Cuanto más fieles, más creativos
La verdadera globalización está en edificar la familia humana, aun en tiempo de crisis. Aportación del carisma de la unidad en esta entrevista a Jesús Morán, copresidente de los Focolares. Por Giulio Meazzini
Licenciado
en Filosofía y especialista en antropología teológica, Jesús Morán
acaba de publicar el libro Fedeltà creativa. La sfida
dell’attualizzazione di un carisma. En él aborda dos temas: los grandes
retos globales de hoy y la necesidad de actualizar los carismas, sobre
todo tras la muerte del fundador.
–¿Cuál es el reto de hoy día?
–La
globalización. Es un fracaso porque está dominada por grupos económicos
que globalizan sus intereses particulares a expensas de la gente pobre y
esclavizan el ámbito político. Estos intereses, respaldados por un
potente aparato militar, atenazan el mundo. Deberíamos orientarnos hacia
una globalización que respete todas las culturas y las tradiciones
religiosas, de manera que cada una dé su aportación y se produzca una
comunión de bienes real a escala mundial. Es necesario un cambio de
mentalidad en los individuos y en los pueblos, además de instrumentos
para controlar a estos grupos económicos. Lamentablemente muchos
organismos internacionales hoy no parecen estar a la altura. Habría que
relanzar instituciones como la Unión Europea, la Unión Africana, los
organismos internacionales de ámbito religioso, las conferencias
episcopales continentales y cualquier otra iniciativa donde se comparta e
intercambie conocimiento.
–¿Sería necesaria una dirigencia iluminada?
–Antes
que nada vendrían bien unos testimonios morales a nivel mundial, como
el Papa Francisco, que privilegia lo que nadie toma en consideración y
lo pone de relieve, o como el patriarca Bartolomé, y entre los políticos
Nelson Mandela. Pero han de estar apoyados por el pueblo. Para los
puestos clave habría que elegir a personas capaces de hacer sistema, en
el sentido científico del término, que indica interdependencia positiva.
Las ciudadelas de los Focolares que hay en todo el mundo podrían ser un
pequeño modelo, en cuanto que están habitadas por personas de varias
naciones y realizan el ejercicio de compartir entre generaciones y entre
distintas capacidades. También quisiera subrayar la experiencia de los
musulmanes del Movimiento de los Focolares en Argelia.
Allí no se “hace diálogo”, sino que se vive la unidad entre personas de
distintas religiones, con el mismo ideal, el amor recíproco a nivel
global, sin sincretismos: yo plenamente cristiano, tú plenamente
musulmán. Esa es la verdadera globalización: edificar la familia humana.
–¿Un reto imposible?
–Me da ánimos Benedicto XVI
con su concepto de las “minorías creativas”, que a lo largo de los
siglos han hecho historia. La eficacia de estas minorías no se ve
enseguida. Pensemos en los monasterios medievales, en los filósofos de
la antigua Grecia, en los primeros monjes budistas.
–¿Los carismas aportan algo?
–En
el libro he reflexionado sobre el proceso de “actualización”, que se
torna especialmente intenso tras la muerte del fundador. Si me fijo en
el mundo actual, los tiempos son distintos a los que vivió Chiara
Lubich, y por tanto hay que seguir por su camino, pero desarrollando
otros conceptos y otros lenguajes.
–Tras la muerte de los fundadores se da un periodo de crisis…
–De
hecho percibo señales de desánimo, de nostalgia, de poca confianza en
que el carisma tenga potencia para responder a los retos de hoy. Pero
actualización significa captar los interrogantes de nuestro tiempo,
estar cerca de la gente y al mismo tiempo profundizar en el don
recibido, conscientes de que aún no lo hemos comprendido del todo y de
que en él se encierra algo perenne. Hay que tener el valor de verificar
cuáles de esas formas de hacer que creíamos conformes al carisma son en
realidad relativas, ligadas a un momento, y cambiarlas. La actualización
nos vuelve protagonistas y nos empuja a salir de nosotros mismos.
–¿Al Movimiento de los Focolares le asusta lo nuevo?
–Le
asusta, como a todo el mundo, porque acomodarse a los pasos que ya has
dado es un proceso natural. El temor de no estar a la altura ante Dios o
la historia es un don, en cambio el miedo no viene de Dios y
humanamente paraliza. Las fuerzas carismáticas al principio nacen casi
sin estructura alguna, luego viene la institucionalización, que puede
apagar la fuerza propulsora, con el riesgo de que las fuerzas más
creativas se vayan, buscando espacio en otro lugar. Pero esas personas
son indispensables. Naturalmente siempre queda el riesgo de equivocarse,
pero es mejor equivocarse que morir por inercia.
