¿Estás lo suficientemente desesperado para decir Sí a Dios?

Comienza a parecer que se acerca la Navidad.

Como estadounidense, tengo una visión estereotipada de cómo deberían ser las navidades. Es un tiempo frío, oscuro, ventoso. Nos abrigamos, corremos desde nuestras cálidas casas hasta lugares de encuentro como este y de vuelta a nuestras cálidas casas. Es un tiempo para reunirse con la familia y con los amigos. Es un tiempo para reafirmar nuestras seguridades. De que aunque estemos experimentando las noches más largas del año, la luz de la amistad, de la comunidad y de la fe sigue brillando. Estamos juntos. Somos amados. Dios provee.

Me gusta esta visión de la Navidad. Creo que es una interpretación fiel de la manera en la que Dios nos llama a ser una comunidad fiel, en la que nos preocupamos los unos por los otros. Incluye el mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los otros. Captura la esperanza que Él nos trajo con la resurrección -que, no importa lo larga que sea la noche, viene una mañana radiante.

El niño Jesús es esa mañana radiante. En medio del frío y la oscuridad del invierno, viene a nosotros como la luz de la Navidad. Nace de una pareja de buenos judíos -un artesano y su joven prometida-. Esta pareja estaba viviendo una noche muy oscura y muy fría. Ellos -toda su familia, toda su nación- vivía bajo la brutal ocupación militar de un poder extranjero. Estaban viviendo en un imperio que mantenía su poder a través del completo dominio militar. Un imperio que derrotaba las rebeliones aniquilando ciudades enteras y esclavizando a pueblos completos.

Junto con toda la nación judía, María y José estaban esperando, rezando por la salvación. La salvación que buscaban era muy tangible. Esperaban un gran líder militar. Alguien al estilo del rey David, que expulsase a los romanos de Judea para siempre. María y José estaban esperando al ungido de Dios, que por fin establecería el reino que Dios prometió a David -un reino de justicia y de paz que no terminaría nunca-.

Aún así, solo puedo imaginar el shock que debieron experimentar María y José cuando descubrieron el papel que Dios les reservaba. María era sólo una chica joven, probablemente poco más que una niña. Sin embargo, Dios le habló a ella. Eligió a María como la madre del Mesías. La madre del liberador prometido. La madre del hijo de Dios.

Se quedaría corto decir que esto volvió del revés la vida de María. Nada podría ser igual que antes. Su vida entera quedaría definida por este nacimiento, este niño, esta relación con Jesús. A pesar de todo, María dijo "Sí" a la llamada de Dios. Hubiese sido menos sorprendente si hubiese dicho no. Pero dijo "Sí". Estaba preparada para la misión. Sabía cuan grande era la opresión de su pueblo. Sabía lo desesperadamente que necesitaba a un salvador. Por lo tanto, dijo "Sí".

Creo que a veces olvidamos el papel de José en la historia, o tal vez lo centramos en la fidelidad y la valentía que demostró al responder al plan de Dios. Pero la respuesta de José es casi tan milagrosa como el nacimiento virginal. ¿Cuántos hombres hubiesen aceptado la afirmación de su prometida de que su embarazo era obra del Espíritu Santo?

Si recuerdas la lectura de hace unas semanas, al sumo sacerdote Zacarías le costó mucho creérselo cuando el ángel le contó que él y su mujer Isabel tendrían un hijo. Seguro que eran demasiado ancianos para eso. Por su incapacidad para creer la palabra de Dios, Zacarías pasó nueve meses mudo, incapaz de hablar sobre el mensaje que había recibido.

José, en cambio, fue capaz de superar sus dudas sobre un acontecimiento incluso más increíble. De alguna manera, fue capaz de trabajar a través de sus miedos y dudas de que María le había sido infiel. También tuvo la fortaleza de carácter necesaria para sobrellevar la verguenza que ciertamente vendría cuando otros sospechasen que no era el padre de Jesús. Tuvo la valentía de criar a Jesús como a su propio hijo, confiando en que la palabra de Dios era verdad.

Creo que José pudo mostrar este tipo de coraje precisamente porque comprendió lo que estaba en juego. Dios mandó a José que llamase a su hijo Jesús- Yeshua. "Yeshua" es una palabra hebrea que significa "Dios salva". José comprendió que Dios estaba interviniendo decisivamente en la historia. Dios estaba actuando para salvar a Israel de sus enemigos, la terrible opresión de los romanos y de su títere local, Herodes. Dios por fin estaba cumpliendo su promesa, dada a lo largo del Antiguo Testamento, de que elevaría a un gobernante para que se sentase en el trono de David, para dirigir al pueblo de Dios y administrar la justicia para siempre.

Tanto María como José comprendieron que esta era la gran llamada de sus vidas. Serían los padres del Mesías. Educarían a aquel que salvaría a Israel.

Cualquier otra esperanza, sueño o ambición que María o José tuvieran para sus vidas, estaban dispuestos a sacrificarlas para responder a la llamada de Dios.

Tal vez fuese porque eran unos santos impresionantes, con un poder de discernimiento y de compasión que excede con mucho del tuyo y del mío. Es posible. Pero tiendo a pensar que había algo más profundo en juego.

