Autoridades del sufrimiento
"Juan María" -al que le han cambiado de nombre para proteger su
identidad- es un ciudadano africano que huyó de su país hace siete años y
que todavía está esperando la resolución de su solicitud de asilo.
Había trabajado en su país de origen como profesor y luego político,
hasta que le declararon "enemigo de la patria" cuando se atrevió a
criticar al régimen imponente.
Con
dar espacio para contar sus historias a Juan María, Ana María y Natalia
-juntos con otros que se encuentran o que se han encontrado en
situaciones similares- las organizaciones del sector social de la Compañía de Jesús han pretendido esta mañana reclamar una mayor, y mejor, protección y acogida en Europa para las personas refugiadas.
Nos han pedido a los periodistas no contar los detalles de la situación de cada uno -a razón de que ellos son especialmente vulnerables a represalias de
quienes, en su antiguo o su nuevo país, preferirían que no estuvieran-
pero todos los refugiados que han sido lo suficientemente valientes como
para hablar esta mañana han coincidido en el hecho de que llega un
momento en que una persona perseguida en su país de residencia -sea por
presiones bélicas, políticas, económicas u otras causas violentas- "no aguanta más". En medio de un panorama de torturas o amenazas, tiene que salir huyendo para salvar su vida.
Ha quedado más que claro que no lo hacen por turismo, curiosidad o por cuestiones de economía.
Quizás la persona que busca refugio cuente con la suerte de tener a
quien le ayude -un familiar que ya haya huído o migrado, o algún
contacto que pueda ayudar con el papeleo asociado con pedir asilo- pero la mayoría de las veces no. Y luego, cuando ya se creen a salvo en el país al que han escapado, se les recibe con trabas burocráticas, sospechas o directamente odio.
Es hora, han afirmado esta mañana, de que les escuchemos -de que les demos la bienvenida tal y como merecen como personas humanas que sufren muchísimo- y oír sus historias de primera mano debe ser un toque de atención tanto a los gobiernos como a la ciudadanía en general.
En
la mesa redonda que han protagonizado Juan María, Ana María y Natalia
-que ha tenido lugar en
la Casa Árabe, y que ha sido organizada en el
marco del proyecto de los jesuitas #YoSoyTierraDeAcogida- también intervinieron Cristina Manzanedo, miembro del Servicio Jesuita a Migrantes; Mohannad Doughem,
un refugiado ingeniero y músico sirio-palestino actualmente residente
en España al que se le está tramitando su solicitud de asilo; y Amina Al Zein, una refugiada siria y directora de la Escuela Telyany del Servicio Jesuita a Refugiados en el Líbano.
Manzanedo
afirmó que aunque no se puede solucionar todos los problemas que sufren
los refugiados a través de acciones de ayuda y acogida en los países al
que llegan en Europa, es importante que les demos a los que ya se
encuentran entre nosotros un sitio "para que se expresen, y para presentarles como autoridades"
de la realidades de los exiliados. Mientras que las ONG continúan
trabajando en los países que experimentan conflictos y violencia,
prosiguió la trabajadora social, "lo mínimo" que debemos asegurar ya los
ciudadanos es que "se les reciba con dignidad".
Debemos
además, afirmó Manzanedo, "pedir respuestas" a los gobiernos ante
vergonzosas cifras como la de los solicitudes de asilo que en España aún
están pendientes de resolución: nada menos que el escalofriante número de 16.400. Es más: en lo que va de este año se han resuelto 3.000 peticiones, y solo 1.000 de éstas favorablemente.
Es por eso que son más necesarias que nunca iniciativas como la que ha
organizado la obra social de los jesuitas, que cuenta también con un
manifiesto al que han querido dar visibilidad en el acto de esta mañana.
#YoSoyTierraDeAcogida es una iniciativa lanzada por el Servicio Jesuita a Migrantes con el fin de agregar apoyos al manifiesto "Las personas refugiadas deben ser bienvenidas". Esta declaración, que cualquiera que esté interesado puede firmar a través del formulario online, solicita a nuestros representantes políticos que dejen de dar la espalda a personas que huyan de sus casas por motivos de persecución o de guerra.
El
manifiesto reivindica, asimismo -con el motivo de la celebración del
Día Mundial de las Personas Refugiadas el día 20 de junio- que se pongan
en marcha ya políticas de asilo que establezcan vías de acceso legales y seguras, que faciliten la integración de las personas refugiadas en sus países de acogida y, sobre todo, que salven vidas.
Reconocer los derechos humanos y la dignidad de los refugiados no es cuestión solo de la justicia o el derecho,
argumenta esta declaración de los jesuitas a favor de brindar un trato
más humano a los refugiados. Hay que crear espacios de hospitalidad en
Europa por fidelidad a los valores y la historia del continente,
pero sobre todo porque de esa forma nos ayudamos mutuamente, los unos a
los otros. Como han demostrado economistas y sociólogos, el acoger a
refugiados no solo contribuye al crecimiento económico a través de una
elevada demanda y emprendimiento empresarial, sino que también
representa una oportunidad de infundirle a un proyecto cada vez más
envejecido y fatigado -como es la actual Unión Europea- un impulso de nuevas ideas y capital humano.
Por Cameron Doody, publicado en Religión Digital
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