–Dice
el Papa que un carisma no es una pieza de museo, y usted escribe que no
basta con volver a los textos del fundador y repetirlos…
–Solo
el creativo es fiel al carisma. No es fiel quien repite, sino quien
realiza un esfuerzo de creatividad. La misma Chiara Lubich no estuvo
nunca parada, no repetía, no se conformaba con lo que encontraba. Solo
el creativo le será fiel. Por otra parte, creativo no es aquel que sigue
una idea suya personal, sino que va hasta el fondo de ese don que no
viene de él, si bien requiere toda su inteligencia. Así pues, cuanto más
fieles, más creativos, cuanto más creativos, más fieles.
–En el libro reclama vida de unidad y estudio.
–Vida
de unidad porque es el centro de nuestra espiritualidad y requiere
compartir concretamente mente y corazón. Estudio porque la unidad hay
que entenderla y también hay que entender la manera en que hemos de
donar esa unidad. Ante ciertos fenómenos extremos de hoy día
(refugiados, descartados, posthumano, subhumano) ser inteligente
significa hallar nuevos lenguajes para reformular determinados conceptos
y seguir siendo fieles al carisma. Pero, atención, no es una labor de
intelectuales. Una de las personas más creativas que conozco es Alfonso,
que ha creado una red de apoyo a los encarcelados. Y luego también es
útil el estudio, ya que todavía no disponemos de una antropología, una
ética y una eclesiología a la luz del carisma de la unidad. En esto estamos al principio. Por ello son importantes nuestras agencias culturales, como la Escuela Abbá, el Instituto Universitario Sophia, las iniciativas profesionales que llamamos inundaciones, etc. La sinergia entre vida y cultura es fundamental.
–Hay quien dice que somos presuntuosos, que creemos tener todas las respuestas…
–Podemos
encontrar respuestas a los retos de hoy a partir de nuestra
experiencia, pero lo verdaderamente específico de nosotros está en crear
espacios de creatividad, lugares de escucha recíproca, donde podamos
encontrar nuevas ideas junto a otros. Esto se hace con pequeños gestos y
actos de amor, y también liderando ámbitos académicos y culturales,
aportando nuestra huella y nuestro estilo. Son necesarias personas
capaces de reunir a otras con su pensamiento y su autoridad cultural y
moral. El verdadero intelectual no es aquel que tiene la mejor idea,
sino aquel que es capaz de hacer la síntesis, porque tiene la madurez
necesaria. Querer construir una cultura de la unidad y ser presuntuoso
es un contrasentido.
– ¿Si tuviera que hacer un llamamiento en cuanto copresidente?
–Vivimos
un momento crucial en la historia de la humanidad, entonces
comprometámonos con la unidad, tanto a nivel académico como cultural,
religioso, político, social. Vivamos por los demás, empezando por el más
pequeño, con la máxima apertura hacia el mundo, procurando leer en
profundidad lo que está ocurriendo. Esto requiere un compromiso personal
y colectivo. Llenemos nuestros encuentros de contenidos sustanciales,
de vida y empeño cultural. Una reunión será significativa si involucra a
personas que viven en el mundo con pasión, no a personas que están
cómodas, sino a las que se interrogan. Tenemos que sentir en nuestra
piel lo que viven nuestros coetáneos y tener el valor de ser creativos y
“radicales”, según la vocación recibida.
–¿Incluso en los momentos de crisis?
–Tras
la muerte del fundador siempre se da un periodo de crisis, porque nos
damos cuenta de nuestras limitaciones: ya no está Chiara Lubich, vemos
morir a sus primeras y primeros compañeros, solos somos un desastre,
algunas realizaciones apenas se tienen en pie, tenemos menos vocaciones
que antes… La tentación está en decir que no somos capaces, que no
estamos a la altura del carisma. El paso siguiente es pensar que el
carisma no es verdadero. Es una tentación grave. En cambio hay que
atravesar este momento, ponerle un nombre y también reconocer que hemos
fallado en algunas cosas. Si ocultamos el fracaso, no reconoceremos la
prueba. Solo después de reconocerla podremos reemprender la marcha con
mayor confianza, no tanto en nosotros mismos, cuanto en Dios. Esa será
la definitiva superación de la autorreferencialidad, pues ya no podremos
decir que “nosotros” tenemos la respuesta, o que “nosotros” hemos hecho
esto y aquello. Tenemos que pasar esta prueba para distinguir entre el
don de Dios y nosotros, para llegar a decir: ya no nos fiamos de
nosotros mismos, sino de Dios. Yo veo el carisma de Chiara más vivo que
nunca.
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