La nueva agenda vacía

Después de los villancicos y los regalos, de las cenas y la narración de cuentos, una cálida felicidad navideña se extiende por las mentes y los corazones. Por su fulgor, colocamos en nuestro escritorio la agenda del próximo año, la que proclama orgullosamente el 2017.

Tal vez nos alivie tirar la vieja, la que marcó nuestros altibajos a lo largo de 2016. Sostiene el recuerdo de lo ordinario: nuestras citas con dentistas y médicos, los cumpleaños, tal vez un viaje para ver a un viejo amigo o conocer un nuevo país. Nos recuerda aquel día en el juzgado y el primer (o el último) día de trabajo. Sostiene las fechas en las que fuera de nuestros círculos, personas pobres, personas inocentes perdieron su vida o sus miembros por estúpidos actos de violencia. No los marcamos, pero sabemos que esos días están ahí. Trabajamos para perdonar, no para olvidar.

La nueva agenda está en blanco, abierta a las películas con amigos y a las cenas con compañeros de trabajo. Sus páginas se extienden ante nosotros brillantes e inmaculadas, listas para dar la bienvenida a los días buenos, a los días grandes, a los días comunes.

¿Cómo marcaremos los días que vienen?

Por supuesto, tenemos el bolígrafo negro de confianza. Marca nuestros planes más permanentes el año que viene. Podemos usar el lápiz, pero ¿por qué actuar con provisionalidad respecto a aquello más próximo a nuestros corazones?

El lápiz es para citas que podríamos -o nos podrían hacer- cambiar. El lápiz es para lo que podríamos hacer, si tuviésemos tiempo. El lápiz es para soñar.

El bolígrafo negro es permanente. El bolígrafo marca un cumpleaños. El bolígrafo marca una comida con la madre, o con un amigo.

Ahora, la agenda está vacía, excepto tal vez esas pocas semanas en verano, abiertas a la aventura y a la diversión.

¿Qué traerá el año 2017? El mundo que nos rodea se encamina hacia el nuevo año dañado de tantas maneras. Las atrocidades estallan alrededor nuestra en la conciencia mundial.

¿Cómo podemos marcar la agenda para crear una senda de paz?

Si pensamos en los siete pecados capitales, y en sus colores asociados, tal vez haya algunos bolígrafos que tenemos que tirar a la basura metafóricamente. No podemos evitar completamente los siete. Podrán ser sutiles sombras, o podrán ser icebergs en nuestros corazones. No importa. Podemos perderlos en el año que viene.

Comencemos con el bolígrafo rojo. Es el color más asociado a la ira, la fiera que se sienta tras nosotros lista para saltar al ataque de un recuerdo y rasgarnos hasta volvernos locos.

El verde también se puede ir. Es para la envidia, ladrando a nuestra conciencia porque alguien
tiene lo que nosotros no tenemos.

Su vecino de la casa de al lado, el amarillo de la codicia, también puede salir por la puerta, despidiéndose al marcharse. Si abrimos nuestras manos y nuestros corazones, comprenderemos que no lo necesitamos.

El naranja es el siguiente; marca la gula glotona que procede de caer víctima de la codicia. De nuevo, simplemente dejémosle irse.

Ahora, excluyamos los azules, el azul oscuro de la lujuria y el azul claro de la pereza. Ambos prometen comodidad, pero una comodidad que no necesitamos y una comodidad mentirosa que acaba revelándose en más dolor.

El morado es para el orgullo, la creencia pavoneada de que somos mejores, de alguna manera, que el siguiente. Pregunta a Goethe sobre el orgullo y te dará una copia de Fausto, pregunta a Milton y señalará a Paraíso Perdido. Por supuesto, Dante se lleva el pleno -de la ira, la envidia,lacodicia, la gula, la lujuria, la pereza y el orgullo- en su Divina comedia.

Entonces, ¿nos quedamos sólo con el bolígrafo negro y el lápiz temporal?

En realidad no. Los colores en la agenda no necesariamente ensucian su promesa. Los colores en la agenda pueden señalar eventos especiales y personas especiales. Pero si nos encontramos rojos de ira o verdes de envidia, deberíamos recordar que hay algo más en la vida. Si estamos amarillos de codicia o naranjas de gula, deberíamos intentar reducir nuestro apego a aquello que nos ata. Los tonos azules de la lujuria y de la pereza marcan juntos el azul deprimido que apaga nuestra sonrisa. Por supuesto, el morado orgullo nos aleja de la próxima persona que conozcamos.

¿Por qué hacer este ejercicio? ¿Por qué desarrollarlo con simples colores del espectro? Tal vez para recordarnos lo que significaban para los autores medievales y para tantos otros, que conocían y se tomaban lo suficientemente en serio los problemas del mundo y predecían las manchas en el calendario recién cerrado y en el próximo.

El mundo se tambalea bajo los ataques del maligno, de todas las maneras en las que estas siete categorías rellenarán las noticias de la noche. Pero podemos y debemos recibir el nuevo año con gratitud, listos para marcar permanentemente y con alegría cada maravilloso día.

Que Dios bendiga tu 2017.

Por Phyllis Zagano. Traducido del National Catholic Reporter

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