El Señor nos alimenta desde la Palabra y la Eucaristía

En estos domingos de Pascua, nuestra celebración pascual continúa mientras reflexionamos sobre la presencia de Cristo resucitado entre nosotros. El tiempo de Pascua nos invita a entrar más profundamente en el significado del misterio pascual, que celebramos en cada eucaristía. Cada eucaristía es una "pequeña pascua" que dirige nuestra atención hacia el misterio pascual. El misterio pascual de Cristo -Su vida, pasión, muerte y resurrección- están en el corazón de nuestra fe, ofreciendo continuamente fe y esperanza en Dios que siempre es fiel y responde a las necesidades de todos.

Las lecturas de hoy capturan la esencia del tiempo pascual, que celebramos durante cincuenta días. El salmo responsorial pide al Señor resucitado que nos muestre el camino de la vida. Las lecturas nos proporcionan la guía para recorrer el camino de vida que Cristo resucitado ha construido para nosotros.

El Salmo 16 es una clara afirmación de confianza en Dios, que nos auxilia en nuestras dificultades y sostiene nuestra vida, incluso en la misma presencia de la muerte. El salmista se muestra con abundante alegría en la presencia de Dios y bendice al Señor con acción de gracias por haber sido rescatado de la muerte y por habérsele mostrado el camino de la nueva vida en Dios. Este mismo Dios de la vida ha elevado a Jesús de entre los muertos. Si seguimos el camino de la vida que Jesús nos proporciona, nosotros también nos levantaremos de entre los muertos con Él y viviremos eternamente con Dios. Esta es nuestra fe y nuestra proclamación pascual.

La primera lectura de los Hechos nos narra el discurso de Pedro dicho después de que el Espíritu de Jesús hubiese sido derramado entre los discípulos. Pedro cuenta que Dios envió a Jesús para mostrarnos el camino de la vida. Y le elevó de la muerte y le exaltó, convirtiéndole en nuestro camino hacia la vida eterna. El camino que Jesús forjó sigue disponible a aquellos que se abren a la abundancia del Espíritu.

La segunda lectura, de la Primera carta de Pedro, nos pide que nos conduzcamos con reverencia mientras permanecemos en Dios. Jesús nos ha adquirido para Dios, no con bienes perecederos sino con el ofrecimiento intachable de Su propia vida. Porque Jesús voluntariamente se dió tan completamente a sí mismo, Dios le elevó y le convirtió en la fuente eterna de nuestra fe y de nuestra esperanza en Dios. Estamos llamados a modelar nuestras vidas en el estilo de Jesús de amor y preocupación por los demás.

La lectura del Evangelio de Lucas nos lleva al camino de Emaús, el camino en el que afrontamos las luchas y las dudas de la vida, junto con las respuestas y conexiones que Jesús nos ofrece. Dos de los discípulos de Jesús, muy probablemente marido y mujer, volvían a su casa en Emaús. Desanimados y consternados por todo lo sucedido a Jesús en Jerusalén, vieron todas sus esperanzas mesiánicas destrozadas cuando Él padeció y murió en una muerte cruel.

Cuando el Señor resucitado se encuentra a los discípulos en el camino, sus dudas y decepciones les impiden reconocerle. En respuesta a sus preocupaciones, Jesús desempolva las escrituras judías, mostrándoles por qué el mesías tenía que sufrir y morir. Dándose a los demás -hasta el extremo de la muerte- se convierte en el camino de gloria de Jesús así como en el de cualquiera que decida seguirle.

La búsqueda de la sabiduría por los de Emaús sigue cuando invitan a su casa al todavía no reconocido
Jesús. Mientras comparten la comida, toma el pan, lo bendice, lo parte y se lo da a ellos. En ese mismo momento, reconocen a Jesús pero Él rapidamente se desvanece.

Al reflexionar sobre su experiencia en el camino y en la mesa, se dan cuenta de dos cosas. Sus corazones ardían cuando Él les explicaba las Escrituras. Le reconocieron al partir el pan. Sabiendo que tal sabiduría y revelación tenía que ser compartida, inmediatamente volvieron con los demás discípulos para contarles su impresionante historia.

La narración de Emaús es un claro recordatorio de la realidad cristiana de que el Señor nos alimenta desde dos mesas: la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. Ambas acciones nos conducen al camino de vida de Jesús.

Al prepararte para celebrar la Eucaristía de este domingo, reflexiona sobre cómo has llegado a conocer y a profundizar tu consciencia sobre el Cristo resucitado por medio de la lectura y el estudio de las Escrituras. Cuenta las veces que has experimentado tu corazón ardiendo cuando el Señor "abría" las escrituras para ti.

Reflexiona también sobre cómo has sido alimentado por el Señor en la mesa eucarística. Al hacerlo, piensa en formas en las que puedes ser fuente de alimentación para los demás, especialmente para aquellos en necesidad, material o espiritual.

Usemos este tiempo pascual para entrar más plenamente en en el camino de la vida de Jesús. ¡Feliz viaje a todos nosotros!

Por Biagio Mazza. Traducido del National Catholic Reporter

Comentarios

Entradas populares