Un adicto a la leche

Nuestro hijo George acaba de cumplir un año. Como podéis imaginar, el último año de nuestras vidas ha estado marcado por una gran alegría, nuevas experiencias y un gran cansancio. Sucede que los bebés necesitan comer todo el tiempo. Cuando George era un recién nacido, necesitaba alimento cada hora y media. Como podéis suponer, tan exigente horario es bastante demoledor para los hábitos de sueño adultos. Durante nuestros primeros meses como padres, las fronteras entre el día y la noche parecían disolverse. Para George, siempre era la hora del almuerzo.

Por suerte, el ciclo de alimentación del bebé (nombre técnico) se va reduciendo a medida que se hace algo mayor. A estas alturas del juego, George sólo necesita comer una vez cada tres horas. Todavía mejor, de noche no necesita una alimentación tan frecuente. Últimamente, incluso hemos conseguido dormir a veces toda la noche sin tener que despertarnos a alimentar a George. Los padres saben lo milagroso que es esto.

Estamos progresando. George ya ha estado tomando alimentos sólidos muchos meses. Consigue ya más calorías de la comida normal que de la leche. Sin embargo, la conexión con la leche es fuerte. Normalmente, si George está realmente molesto y nada más parece funcionar, la respuesta es la leche. De hecho, rara vez la leche es una mala respuesta. Siempre que las tensiones se elevan y las emociones salen de control, la leche tiene el poder de ponerlo todo en su sitio.

Lo que estoy tratando de decir es que mi hijo es un adicto a la leche. En serio, le entra el mono si no la recibe durante unas pocas horas. Y cuando me ve preparando el biberón, comienza a sollozar como un hombre que se reuniese con su familia tras años de separación. "Hola, me llamo George y soy adicto a la leche".

Está llegando el tiempo de comenzar a privar a George de la leche materna. El proceso ya ha comenzado: recientemente hemos comenzado a introducir leche de vaca en su biberón, de la que George no es un fan. Por la dependencia de George a la leche materna, sé que va a ser una transición dura para todos nosotros. Aplicar el pavo frío sería un error, pero con el tiempo esperamos ayudarle a completar la transición. Al fin y al cabo, ¿qué dirían sus amigos si todavía estuviese tomando el biberón cuando vaya al instituto?

La vinculación de George a la leche me está haciendo más consciente de las muchas maneras en las que me quedo anclado en comportamientos y actitudes que ya no me sirven. Me he quedado unido a muchas cosas que eran buenas, necesarias y vitales en su momento, pero cuya utilidad tal vez haya quedado obsoleta. La leche materna es buena, pero es para los bebés, no para los adultos.

El proceso de renovación nunca termina. Es un viaje que dura toda la vida, no sólo soltando lo que ya no tiene sentido conservar, sino también abrazando las deliciosas y magníficas novedades que llegan en cada etapa de la vida. George debe abandonar la leche para poder disfrutar de la comida sólida. Y, a mi manera, yo también. 

¿De qué maneras todavía estoy espiritualmente tomando el pecho, mientras Dios quiere que crezca a una mayor madurez? ¿A qué debo renunciar para dejar espacio a lo que Dios ha preparado para la siguiente etapa de mi vida? ¿Qué maravillosos descubrimientos me esperan cuando elija crecer?

Traducido de Micah Bales

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