Deja a Dios ser Dios

¿Te has topado con esos tipos de la Iglesia cuya sola presencia te hace consciente de que no estás a la altura? No tienen que publicar su currículum religioso. Algo en su porte lo transmite sin necesidad de explicitación.

Algunos de ellos, como Mateo menciona en 23:5, se distinguen mediante su ropa, llena de adornos. Parecen como los fans que viven los colores de su equipo de fútbol -salvo que afirman estar en el equipo de Dios-. Su uniforme sirve como un ticket de admisión a los mejores lugares en los ambientes eclesiásticos.

La descripción es obviamente una caricatura, como la que hizo Jesús del fariseo que acudió al templo pavoneándose de su justicia en ambas mangas de su bien ajustada capa.

Por supuesto, el otro personaje tiene que estar igualmente sobreactuado, el opuesto al personaje número 1, al que podríamos llamar Leví. El número 2, llamémosle George, tiene también ropas bastante buenas, su oscura profesión le permite comprarse las mejores. Pero hay algo en su caminar que es diferente, más meditativo a medida que se aproxima al lugar de oración.

Cuando llega al templo, obviamente no se siente en casa. No recuerda exactamente lo que se le ha enseñado que se hacía allí, pero algo le ha conducido a ese lugar y le deja al menos un poco incómodo.

¿No sabías que los dos llegaron al mismo tiempo? Levi se da cuenta inmediatamente de tal hecho y mira hacia George, demasiado tímido incluso para echar un vistazo a su alrededor. Sorprendentemente, Leví está encantado de encontrarse a George allí. ¡Comparar y contrastar es su juego favorito!

Ahora llegamos a la "oración" de cada uno. Hablando sobre Leví, Jesús dice "tomó su posición", dando la impresión de que si hubiese sido católico, habría sido el primer banco, al lado de la imagen de Nuestra Señora (aunque María nunca lo diría, Leví sabe que es más importante que San José).

Aunque alguien podría preguntarse si las palabras de Leví merecen calificarse como "oración", Jesús dejó abierta la cuestión al decir que él "dirigió su oración a sí mismo". Comenzó utilizando el nombre de Dios. Si Leví pretendió comunicarse con Dios, su mensaje fue básicamente algo así como "Felicidades por tu buen juicio, es comprensible por qué aprecias mis logros -especialmente cuando uno ve el pobre trabajo que hacen otros-." Lo único que faltaba en su autoengrandecimiento era el uso del "nosotros" real, del plural mayestático.

No hay mucho más que decir sobre George. Sólo se quedó allí de pie, con la cabeza mirando al suelo, golpeándose el pecho en autoincriminación. En nada se aproximó a la gran imaginación que demostró Leví. Pero acudió a Dios con una petición clara. La oración de George dejó espacio a Dios para responder y para hacer lo que a Dios se le da mejor: ser misericordioso.

La lectura de hoy de Sirach dice que la oración de los humildes llega a los cielos. Ese es exactamente el punto que Jesús nos refleja en la historia. Dios no tendrá favoritismos, pero Dios no puede hacer más con nosotros que lo que nosotros nos dedicamos a hacer. No tiene sentido acudir a Dios sólo para presumir sobre nosotros mismos y sobre nuestros planes para el mundo. Dios ve a través de todo eso y encuentra al final sólo un trágico vacío.

Esto no quiere decir que nos presentemos como carentes de dignidad. Pablo nos da un ejemplo de genuina humildad en su última voluntad, como se nos recuerda en el texto de hoy de Timoteo 2.

Pablo sabe que está haciendo todo lo posible por cumplir con su misión. Ha hecho un buen trabajo y no ha perdido la fe en Dios. Es exactamente la combinación necesaria para vivir la vocación cristiana. Su misión vino de Dios y, con la ayuda de Dios, la cumplió lo mejor que pudo.

Con una conciencia clara, puede esperar recibir la corona de los justos, un regalo para él y los demás que pertenecen a Dios.

Si Pablo sabe que ha hecho el mejor de sus esfuerzos y cree que Dios le llevará a Su casa eterna, no se singulariza. No tiene que hacerlo. Algo en su manera de ser apunta más allá de sí mismo porque su oración siempre se ha dirigido hacia Dios con esperanza y agradecimiento.

Si buscamos un resumen de una línea a lo que las lecturas de esta semana nos enseñan sobre la oración, podría ser "Deja a Dios ser Dios". Y podríamos tomarlas en muchos sentidos.

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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