Religiones y espiritualidad en la ciudad multicultural (II)

2.- Espiritualidades alternativas en las culturas urbanas

En su obra El alma del ateísmo A. Comte-Sponville defiende la necesidad de una espiritualidad, entendida como el cultivo de la interioridad del ser humano desde valores como la comunión, la
fidelidad y el amor. A pesar de negar a Dios, Comte- Sponville sostiene la importancia de desarrollar la espiritualidad y la apertura a lo de algún modo absoluto. Para Luc Ferry, filósofo y exministro de Educación de Francia, hay dos tipos de trascendencia: religiosa y no religiosa. Según este autor, la trascendencia, religiosa o no, es importante en una sociedad secularizada. En este sentido discrepa claramente del laicismo y rompe una lanza a favor de la noción de trascendencia, aunque para él se trata de una trascendencia no sobrenatural sino natural, histórica e inmanente, no ligada a Dios. Las nociones de la verdad y del bien moral son trascendentes, ya que son valores superiores a la vida material y meramente biológica, incluso podría hablarse de una divinización de lo humano. En debate con Luc Ferry, otro autor francés Marcel Gauchet, reconoce que en el hombre hay algo de algún modo absoluto. Lo llama absoluto porque expresa lo irreductible o aquello que no puede relativizarse, y que encontramos en nuestra experiencia de la verdad, del prójimo y de los valores que nos hacen salir de nosotros mismos.

En su libro titulado Religión para ateos, el filósofo Alain De Botton sostiene que las religiones realizan dos funciones centrales: la primera, expresan la necesidad de vivir juntos en comunidades armónicas, a pesar de nuestros arraigados impulsos egoístas y violentos y la segunda, ofrecen un sentido ante el dolor que surge de nuestra vulnerabilidad al fracaso profesional, a las relaciones difíciles, al fallecimiento de seres queridos, así como a nuestra propia decadencia y muerte. Su propuesta suena a sincretismo, ya que él mismo anima a combinar a la carta las ideas y prácticas de las diversas religiones. Asimismo, propone que la arquitectura contemporánea mire más de cerca a la religiosa, siguiendo los trabajos de artistas como Louis Khan, Tadao Ando, Peter Zumthor o Mark Rothko. A propósito del ámbito estético, en las ciudades se valora cada vez más el arte y la música. Monumentos religiosos, museos, conciertos, esculturas y obras arquitectónicas pueblan y tipifican nuestras ciudades. El arte y la música llevan a las personas al ser del límite, a lo sublime o subliminal. Para Rudolf Steiner las expresiones artísticas abren a la trascendencia. Puede ser la trascendencia de Oteiza, como vaciamiento sagrado, o el Creador rival que avistaba Picasso cuando se refería a Dios, o la trascendencia sentida como el interminable peso de la ausencia de Dios, vivida por Kafka, o la remitencia a algo que no está dado a los sentidos en el simbolismo estético, como decía Gadamer, o la transparencia opaca del enigma de la que hablaba Paul Ricoeur.
Ante el actual supermercado espiritual la teología tiene la tarea de acompañar a las personas. San Ignacio de Loyola en una de sus reglas dice que aquel que acompaña a un peregrino y que va con él, debe ir al paso del peregrino, sin adelantarse ni retrasarse. Para acompañar hoy a los peregrinos multiculturales:
es necesario saber entrar en la niebla de la indiferencia religiosa sin perderse; es necesario bajar también a la noche más oscura sin verse dominados por la oscuridad y perderse; es necesario escuchar las ilusiones de muchos, sin dejarse seducir; es necesario acoger las desilusiones, sin caer en la amargura; palpar la desintegración ajena, sin dejarse disolver o descomponer en la propia identidad”

3.- El encuentro interreligioso ante los fundamentalismos y la violencia
Lamentablemente, hay quienes siguen invocando el nombre de Dios para asesinar, destruir y justificar estrategias bélicas y despiadadas atrocidades. Acontecimientos aún recientes muestran la presencia de manipulaciones y abusos de los imaginarios religiosos para atentar contra la más elemental dignidad de los seres humanos. ¡Qué actuales vuelven a resultar las palabras del filósofo judío Martin Buber:
Dios es la más abrumada de cargas de todas las palabras humanas (...) las generaciones de los hombres han desgarrado la palabra con sus partidismos religiosos; por ella han matado y por ella han muerto (...) profanada como está (hemos de) enderezarla una hora al menos con el máximo cuidado”.

