Nuestro proyectil es el amor

Estamos viviendo en un tiempo en el que parece que todo está a punto de derrumbarse. Nuestro sistema político parece listo para que salten todas sus costuras. Hay violencia en nuestras calles y miedo en nuestros salones. Por si no fuese suficiente, afrontamos una crisis ecológica más allá de toda experiencia humana. Los retos de nuestro tiempo son al menos tan grandes como los de cualquier otra generación -y eso es decir mucho-.

En medio de todo este tumulto, es duro no lanzarse a la reacción. Vemos problemas y queremos solucionarlos. Vemos injusticias y queremos denunciarlas. Sin embargo, parece que el volumen cada vez mayor de nuestras agrias discusiones sólo nos conduce por el camino de una destrucción mayor. Vemos el desmembramiento de nuestra sociedad civil, en la que esperábamos soluciones cooperativas. Nuestra temperatura emocional es tan alta que es difícil imaginar cómo encontrar lo que nos une.

No nos equivoquemos, hay batallas que merecen la pena luchar. Pero como seguidores de Jesús resucitado, las armas de nuestra guerra son diferentes de las del mundo. Nuestra armadura es el equilibrio, humilde pero confiado, que procede de caminar en intimidad con Dios. Nuestros proyectiles son el amor auténtico y la preocupación por el bienestar incluso de nuestros enemigos. No es una abstracción; es una preocupación ética muy concreta que nos mueve a asumir graves riesgos por amor. A pesar del riesgo, estamos llamados a hacer germinar la semilla de Dios que está en aquellos que pretenden destruirnos.

En estos días de odio y de violencia, el Espíritu Santo nos invita a un camino nuevo, creativo. Es un camino que se enfrenta directamente al poder del egoísmo y del miedo que reina tan abiertamente hoy en día. Es el camino que desenmascara las mentiras y la confusión. Es el camino de Jesús, que se confrontó a los poderosos y gobernantes de su tiempo por todos, dándonos el poder para convertirnos en hijos de la luz.

Hay una voz callada en nuestros corazones que dice "otro camino es posible". A pesar de todo el horror que este joven siglo nos ha ofrecido, hay una presencia en lo más profundo de nosotros que clama "Ven, Señor Jesús". Es una voz temible, que nos llama a ponernos en medio del peligro sin más protección que la confianza en el Amor.

¿Estamos, tú y yo, listos para responder a esta invitación? ¿Qué significa participar en el camino de amor de Jesús, que supera el odio y la división por la sangre de Su cruz? ¿Cómo prepararnos para devolver bien por mal, incluso si nuestra voz tiembla?

Traducido de Micah Bales

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