Cuatro luces para Navidad

Tú, que deshaces siempre nuestros planes
y desmontas nuestros propósitos,
aquieta los deseos y las aspiraciones
que nos distraen de percibirte
en el presente eterno de tu Presencia.

Tú, que llamas a nuestra puerta
a cada momento, a la espera de un Sí confiado,
aquieta los ruidos y dispersiones
que nos impiden escuchar y acoger
tu llamada sangrienta hacia nuestra plenitud.

Tu, que abres rutas y caminos
en las heridas y el sufrimiento de nuestro mundo,
desinstálanos de nuestro victimismo e indiferencia,

para que seamos capaces de allanar los caminos
con el consuelo y la curación de nuestro ser en Ti.

Desvélanos y tu Ser será ya presente en el ahora insoslayable.
(Mar Galcerán)

CUATRO LUCES PARA NAVIDAD. Cuatro sugerencias en verso, para poner belleza en tu corazón. Para que esta belleza se convierta en luz en tu vida, con el espíritu del Nacimiento del Amor revestido de sencilla humanidad.

TU QUE DESHACES NUESTROS PLANES... Porque nos amas y quieres que nuestros planes sean Tus planes, que nuestros caminos sean Tus caminos (cfr Is 55,8), que nos invitas a trabajar en tu viña, ya que hemos aceptado ser obreros tuyos, hacer nuestra tu obra, lo cual nos ha llevado a aceptar la Regla de tu siervo san Benito: no anteponer nada a Cristo (R 4, 21; 72,11)

Pero nosotras y nosotros, sumidos en el ritmo de vértigo de este mundo vamos tomando aficiones, deseos, preocupaciones... que están movidas por otra sabiduría. Y ello provoca que se apaguen luces en nuestro camino, y se enciendan otras; pero tú cada año vienes a encender la luz de Tu presencia, luz de bajo consumo, pero de fuerte esplendor, esa luz de tu presencia que quiere despertar un DESEO vivo, fuerte, generoso de ti.

Por esto yo te diría Señor con los sentimientos y palabras de san Agustín:
Mi alma arde en deseos de conocer este complicadísimo problema, que soy yo. Te ruego por Cristo, Padre bueno, que no ocultes ni escondas a mi investigación estas cosas tan misteriosas, tan habituales como misteriosas, concédeme que pueda penetrar en ellas para que se me aclaren iluminadas por tu misericordia... Dame lo que deseo, pues es verdad que lo deseo, y esto es don tuyo. (cfr Las Confesiones L. XI,cap. 22)
Concédeme tu luz para descubrir, contemplar y gozar tu presencia entre nosotros, tú que haces EMMANUEL, DIOS CON NOSOTROS. Verdadero ejercicio de AMOR.


TÚ QUE LLAMAS A LA PUERTA... Tú, que estás permanentemente a la puerta llamando, (Apoc 3,20) con la cabeza cuajada de rocío, y los rizos del relente de la noche (Ct 5,2), Tú que esperas a las puertas de nuestra casa esperando las migajas de nuestra fiesta... (Lc 16,19). Esperando nuestro sí, pero no para compartir migajas, sino para todo el ritmo de una extraordinaria fiesta interior. Tú que llamas a la puerta, esperando entrar, para encender luces, para un banquete en donde nadie este excluido. Pero aquí nos hacemos un lío Señor. Así lo pienso leyendo a tu siervo san Agustín que nos dice:
Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y allí fuera te buscaba...Me llamaste. Me gritaste. Rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste ante mí. Y quitaste la ceguera de mis ojos. Exhalaste tu perfume y pude respirar. Ya suspiro por ti. Te probé y ahora siento hambre por ti. Me tocaste y me abrasé en tu paz. (Las Confesiones, L. X, cap 27)
¿Estás dentro?, ¿estás fuera? Da igual. Lo importante es que permanentemente nos estás llamando. Y vienes a llamarnos con nuestra propia voz humana. Para romper nuestra sordera. Con amor. Tú que llamas, y Tu llamada es una llamada de amor que quiere compartir y enseñar la verdadera sabiduría del Amor, para que nuestros senderos sean cada día senderos de luz, camino de plenitud.