Ante esta situación hay quien propone eliminar a Dios del mapa cultural y educativo precisamente para frenar el riesgo de los fanatismos, integrismos y fundamentalismos religiosos. Esta medida no es ni eficaz ni legítima. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la dimensión de apertura a lo sagrado y a lo de algún modo absoluto es constitutivamente humana y que la sombra de Dios es alargada (Nietzsche), y en segundo lugar, las personas ateas o arreligiosas no están exentas de poder llegar a cometer las mismas atrocidades que las personas religiosas, aunque sea en el nombre de la especie humana o de ideologías totalitaristas o a la mayor gloria de la razón instrumental. Lo que sí es necesario es el desarrollo de prácticas religiosas humanizadoras y pacificadoras. Para ello es necesario contar con las éticas humanistas, especialmente, con aquellas que proponen una ética universal, apta para propiciar un efectivo diálogo interreligioso. Las éticas humanistas nos advierten justamente de los peligros del dogmatismo, la superstición y la intolerancia en que han caído no pocas veces las personas religiosas a lo largo de la historia en las diversas religiones. Además, la extensión de una ética basada sobre principios racionales hace posible la fundamentación de las bases para el establecimiento de una ética de alcance mundial, aunque solo pueda ser vivida y expresada en la pluralidad y variedad de las culturas y las religiones. Así lo expresaba el papa Francisco en uno de sus discursos en su visita a Egipto:

La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad...Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad (...) Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios".

En esta misma línea Ahmed al-Tayeb, el gran imán de la Universidad Al-Azhar de El Cairo afirma que ninguna religión puede ser acusada como responsable de los crímenes llevados a cabo por ciertos grupos de fieles. El terrorismo nace de políticas más grandes que tienen una doble moral y que se basan en una interpretación errónea de sus textos religiosos. Pero para superar el fanatismo y la violencia en las religiones es fundamental el desarrollo de prácticas de convivencia interreligiosa como base de encuentro intercultural. El Concilio Vaticano II pide a los cristianos que, en lugar de condenar y rechazar, se dediquen a reconocer, guardar y promover aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que existen en los no cristianos. En este sentido, en nuestro entorno intercultural más próximo cabría destacar las iniciativas promovidas por las siguientes plataformas y asociaciones: la Mesa de Diálogo Interreligioso de Bizkaia (Unesco Etxea), compuesta por cristianos de diversas confesiones, musulmanes, baha`is y otros; el Congreso Internacional e Interreligioso (Barandiaran Kristau Elkartea-Pax Romana); el Centro Social Ignacio Ellacuria de Bilbao y, dentro de él, DIAR (Diálogo, Interreligioso, Aceptación, Respeto); la asociación Gune de Zumaia; la plataforma Talaipe (Euskal Herriko erlijio arteko mahaien sarea), Baketik y Asis Topagunea, desde Arantzazu, el Foro Espiritual de Lizarra (Navarra) y la Association Interreligieuse de Bayona, entre otras.

Por su parte, las diversas tradiciones religiosas deberían fomentar el único extremismo que se permite a los creyentes y que, en palabras del papa Francisco, es el extremismo del amor, algo por cierto que ya expresó en su tiempo con belleza literaria el filósofo y humanista Lessing. En su obra Natán el Sabio, la última obra poética de Lessing, terminada en marzo de 1779, libro de lectura obligatoria en los colegios alemanes, este autor cuenta que, en respuesta a una pregunta capciosa que le hizo Saladino a Natán el sabio sobre la verdadera y única religión, este le respondió con la parábola de los tres anillos. Un padre poseía un anillo de valor incalculable que tenía la fuerza secreta de hacer agradable a Dios a quien lo llevara con esa confianza. Por tradición, el padre debía legarlo a su hijo predilecto, sin tener en cuenta el nacimiento. El padre quería a los tres hijos por igual y a los tres prometió dejarles el anillo. Ante el conflicto que se le plantea al padre, este manda en secreto que un orfebre fabrique dos anillos idénticos al original. El padre, antes de morir, reparte a cada uno de sus hijos por separado su bendición y su anillo. Ante el juez, cada hermano jura que ha recibido el anillo del padre. Y el juez les indica que la única forma de comprobar cuál es el anillo verdadero es la intensidad del amor hacia los otros dos hermanos, ya que el anillo auténtico es aquel que más refleja el brillo del amor del padre.

4.- Una espiritualidad cristiana al servicio de la ciudad multicultural
El Dios cristiano no es un Dios solitario, sino un Dios solidario. El cristianismo, al profesar la fe
en Dios uno y trino, confiesa que Dios es comunión: tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Con la categoría teológica de comunión (koinonía) se expresa una común unión de personas que poseen atributos diferentes, rasgos específicos, propios y, a la vez, una más profunda unión entre quienes son diversos. En Dios la diversidad tiende a la unidad y la unidad se manifiesta en la diversa pluralidad. Dios es fuente de la comunión entre los ciudadanos y ciudadanas que habitamos un mismo mundo (global), pero no al margen de las peculiaridades idiosincráticas de cada una de ellas, sino precisamente en ellas (local). Comunión no es uniformidad, sino unidiversidad, “uni-versalidad”. La comunión trinitaria no es ni solo global ni solo local, sino “glocal”. Jesucristo, el Hijo de Dios, al encarnarse, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre y mujer, y por tanto, a todo ciudadano y ciudadana, sea de la nación, cultura o religión que sea, ya que todo ser humano en su pluralidad y desde su pluralidad, y no, a pesar de ella, es imagen y semejanza del Dios comunión trinitaria de Personas. Cada ciudadano y ciudadana, en su concreta e histórica y particular vida comunitaria puede ser reflejo del misterio de Dios uno y trino. El cristianismo está llamado, por tanto, a manifestar, por un lado, la ciudad común hacia la que todos los seres humanos caminamos y, por otro, a contribuir a la dignidad humana en la pluralidad de ciudades, pueblos, naciones y culturas.

