También Jesús tuvo que aprender
Hoy las tres lecturas y hasta el salmo van en la misma dirección: La
salvación universal de Dios. El
tema de la apertura a los gentiles fue
de suma importancia para la primera comunidad. Muchos cristianos judíos
pretendían mantener la pertenencia al judaísmo como la marca y seña de
la nueva comunicad, conservando la fidelidad a la Ley. Esta postura
originó no pocas discusiones entre los discípulos y no se vio nada claro
hasta pasado casi un siglo de la muerte de Jesús. Por eso es tan
importante este relato.
Mateo relata este episodio inmediatamente después de una violenta
discusión de Jesús con los fariseos y letrados, acerca de los alimentos
puros e impuros. Seguramente la retirada a territorio pagano está
motivada por esa oposición. Jesús viendo el cariz que toman los
acontecimientos prefiere apartarse un tiempo de los lugares donde le
estaban vigilando. El relato pretende romper con los esquemas
estereotipados que algunos cristianos pretendían mantener:
Judío=creyente y extranjero=pagano y ateo.
El evangelista no pretende satisfacer nuestra curiosidad sobre un
acontecimiento más bien anodino. Quiere dejar claro, que si una persona
tiene fe en Jesús, no se puede impedir su pertenencia a la comunidad
aunque sea “pagana”. Es un relato magistral que plantea el problema
desde las dos perspectivas posibles. En él se quiere insistir tanto en
la actitud abierta de los cristianos como en la necesidad de que los
paganos vinieran con unas disposiciones adecuadas de reconocimiento y
humildad.
Los perros son considerados impuros en muchas culturas. La idea que
nosotros tenemos de hiena, es lo que más se aproxima a la idea de perro
inmundo. Pero hay gran diferencia entre los perros salvajes y los de
compañía que son considerados como familia. A esta diferencia se aferra
la mujer para salir airosa. Jesús no podía prescindir de los prejuicios
que el pueblo judía arrastraba. Jesús tenía motivos para no hacer caso a
la Cananea; pero nos encontramos con un Jesús dispuesto a aprender,
incluso de una mujer pagana.
En el AT hay chispazos que nos indican ya la apertura total por parte
de Dios a todo aquel que le busca con sinceridad. La primera lectura
nos lo confirma: "A los extranjeros que se han dado a Señor les traeré a
mi monte santo". No cabe duda de que Jesús participa de la mentalidad
general de su pueblo, que hoy podíamos calificar de racista, pero que,
en tiempo de Moisés, fue la única manera de garantizar su supervivencia.
Gracias a que para Jesús la religión no era una programación, fue
capaz de responder vivencialmente ante situaciones nuevas. Su
experiencia de Dios y las circunstancias le hicieron ver que solo puede
uno estar con Dios si está con el hombre. Las enseñanzas de Jesús no son
más que el intento de comunicarnos su experiencia personal de Dios.
Pero para poder comunicar una experiencia, primero hay que vivirla.
Jesús, como todo hombre, no tuvo más remedio que aprender de la
experiencia.
Jesús toma en serio a la mujer Cananea; no como los discípulos. El
texto litúrgico quiere suavizar la expresión de los discípulos y dice
‘atiéndela’. Pero el “apoluson” griego significa también
despedir, rechazar; exactamente lo contrario. La respuesta de Jesús:
“Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, no va
dirigida a los apóstoles, sino a la Cananea. La dureza de la respuesta
no desanima a la mujer, sino todo lo contrario. Le hace ver que el
atenderla a ella no va en contra de la atención que merecen los suyos.
Por ser auténtico y sincero por ambas partes, el diálogo es
fructífero. Jesús aprende y la cananea también aprende. Se produce el
milagro del cambio en ambos. Lo que este relato resalta de Jesús, es su
capacidad de reacción. A pesar de su actitud inicial, sabe cambiar en un
instante y descubrir lo que en aquella mujer había de auténtica
creyente. Jesús descubre que esa mujer, aparentemente ajena al entorno
de Jesús, tiene más confianza en Él que los más íntimos que le siguen
desde hace tiempo.
Jesús es capaz de cambiar su actitud porque la Cananea demuestra una
sensibilidad mayor de la que muestra Jesús. De ella aprendió Jesús que
debía superar sus prejuicios. Aprendió que hay que proteger ante todo a
los débiles; una idea femenino-maternal. Le sorprendió la confianza
absoluta que en él tenía la mujer; otro valor femenino. Lo que más
maravilla en el relato es la capacidad de Jesús de aceptar, es decir,
hacer suyos los valores femeninos que descubre en aquella mujer. Jesús
descubre su "anima" y la integra.
La mujer representa a todos los que sufren por el dolor de un ser
querido. La profunda relación entre ambas impide delimitar donde empieza
el problema de su hija. La madre es también parte del problema; de
hecho le dice; socórreme. La enfermedad de la hija no es ajena a la
actitud de la madre. Curar a la madre supone curar a la hija. La
enfermedad de la hija nos hace pensar en problemas de relación
materno-filial. Cuando la madre se encuentra a sí misma con la ayuda de
Jesús, se soluciona el problema de la hija.
Los cristianos hemos heredado del pueblo judío el sentimiento de
pueblo elegido y privilegiado. Estamos tan seguros de que Dios es
nuestro, que damos por sentado que el que quiera llegar a Dios tiene que
contar con nosotros. Esta postura que nos empeñamos en mantener, es tan
absurda y está tan en contra del evangelio de Jesús, que me parece
hasta ridículo tener que desmontarlo. Todos los seres humanos son
iguales para Él.
Juzgar y condenar en nombre de Dios, a todo el que no pensaba o
actuaba como nosotros, ha sido una práctica constante en nuestra
religión a través de sus dos mil años de existencia. Va siendo hora de
que admitamos los tremendos errores cometidos por actuar de esa manera.
Debemos reconocer, que Dios nos ama a todos, no por lo que somos, sino
por lo que Él es. Esta simple verdad bastaría para desmantelar todas
nuestras pretensiones de superioridad y como consecuencia, todo atisbo
de intolerancia y rechazo.
Debemos aceptar, como la Cananea, que muchas de las carencias de los
demás, se deben a nuestra falta de compromiso con ellos. Sobre todo en
el ambiente familiar, una relación inadecuada entre padres e hijos es la
causa de las tensiones y rechazo del otro. Muchas veces, la culpa de lo
que son los hijos la tienen los padres por no ponerse en su lugar e
intentar comprender sus puntos de vista. El acoger al otro con cariño y
comprensión podía evitar muchísimas situaciones que pueden llegar a ser
crónicas y por lo tanto enfermizas.
Por Fray Marcos. Publicado en Fe Adulta
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