Anunciar la Buena Noticia

“Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles… A estos doce los envió Jesús: “Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca”. (Mt 10, 1-7) 
 
Jesús organiza el primer grupo de sus discípulos. Doce, posiblemente pensando, como buen judío, en las doce tribus. Jesús no era extraño a la cultura en la que le toca vivir.

Y tres detalles importantes: Primero les confiere Su propia autoridad. “Expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia”. He ahí el verdadero poder de la Iglesia. He ahí el verdadero poder de los discípulos que le siguen.

No es una autoridad de mando. No es una autoridad de poder sobre los demás. Es la autoridad para purificar los corazones de los malos espíritus. Es la autoridad para curar toda enfermedad. Es la autoridad para curar toda dolencia. A Dios le duelen nuestras enfermedades. A Dios le duelen nuestras dolencias. A Dios le duele que hagamos sufrir a los demás.

Dios no quiere corazones dominados por esos espíritus que esclavizan. Dios no quiere corazones dominados por esos espíritus que ensucian el alma. No se trata de eso que llamamos demonio. Hay otros demonios sin nombre o mejor dicho llevarán el nombre que les puso Pablo: “Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, ira, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías, y cosas semejantes”. (Ga 5, 19-21)

Segundo: les llama por su nombre, incluso alguno con su apodo. Es que para Dios no existe el anonimato. Es que para Dios no existe eso que llamamos S.A. Para Dios existimos personas. Para Dios cada uno llevamos nuestro propio nombre. Para Dios cada uno llevamos hasta nuestro propio apodo. Dios nos conoce por nuestro nombre. Dios pronuncia nuestro nombre. Dios nos ama por nuestro nombre.

Cuando Dios llama, pronuncia nuestro nombre. Cuando Dios nos envía, pronuncia nuestro nombre. Cuando Dios nos ama, pronuncia nuestro nombre. ¡Las veces que Dios habrá dicho tu nombre! ¡Las veces que Dios habrá pronunciado tu nombre! Tu nombre está escrito en el pensamiento y en el corazón de Dios. Por eso, tú no eres uno más, sino tú mismo.

Tercero: Son enviados a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Sanar los corazones que sufren. Cambiar el corazón humano. Anunciar la buena noticia del Reino. Hacer sentir al hombre que Dios no está lejos sino cerca. Hacer sentir al hombre que el Reino de Dios está cerca. Hacer sentir al hombre que el Reino de Dios no quedó en el pasado, ni tampoco es un futuro lejano, sino una realidad que ya está germinando hoy.

Ser buena noticia cada día para los demás. Ser un buen anuncio cada día para los demás. Ser anuncio de lo nuevo de Dios cada mañana. Ser anuncio de esperanza cada despertar.

Por Juan Jáuregui. Publicado en Religión Digital

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