Ser Iglesia

¿Qué significa ser la Iglesia? ¿Se trata de una organización con personal y edificios? ¿Es un conjunto de tradiciones heredadas de nuestros ancestros, una especie de marca? ¿Son estas las cosas que hacen de nosotros el cuerpo de Cristo?

Cuando leo el Nuevo Testamento, veo algo diferente. Durante los años de ministerio de Jesús, desarrolló una relación maestro- estudiantes. La comunidad de los discípulos se mantuvo unida porque cada uno estaba comprometido a seguir a Jesús, aprendiendo de Él e imitándole.

Después de la Resurrección, la comunidad se expandió. Llegamos a saber que Jesús sería un maestro siempre presente a través del Espíritu Santo. El poder de Su presencia otorga dones únicos a cada individuo. Algunos estaban llamados a ser apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros. Junta, la Iglesia primitiva se descubrió como una comunidad reunida en Jesús. Constituimos una unidad orgánica en Él.

En esta dinámica, la comunidad dirigida por el Espíritu tenía una estructura. Los doce apóstoles servían como líderes del movimiento en Jerusalén. Otros fueron designados para ocuparse de las necesidades materiales de la comunidad. Todavía hubo otros, como Pablo y Barnabas, que fueron enviados por el Espíritu Santo para compartir la buena noticia hasta los últimos confines del Imperio Romano. Había un papel para todos en esta nueva comunidad, según los dones que Dios iba concediendo.

Todo el ethos de la Iglesia primitiva era el movimiento. La vida de la Iglesia se veía catalizada por la actividad profética, las obras de misericordia, peligrosas misiones transculturales y la enseñanza apasionada. No tenían edificios propios. Se reunían en casas para compartir la comida, y rezaban juntos en lugares públicos como el Templo y las sinagogas.

Los tiempos han cambiado. En el mundo occidental de hoy, la Iglesia a menudo parece centrarse más en conservar un modelo de gestión que en buscar las sorpresas en el camino de Jesús. El foco del cristianismo moderno ha girado dramáticamente al mantenimiento institucional y a los ídolos de la continuidad y la respetabilidad. En gran parte de la Iglesia actual, hay muy poco espacio para el mensaje radical de Jesús.

Nos hemos quedado atrapados por nuestra herencia de tantas maneras. Financieramente, con nuestras instalaciones y edificios y fundaciones -tenemos tanto miedo de perderlas que a menudo toleramos que nos alejen del auténtico discipulado de Jesús-. Lo mismo ocurre con nuestra herencia ideológica. Muchos de nosotros estamos tan seguros de que nuestra ortodoxia doctrinal es más importante que sanar las divisiones con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. En vez de consolidar nuestros esfuerzos y nuestras fuentes, nos quedamos plantados en edificios religiosos vacíos.

?Cuál es la alternativa? ?Cómo reformar nuestras instituciones religiosas? ?Podemos relanzar el potencial acumulado duante siglos, para que el Espíritu viviente de Cristo habite entre nosotros? Una cosa es segura: no podremos avanzar mientras no estemos dispuestos a abandonar la comodidad de nuestra propia posición a favor de una comunidad, una misión.

?Qué te impide ser parte de un movimiento fresco del Espíritu Santo? ?Qué barreras institucionales, financieras, denominacionales te separan de la vida del Reino? ?Cómo llegar allí, juntos?

Traducido de Micah Bales


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