Creo que cualquiera de nosotros puede desarrollar actos heroicos desinteresados si se dan las circunstancias apropiadas. Simplemente tenemos que estar lo suficientemente desesperados. Piensa en las historias que has escuchado de tipos normales levantando coches ellos solos para salvar a un ser querido. Ayer ví una noticia de una mujer joven que encontró a su padre atrapado bajo un camión de tonelada y media. Sin pensárselo, se arrodilló, levantó el vehículo y lo puso fuera del cuerpo de su padre. El hombre sobrevivió.

Esta clase de fuerza y de poder impresionante es posible para todos nosotros cuando estamos realmente desesperados. Cuando toda la fuerza de nuestra vida se canaliza en una dirección, lo milagroso puede suceder. Es lo que ocurre cuando una hija ve a su padre atrapado bajo un coche. Es lo que ocurrió cuando María y José vieron a su pueblo atrapado bajo la bota de la ocupación romana. Estaban lo suficientemente desesperados para hacer lo imposible. Su necesidad de salvación se había convertido en tan grande que estaban listos para cooperar con el Espíritu Santo. Para hacer lo que en otro caso parecería impensable.

Para María, para José y para todo el pueblo judío de aquel tiempo, la salvación no era primariamente un concepto "espiritual". No era ir al cielo tras la muerte. No era algún tipo de escape trascendental a las miserias de esta vida. Para los miles de judíos que estaban rezando por la llegada del Mesías, la salvación era algo muy concreto. Era política. Era material. Era salvar las vidas de sus hijos. Rezaban por un futuro en el que los romanos no insultasen su fe ni desecrasen la Ciudad Santa. En el que nunca más viesen su economía expoliada y explotada. En el que nunca más sus maridos y sus hijos terminasen crucificados.

La salvación de Dios no es simplemente una idea bonita. Es aire para quien está luchando por respirar. Es agua para la persona que sufre sed en el desierto. Es comida para una madre cuyos hijos se están muriendo de hambre. Para esa clase de salvación, la gente común como tú y como yo podemos hacer milagros.

Cuando recordamos el nacimiento del niño Jesús, cuando celebramos la venida del mesías de Dios, es tiempo de preguntarnos: ¿Tenemos hambre de salvación? ¿Tenemos sed de ella sobre todas las cosas? ¿Estamos listos para cambiar nuestras vidas radicalmente para buscar la salvación?

En cierto sentido, estamos en desventaja respecto a María y José. En comparación con ellos, nuestras vidas son bastante cómodas. Te puedo asegurar que George no nació en un establo. Tuvimos acceso a fantásticas matronas que nos guiaron en el parto, y teníamos personal médico de emergencia listo para ser llamado si algo iba mal. Fuimos muy bendecidos.

Aquellos que hemos pasado toda nuestra vida en Estados Unidos, hemos conocido una relativa paz y estabilidad. Incluso en los años más recientes, cuando nuestro país ha comenzado a deslizarse profundamente hacia el odio y la violencia, estos han sido la excepción más que la regla. He crecido en un país en el que yo y la mayor parte de mis conocidos nos sentimos ciudadanos de una democracia. No víctimas de una ocupación. No ovejas que puedan ser trasquiladas al capricho de un dictador. He tenido una vida verdaderamente bendecida.

Así que tengo que preguntarme: ¿De verdad quiero ser salvado? ¿De verdad tengo hambre y sed de justicia? ¿De verdad quiero la convulsión que viene con la salvación? ¿O preferiría permanecer en un cómodo infierno?

Nuestra nación está entrando en un momento de gran prueba y todavía está por verse qué camino elegimos. ¿Abrazaremos al niño Jesús, con todas las convulsiones y problemas que trae? ¿Llevaremos este embarazo hasta el final? O le diremos a Dios "No. No quiero a este niño. Encuentra a otro, Dios. No necesito esta clase de molestia en mi vida".

En el programa de recuperación de adictos en doce pasos, tienen el concepto de "tocar fondo". Para los alcohólicos y los drogadictos, "tocar fondo" es cuando el dolor de consumir se convierte en mayor que el dolor de no consumir.

Para que Dios enviase a Jesús al mundo, María y José tuvieron que "tocar fondo". Tenían que saber que las molestias de recibir a Jesús era menor que el dolor de aceptar un día más de injusticia económica, desprecio moral y oscuridad espiritual. Para recibir a Jesús, el pueblo judío tenía que saber que ser crucificado un día era menos doloroso que seguir todos los días en el círculo interminable de injusticia, violencia y opresión.

La Navidad nos da la oportunidad de preguntarnos: ¿Estamos ya ahí? ¿Hemos tocado fondo? ¿Es el mal de vivir en un mundo de odio, violencia e ignorancia mayor para nosotros ahora que el sacrificio que procede del seguimiento de Jesús?

Si lo es, Dios hará milagros en nuestras vidas. Como José, nos convertiremos en agentes de Su protección y de Su sanación. Como a María, Dios nos utilizará para traer a Jesús en medio de las injusticias de este mundo. "La Virgen concebirá y dará a luz a un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel- Dios con nosotros". Amen.

Traducido de Micah Bales

Comentarios

Entradas populares