Perdonad

El Evangelio de Juan nos ofrece dos relatos en los que Jesús se hace presente en medio de un grupo de Sus discípulos, apariciones que Marcos y Mateo ni siquiera mencionan y que Lucas presenta como un único acontecimiento. Al leer los relatos de la resurrección, necesitamos recordar que el objetivo de los evangelistas no era escribir noticias de periódico sino conducir a los lectores a reflejar su propia fe en el Señor Resucitado.

La lectura de hoy incluye ambos relatos por Juan de las apariciones de Jesús a Sus discípulos reunidos. Todo lo que sabemos sobre el primer grupo al que Jesús se presenta es que incluía a algunos pero no a todos los discípulos y que tenían tanto miedo que se habían encerrado, dejando la impresión de que estaban en busca.

Jesús apareció en medio de ellos como la antítesis de todo lo que representaba su actual estado del corazón y de la mente. Mientras ellos se apartaban y se escondían del mundo, Él, el supuestamente desaparecido, les encontraba. Juan simplemente dice que Jesús les saludó con la paz. Aunque sea un saludo común que hoy sigue siendo utilizado por judíos y musulmanes, expresa una profunda bendición de plenitud, integridad y, sin duda en este caso, de reconciliación.

Los discípulos que pensaban que encerrándose en sí mismos tendrían seguridad de repente se veían confrontados por el crucificado, ahora plenamente vivo. Aunque eso ya sería suficiente para humillarlos, además estaban cara a cara con el amigo y maestro que habían abandonado y negado.

El Señor Resucitado nunca apareció con ostentación y pirotecnia. En cambio, apareció a sus queridos amigos con una simplicidad comparable a la de Su nacimiento en un pesebre. Cuando apareció dentro del espacio cerrado por las puertas, mostró a Sus discípulos Sus manos y pies, señales de todo lo que había sucedido y también la señal definitiva de que el mal y la muerte no tenían poder sobre Él- ni siquiera en la cruz-.

Jesús, que había hablado tan extensamente en la última cena, solo hace unas pocas y breves  afirmaciones cuando se aparece entre los discípulos. La palabra que repite es "paz". Cuando la repite, seguramente recuerdan Su promesa de darles paz, no como la del mundo. Tras este saludo, Jesús les muestra las manos y los pies atravesados, que le identifican exactamente como quién es: el Crucificado y el Resucitado.

Tras impartirles una segunda bendición de paz, Jesús les repartió el poder de la gracia para convertirse en quienes estaban llamados a ser. Exhalando sobre ellos como Dios había insuflado vida en los primeros humanos, les incorporó a Su propia relación de ser amados y enviados para llevar a cabo el trabajo del Padre. Jesús dio a sus discípulos el ministerio que simbolizaba e incluía todo lo que había hecho: "Perdonad. Tenéis el poder. Tenéis la gracia necesaria. Perdonad".

En su libro Jesús Resucitado en medio de nosotros (Jesus Risen in our midst), Sor Sandra Schneiders, del Inmaculado Corazón de María, subraya que estamos acostumbrados a traducciones que malinterpretan este versículo añadiendo una palabra que no se encuentra en el texto griego a la segunda parte de la orden de Jesús. Jesús mandó a Sus discípulos perdonar los pecados, pero cuando habló de retener, la palabra "pecado" no aparece en la frase. Jesús mandó a Sus discípulos perdonar los pecados pero "retener" a las personas, no a sus pecados pasados. Como sugiere Schneiders, retener el pecado de otro es conservar el pecado y rechazar al pecador -dificilmente la misión de Jesús-.

Tomás es el compañero de diálogo clave de Jesús en la historia de la segunda aparición, que
comienza justo como la primera: con la paz. Excepto por su necesidad de tocar a Jesús Resucitado, no conocemos los detalles de la lucha por la fe de Tomás. ¿Encontró los testimonios de los primeros testigos poco convincentes? ¿Era la duda de que la muerte pudiese realmente ser vencida? Tal vez realmente lo que no podía creer era que todos pudiesen ser perdonados por sus pecados.

Lo que fuera que le bloqueaba, quedaba simbolizado por el sufrimiento de Jesús; Tomás necesitaba ver por sí mismo que alguien tan herido podía estar vivo y amando.

Y así, Jesús actuó exactamente como les había dicho a Sus discípulos que hiciesen: demostrando como perdonar y retener rápidamente a quien podría perderse, Jesús invitó a Tomás a tocarle y a tomar su lugar en la comunidad creyente. Tomás no necesito más pruebas.

En esta segunda semana de Pascua, la primera comunidad y especialmente Tomás se levantan como testigos para nosotros. Sus historias nos animan a permitir que la palabra de paz y reconciliación de Cristo nos toque y nos mueva a la misión.

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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