¿Por qué nos buscan?
Son muchos los motivos por los que buscamos a otras personas: porque
las necesitamos, porque queremos aprovecharnos de ellas, porque queremos
expresarles nuestro agradecimiento o porque
queremos ayudarles. El
evangelio cuenta que un día los padres del niño Jesús le perdieron. Como
le amaban, fueron a buscarle. Le encontraron en el templo de Jerusalén
rodeado de doctores de la ley. Allí Jesús reprochó a sus padres que le
habían buscado sin saber que su primera obligación era estar en las
cosas del Padre del cielo y, porque no sabían esto, le buscaban mal.
En otra ocasión, Jesús reprocha a los judíos que le busquen no por
los signos divinos que realiza, sino porque les ha dado de comer (Jn
6,26). Buscan en Jesús el pan que no sacia y, por eso, cada día hay que
tomarlo de nuevo. Pero Jesús quiere que descubran otro pan, el que baja
del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,33). El reproche de Jesús no está
en que buscan pan material, necesario para esta vida, sino en que se
quedan en eso, y no buscan el otro pan que llena de vida y de esperanza.
Me pregunto qué busca la gente en las instituciones que gestionamos
las Congregaciones religiosas y, en general, en las instituciones
eclesiales (colegios, hospitales, residencias para ancianos y niños,
pisos para expresos o enfermos de sida, comedores sociales). ¿Buscan
calidad o buen servicio? No está mal. También Jesús dio de comer a
quienes tenían hambre. Pero si se quedan en la calidad de nuestra
enseñanza, en el buen servicio de nuestros dispensarios, en la
generosidad de nuestros comedores, si sólo se quedan ahí, se quedarán
con hambre y no se habrá logrado el objetivo que todo testigo de
Jesucristo debe buscar, a saber, que la gente se encuentre personalmente
con el Señor.
¿Por qué nos buscan? Cada uno sabrá el motivo por el que acude a
nuestras instituciones. Por nuestra
parte, debemos atender a todos, sin
preguntar por los motivos que les llevan a nuestras puertas. El amor es
gratuito. Con la caridad no se hace proselitismo. Pero los cristianos
que estamos al frente de tales instituciones tenemos que preguntarnos:
¿por qué las mantenemos, por qué hacemos lo que hacemos? Si es sólo para
que elogien nuestro buen hacer, nos equivocamos. Las mantenemos porque
en el amor que damos encontramos a Cristo sufriendo en el pobre o en el
enfermo.
Las mantenemos no para que nos aplaudan (y no digamos para ganar
dinero), sino por motivos evangélicos. Y, si podemos, si es oportuno,
sin molestar y respetando la libertad, tenemos que anunciar a
Jesucristo. Tenemos que provocar una pregunta: ¿por qué hacen eso, por
qué actúan de esta manera? ¿Cuál es el espíritu que les mueve? Si
logramos suscitar esta pregunta, habremos preparado el terreno para
ofrecer la buena respuesta, la única que verdaderamente importa.
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