La unidad en el servicio
Señor Presidente,
distinguidas autoridades del Estado y autoridades civiles,
señor Cardenal,
hermanos Obispos,
miembros del Cuerpo Diplomático,
señoras y señores:
Al comienzo de mi estancia en Bangladesh, quisiera darle las
gracias, señor Presidente, por la amable invitación a visitar este país y
por sus cordiales palabras de bienvenida. Vengo siguiendo los pasos de
dos de mis predecesores, el Papa Pablo VI y el Papa Juan Pablo II, para
orar con mis hermanos y hermanas católicos y ofrecerles un mensaje de
afecto y aliento. Bangladesh es un estado joven, sin embargo siempre ha
ocupado un lugar especial en el corazón de los Papas, quienes desde el
principio han mostrado su solidaridad con este pueblo, acompañándolo en
la superación de las adversidades iniciales, y lo han apoyado en la
exigente tarea de construir una nación y su desarrollo. Agradezco la
oportunidad que se me concede para dirigirme a esta asamblea, que reúne a
hombres y mujeres que tienen una responsabilidad concreta en ir dando
forma al futuro de la sociedad de Bangladesh.
Durante el vuelo que me ha traído hasta aquí, me han recordado que
Bangladesh «Golden Bengal» es un país unido
por una vasta red de ríos y canales, grandes y pequeños. Esta belleza
natural es, me parece, un símbolo de su identidad particular como
pueblo. Bangladesh es una nación que se esfuerza por conseguir una
unidad de lengua y de cultura, respetando las diferentes tradiciones y
comunidades que fluyen como arroyos de agua que enriquecen continuamente
el gran cauce de la vida política y social del país.
En el mundo de hoy, ninguna comunidad, nación o estado puede
sobrevivir y progresar aisladamente. Como miembros de la única familia
humana, nos necesitamos unos a otros y somos dependientes unos de otros. Los fundadores del Bangladés, y en
particular el primer Presidente, Sheikh Mujibur Rahman, así lo
entendieron y buscaron incorporar este principio en la Constitución
nacional. Ellos imaginaron una sociedad moderna, plural e inclusiva en
la que cada persona y comunidad pudiese vivir en libertad, paz y
seguridad, respetando la innata dignidad y la igualdad de derechos para
todos.
El futuro de esta joven democracia y el tener una vida política
sana están esencialmente vinculados a la fidelidad a esa visión
fundante. En efecto, sólo a través del diálogo sincero y el respeto por
la diversidad legítima, puede un pueblo reconciliar las divisiones,
superar perspectivas unilaterales y reconocer la validez de los puntos
de vista divergentes. Porque el verdadero diálogo mira hacia el futuro,
construye la unidad en el servicio del bien común y se preocupa por las
necesidades de todos los ciudadanos, especialmente de los pobres, los
desfavorecidos y los que no tienen voz.
En los últimos meses, el espíritu de generosidad y solidaridad,
que es un signo distintivo de la sociedad de Bangladesh, se ha
manifestado con más fuerza en el impulso humanitario con el que han
atendido a los refugiados llegados en masa del estado de Rakhine,
dándoles refugio temporal y lo necesario para la vida. Esto se ha
realizado con no poco sacrificio. Y todo el mundo lo ha podido
contemplar. Ninguno de nosotros puede ignorar la gravedad de la
situación, el inmenso costo en términos de sufrimiento humano y de la
precaria condición de vida de tantos de nuestros hermanos y hermanas, la
mayoría de los cuales son mujeres y niños, hacinados en los campos de
refugiados.
Es necesario que la comunidad internacional tome medidas decisivas
para hacer frente a esta grave crisis, no sólo trabajando para resolver
los problemas políticos que han provocado el desplazamiento masivo de
personas, sino también ofreciendo asistencia material inmediata a
Bangladesh en su esfuerzo por responder eficazmente a las urgentes
necesidades humanas.
Aunque mi visita esté dirigida principalmente a la comunidad
católica de Bangladesh, mi encuentro
de mañana en Ramna con líderes
ecuménicos e interreligiosos será un momento privilegiado. Juntos
oraremos por la paz y reafirmaremos nuestro compromiso de trabajar por
ella. Bangladesh es conocido por la armonía que tradicionalmente ha
existido entre los seguidores de las diversas religiones. Esta atmósfera
de respeto mutuo y un creciente clima de diálogo interreligioso
permite a los creyentes expresar libremente sus convicciones más
profundas sobre el significado y la finalidad de la vida.
De esta manera, ellos pueden contribuir a promover los valores
espirituales que son la base segura para una sociedad justa y pacífica.
En un mundo en el que la religión a menudo se usa escandalosamente
para fomentar la división, el testimonio de su poder reconciliador y
unificador es muy necesario. Esto se ha manifestado de manera
particularmente elocuente en la reacción unánime de indignación que
siguió al brutal ataque terrorista del año pasado aquí en Dhaka, y en el
claro mensaje que las autoridades religiosas de la nación han enviado
de que el santísimo nombre de Dios nunca se puede invocar para
justificar el odio y la violencia contra otros seres humanos, nuestros
semejantes.
Los católicos de Bangladesh, aunque son relativamente pocos,
intentan desempeñar un papel constructivo en el desarrollo de la nación,
especialmente a través de sus escuelas, clínicas y dispensarios. La
Iglesia aprecia la libertad que goza toda la nación de practicar su
propia fe y realizar sus obras de caridad, entre ellas la de
proporcionar a los jóvenes, que representan el futuro de la sociedad,
una educación de calidad y una formación en sólidos valores éticos y
humanos.
En sus escuelas, la Iglesia busca promover una cultura del
encuentro que permita a los estudiantes asumir sus responsabilidades en
la vida de la sociedad. De hecho, la gran mayoría de los estudiantes en
estas escuelas y muchos de los maestros no son cristianos, sino que
provienen de otras tradiciones religiosas. Estoy convencido de que, en
sintonía con la letra y el espíritu de la Constitución nacional, la
comunidad católica seguirá disfrutando de la libertad de llevar a cabo
estas buenas obras como expresión de su compromiso por el bien común.
Señor Presidente, queridos amigos:
Les agradezco su atención y les aseguro mis oraciones para que, en
sus altas responsabilidades, estén siempre inspirados por los nobles
ideales de justicia y de servicio a sus conciudadanos. Sobre ustedes, y
sobre todo el pueblo de Bangladesh, invoco del Todopoderoso las
bendiciones de armonía y paz.
Discurso del papa Francisco en Bangladesh
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