Alcanzar

Estaba viendo la televisión y me dí cuenta de que alguien había colocado una señal gigantesca en su cocina que decía "alcanzar". La palabra me intrigó y decidí estudiarla. Encontré que hay muchas connotaciones psicológicas, teológicas y espirituales en torno a ella, así como clichés, como, por ejemplo, "alcanzar las estrellas, tus objetivos, nuevos horizontes, tus ambiciones, la plenitud, la santidad, la gracia" y muchas más. La Madre Teresa escribió: "El amor es un fruto de todas las estaciones y al alcance de todas las manos".

La palabra "alcanzar" significa estirar, extenderse o llegar y señala una evolución en las fases de la vida. Mirando al retrovisor, pensé en épocas en las que alcanzar era algo significativo para mí o, por el contrario, carecía de significado. La cronología de mi vida tuvo dos momentos de ruptura que necesitaron mucho trabajo de recuperación interior: cuando perdí mi salud y nunca me recuperé físicamente y cuando nuestro querido hijo se suicidó con diecisiete años en 1999. Aquellos fueron días de duelo en lo que lo único que aspiraba a alcanzar era la cordura.

Al final, aprendí a vivir en la nueva normalidad y a redefinir mi vida, pero por supuesto nunca fue lo mismo. Aprendí el valor de simplemente "estar" y lo que significa ser alcanzado por el cuidado de los demás que, como describió Sue Mon Kidd en "La vida secreta de las abejas", echaron una pizca de misericordia en mi vida destartalada.

Al final, encontré mi voz y fundé un ministerio para los enfermos y personas en duelo mediante la escritura de una colección de libros y ensayos y desarrollando una web de apoyo. Alcanzar desde la experiencia lo que la gente estaba pasando fue tremendamente sanador.

La imagen que viene a mi mente cuando pienso en aquellos días y en la palabra "alcanzar" es la que me envió en una postal de oración una amiga, Sor Mary Southard de San José, una artista. Es una pintura de un ángel que se eleva a la tierra en una órbita de luz, con el eslogan "Desde los brazos del amor, a los brazos del amor, el amor nos mantendrá".

Hay un hermoso, turbulento sentido del movimiento en la pintura, de Dios que alcanza el suelo y el ángel que alcanza lo alto, mientras la gente abajo permanece con sus brazos extendidos, liberando globos y dejándolos ir, que también es una forma de alcanzar.

Los maestros espirituales nos enseñan que más allá de alcanzar lo alto o lo lejano, también tenemos que alcanzar nuestro interior. Como mi amigo Adolfo Quezada, que también ha perdido un hijo, enseña en su libro "Amarte a ti mismo por el amor de Dios", hacemos esto para "vivir desde el interior y hacia el exterior", para encontrar el descanso, la perspectiva, la fe, la simplicidad y el bienestar espiritual.

Alcanzar profundamente el interior, extender la compasión a uno mismo, es darse cuenta del valor de uno a través de los ojos del alma. Especialmente cuando las consecuencias de los errores, de las fatigas abrumadoras, del estrés o de las tragedias nos hacen sentir clavados en el barro, necesitamos repetirnos este mantra: Alcánzate a ti mismo con misericordia. Da a la esperanza, a la sanación, a la bravura, a Dios y a los demás una oportunidad.

En ocasiones, cuido del cachorro de cavalier spaniel de mi hijo, Reese. El otro día, cuando fuí a visitarle y pasé la puerta, corrió hacia mí, se levantó sobre sus patas traseras, pateó mis pantalones, levantó su cola, alcanzándome para que le levantase del suelo. Me vi sobrepasado por el placer de ver lo feliz que era de verme, recordándome la poderosa cita de Toni Morrison preguntándonos si nuestros ojos se iluminan cuando un ser querido o un niño entran en una habitación.

Cuando le alcancé y le levanté, mientras lamía exuberantemente mi cara, pensé que no le guiaba ninguna agenda. Simplemente quería ser querido y extender el amor, un recordatorio de que siempre deberíamos aspirar a alcanzar la alegría.

Como escribió Henri Nouwen, "necesitamos ser ángeles para los demás, dar a los demás fuerza y
consolación, porque solo cuando nos damos cuenta de que la copa de la vida no es solo una copa de dolores sino también una copa de alegría podremos beberla".

Cuando escribo esto, estoy a punto de alcanzar un hito en mi vida, al cumplir los 65 años. Una nueva era está naciendo al alcanzar este rito de paso. Hay un sosiego en el alcanzar ahora, una mayor comprensión de Romanos 8:26, que dice que cuando sentimos que no podemos rezar, el Espíritu rezará por nosotros, en nosotros. 

Para mí, alcanzar también es esto. Experimento esta conexión que alcanza arriba, fuera y dentro de nosotros cuando realizo tareas simples y comunes como cuando lentamente friego los platos mientras disfruto de la cálida agua enjabonada o cuando miro al amistoso ciervo al que mi marido alimenta fuera de la cocina. Pienso en su querida cara anciana con sus gafas manchadas y torcidas y me doy cuenta con dolor de que nuestros días para alcanzar están contados. Pienso en lo vitalmente importante que es prestar atención a lo que nuestros corazones aspiran a alcanzar y discernir si es a algo dador de vida o no.

Como la mayoría a mi edad, sé lo que es haber alcanzado el final del camino trazado y haber tomado el camino con el que alcanzar "lo desconocido, la posibilidad y la promesa".

Es bueno alcanzar los frutos y la sabiduría de la edad anciana -una alegría, en verdad- sabiendo que todavía hay mucho que explorar y que aprender sobre esta intrigante palabra, "alcanzar".

Por Joni Woelfel. Traducido del National Catholic Reporter

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