TÚ QUE ABRES RUTAS Y CAMINOS... Y lo haces haciéndote Tú mismo Camino, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida... (Jn 14,6). Tú eres el Camino. Tú, abres caminos. Tú vienes a instalar tu programa, Tu proyecto de Vida en nuestras vidas, para darnos capacidad de abrir caminos, de allanar caminos para muchos. Para Cristo. Porque Cristo es todo y todos (Col 3,11). Pero parece que este Camino no es asumido por todos. Hoy queremos abrir nuestros caminos, o mejor "mis caminos"; o también quedarnos en la fría indiferencia y por lo mismo en el "sin sentido" de nuestra vida. Y no, no es esta la ruta que abre el Señor con su Encarnación, con este "Dios con nosotros" sino otra más apasionante... Y como "hoja de ruta" recomendaría el capítulo 72 de la Regla de san Benito: donde se nos sugiere "adelantarse a honrarse unos a otros" siguiendo a continuación todo un progreso de sabiduría para la relación personal con los demás, y acabar con la guinda en el pastel: "que no antepongan nada a Cristo, y que éste nos lleve todos juntos a la vida eterna".

Pero no siempre es éste el pastel que nos agrada degustar, incluso en la vida monástica. Y por este camino vamos apagando luces. Hermana, hermano... tienes necesidad de estas luces de Navidad. Empieza a encender tu corazón...

 DESVÉLANOS TU SER Y SERÁ YA PRESENTE. ¿Acaso no dijiste: Yo estaré con vosotros
cada día, hasta el fin del mundo (Mt 28,20)? ¿Acaso no dijiste: Cada vez que lo hacéis (dar de comer, de beber, de vestir..) con un hermano mío, de esos más humildes, lo hiciste conmigo (Mt 25,31ss)?

¿No fue tu Navidad, el Misterio de la Revelación y Consumación de tu amor, de una vez por siempre? ¿Qué más queda por desvelar de ti, Señor?

Tus amigos fueron sensibles a tu Amor, a tu presencia viva y te anunciaban: Jesús Nazareno hombre que Dios acreditó entre vosotros, realizando signos y prodigios que conocéis (Hech 2,22)
Nosotros poseedores del Espíritu de Jesús Nazareno, ¿qué prodigios y signos llevamos a cabo?

Quizás 125 millones de desplazados y refugiados, que ponen en peligro la paz mundial, como clama el Papa Francisco, como profeta en el desierto.

Quizás ciudades mártires como Alepo y otras muchas, que como presuntas "adulteras son enterradas por multitud de piedras lanzadas por "inocentes" portadores de piedras y un corazón duro como el hierro.

Quizás 800 millones de hambrientos, cuando millones de toneladas de comida van a ser desechados estos días de Navidad.

Y los "quizás" que todos conocemos por los medios de comunicación podrían alargar la lista. Pero nosotros, es posible que vamos a seguir nuestro camino de consumo navideño, posiblemente seguiremos con nuestro tiempo, entretenidos en teologías y morales que endurecen nuestro corazón, y dando lugar a que los "príncipes" de este mundo pontifiquen desde sus palacios, porque me pregunto:

¿Cómo puede un corazón insensible, duro, reconocer la presencia de Quien no se fue, sino que dijo que permanecía con nosotros hasta el fin del mundo, para que tengamos la capacidad de pasar haciendo el bien y sanando...?

Y me viene a la memoria la invitación de san León Magno: Este es un tiempo de pulir las aristas del corazón. Quizás un buen regalo de Navidad sería comprar un buen surtido de limas.

Por José Alegre, publicado en Religión Digital

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