sus párpados pesados y prietos ante lo Verdadero que ellas poseen y, sobre todo, ante lo Verdadero hacia lo que ellas tienden?... ¿No encenderás más bien en sus ojos aquel fulgor de inteligencia y de ánimo cuyo secreto tiene la Esposa y, sobre todo, la Madre?...¡Dios mío! ¡Cuántos trabajos inmensos, qué misión tan desproporcionada para unos hombros tan humanos! ¡Ayúdanos! ¡Ensancha, purifica, ilumina, organiza, inflama, llena de prudencia, y aviva nuestras pobres almas!

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