Dadles de comer

Durante los meses de agitación que siguieron a la muerte de Michael Brown por un policía en Ferguson en agosto de 2014, los manifestantes expresaron su desapego por las autoridades gritando: "Esto es la democracia". El clero y líderes religiosos añadieron "Esto es la teología", mientras se manifestaban o participaban en sentadas callejeras.

Si tales cantos hubiesen sido comunes en los montes y caminos de Palestina en los tiempos de Jesús, la lectura del Evangelio de hoy bien podría haber incluido gritos de "Esto es el Reino de Dios".

La alimentación de 5.000 hombres es el único milagro de Jesús del que se informa en los cuatro evangelios, así que debió provocar una gran impresión en aquellos que después contaron sus memorias de lo sucedido. Teológicamente, se convirtió en una señal de lo que Jesús compartió en la Última Cena la noche antes de que fuese arrestado, torturado y ejecutado. La comida fue el sacramento -el signo externo, visible- de Su darse a Sí mismo para proclamar la venida del Reino de Dios.

Alguien me dijo una vez que la presencia más plena del Reino de Dios se revela en el darse a Sí mismo. Comprendemos el milagro de la multiplicación cuando recibimos el don de Jesús de darse en la Eucaristía y elegimos ser transformados en el mismo don para los demás. Nos convertimos en la presencia visible del Reino de Dios en el mundo.

Por otro lado, muchos asistentes a misa no ven que el acto de recibir la comunión tenga algo que ver con cómo vivimos nuestras vidas. Pablo encontró la misma actitud relajada entre algunos miembros de la comunidad de Corinto. Se veían como separados y más importantes que los demás. Se excusaban de compartir con los demás. No le sentó bien a Pablo.

Pablo escribe a los corintios para insistir en que la Eucaristía nunca debe distinguir entre ricos y pobres, nobles y campesinos, aristócratas y sirvientes, ni en la mesa del Señor ni fuera del espacio sagrado. El escritor espiritual oblato Fray Ron Rolheiser a menudo cita el ejemplo de Dorothy Day, que se sintió atraída por primera vez a la Iglesia cuando vio a ricos y pobres arrodillándose hombro con hombro en misa. Todos eran iguales en la Eucaristía.

Decir que la Eucaristía nos llama a practicar la justicia no es simplemente una idea o un asunto de corrección política. En el milagro de la multiplicación, Jesús les dijo a Sus discípulos que desarrollasen el trabajo de distribuir los panes y los peces.

Ellos compartieron activamente la preocupación de Jesús por el bienestar físico de las multitudes hambrientas. Lucas dice que cuando Jesús vio a la gente seguirle, le conmovió su hambre y su ansiedad. Entonces Jesús hizo algo por arreglarlo.

La Eucaristía es siempre más que una devoción privada. Es el acto comunitario de memoria y de alabanza que nos llama a vivir en el mundo lo que celebramos dentro de la Iglesia. El amor de Dios borra la clase social, el nivel económico y el estatus religioso. Dios reserva un lugar especial para los pobres y la comunidad que comparte la Eucaristía debe trabajar para cambiar las condiciones que causan la pobreza.

El signo central de la Eucaristía -la partición del pan- conmemora la muerte de Jesús. Compartió nuestro quebrantamiento, pero por Su resurrección restaura nuestra vida y cura nuestra debilidad.

El autosacrificio de Jesús hace el Reino de Dios presente y efectivo aquí y ahora. Si seguimos a Jesús, nos modelamos a Su autodonación por el bien de los demás. Esta no es la salvación que compra el favor perdido de Dios, sino el simple resultado de alinearnos con la misión de Jesús de vivir la voluntad de Dios en un mundo que se resiste al cambio. A Jesús le costó la vida.

Como Jesús les pidió a los doce que repartiesen los panes y los peces, nos pide a nosotros que nos demos y que distribuyamos los bienes de la tierra para que todos tengan comida, casa, ropa y sean rescatados del caos a la paz, para reajustarnos a Dios.

Nos costará todo. Nuestra voluntad de permitir que esto nos suceda, es parte de nuestra respuesta a la alianza de Dios con nosotros.

El Jueves Santo celebramos la institución de la Eucaristía en relación con la Pascua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La fiesta de hoy se centra más en la Eucaristía como un rito actual en la Iglesia. Repetimos los gestos antiguos y las palabras de la alianza para hacer presente la realidad oculta de la presencia redentora de Cristo entre nosotros que nos reune en la fe.

Por Angie O Gorman. Traducido del National Catholic Reporter.

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