Las religiones y la espiritualidad cristiana pueden y deben contribuir eficazmente a la convivencia ciudadana. Según J. Habermas, los símbolos religiosos cumplen hoy tres funciones en la ciudad multicultural: expresiva, socializadora y denuncia crítica. Cumplen una función expresiva y simbólica al abrirnos a un sentido trascendente, en relación con las cuestiones que escapan del control de la ciencia (el mal, el dolor, el fracaso moral, la justicia de las víctimas y la esperanza de que el asesino no tenga la última palabra, como decía Max Horkheimer) Los símbolos y tradiciones cristianas socializan porque convocan y reúnen a familias y grupos urbanos, a través de valores y rituales compartidos. Y denuncia crítica, en cuanto que, según J.B. Metz, el cristianismo es memoria subversiva de aquellos que siguen sin tener sitio en la sociedad del bienestar y de quienes son víctimas de sistemas estructuralmente injustos. Tras la caída de las ideologías de la modernidad, la espiritualidad cristiana vuelve a inspirar fraternidad, solidaridad y esperanza, como hace el papa Francisco cuando habla de un Dios cercano y presente en experiencias que regeneran lo humano, de un Dios que dice no a una economía de la exclusión y no a la nueva idolatría del dinero, un Dios sanador, liberador y humanizador. Así lo expresaba la Congregación General de la Compañía de Jesús:

Esta Congregación urge a todos los jesuitas y a quienes comparten la misma misión, en particular a las universidades y centros de investigación, a promover estudios y prácticas orientadas a enfrentar las causas de la pobreza y a mejorar el medio ambiente”.

Esta espiritualidad cristiana, centrada en el estudio académico de la Biblia y de la Teología Sistemática, ha animado durante 50 años a la Facultad de Teología de esta Universidad. Esta Facultad cuenta con más de cien años de historia, puesto que su origen está en el Colegio Máximo que la Compañía de Jesús abrió para la formación de sus estudiantes en 1880 en Oña (Burgos), el cual fue canónicamente reconocido como Facultad de Teología por la Santa Sede en 1932. En 1966 el P. Arrupe decretó el traslado a Bilbao de la Facultad de Teología de Oña. Dicha integración se llevó a efecto en 1967, hace 50 años. En octubre de 1968 se albergó la Facultad en un edificio nuevo en Artxanda, funcional y práctico pero alejado del centro del campus y del núcleo de la ciudad. A partir de 1980 la Facultad de Teología se trasladó al recinto del campus de la Universidad de Deusto en Bilbao. 

En estos 50 años de integración académica en el Campus de Bilbao ha contribuido al desarrollo de las dimensiones del paradigma Ledesma-Kolvenbach: fides, humanitas, iustitia y utilitas. La dimensión central ha sido y es la fides, es decir, la reflexión actualizada del mensaje cristiano en diálogo con la cultura contemporánea; pero siempre unida a las otras tres, especialmente a la promoción de la justicia y a la formación humana en valores. Desde sus inicios, hace 50 años, promovió la justicia con el compromiso de sus estudiantes en la denuncia de la injusticia y de la negación de las libertades y derechos humanos en los años 60 y 70, y con la activa participación de sus profesores en la aplicación práctica de la doctrina social de la Iglesia. Más adelante, contribuyó de forma reseñable a la condena y deslegitimación del terrorismo mediante la organización de gestos de repulsa a iniciativa de sus estudiantes, la publicación de artículos de algunos de sus profesores en la prensa local y la condena oficial y pública de la violencia terrorista por parte de su Consejo de Facultad. En el ámbito de la promoción de la cultura, hay que destacar la edición de dos colecciones de textos en euskera: Erlijio Kulturaren Bilduma, incluyendo la traducción de los documentos del Vaticano II y Erlijioen Jakinduria. En cuanto a la utilitas nuestra Facultad de Teología ha incorporado a todas las asignaturas de Ciencias Religiosas la metodología blended learning, obteniendo el reconocimiento del Vaticano en 2011, ofreciendo además una ciberteología y una espiritualidad virtual en el continente digital. Esperemos que esta Facultad siga siendo el alma de nuestra Universidad en el futuro y lo hará, como decía el P. Luis Armendáriz:
si la Universidad mantiene en alto su propósito de transmitir valores trascendentes, y si la teología, sin dejar de pensar profundamente su fe en Dios en la coyuntura actual, se muestra capaz de ponerla en diálogo con los otros saberes en la búsqueda de un humanismo cabal y de un reparto más equitativo de los bienes de la tierra”.

Por Vicente Vide Rodríguez. Lección inaugural del curso académico de la Universidad de Deusto

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