El camino de la cruz es la libertad

Recientemente, leí un artículo en The Atlantic que examina por qué tantos americanos, sobre todo hombres de élite, están tan obsesionados con la riqueza y con el trabajo. El autor especula sobre hasta qué punto estas obsesiones están enraizadas en nuestra cultura o en la biología. Subraya como la desigualdad salarial entre mujeres y hombres queda exacerbada por tal obsesión y lamenta la profunda infelicidad de muchos hombres de élite que trabajan hasta la muerte por la apariencia de éxito y acumulación de riqueza.

El artículo apunta a una gran crisis de valores en nuestra cultura. En una comunidad que presta tanta atención al dinero y a la carrera profesional, ¿cómo podemos enraizar nuestras vidas en algo más profundo? En una cultura que alaba la riqueza y exalta a quienes triunfan en los negocios, ¿qué significa para nosotros priorizar la familia, la salud, la comunidad y nuestra relación con Dios?

Un miedo profundo yace en el corazón de esta crisis. Nos aterroriza que no estemos haciendo lo suficiente, ganando lo suficiente. Nos hemos convertido en una sociedad que se esconde de nuestras limitaciones, de nuestras debilidades, incluso de la muerte. Pretendemos seguir siendo siempre jóvenes, fuertes y sanos. El hecho de que conozcamos que todo eso no es más que una ilusión no nos proporciona sino una mayor motivación para distanciarnos de la realidad. Nos sumergimos en la espiral sin fin por más dinero, más estatus, más logros.

Pero, a aquellos de nosotros que aspiramos a conocer a Jesús, se nos invita a otra realidad. Hemos
comenzado a recorrer un camino que reconoce la realidad de nuestras propias limitaciones, la lucha y la muerte. Acompañándole a la cruz, Jesús nos muestra que no necesitamos quedar atrapados por nuestra propia supervivencia nunca más. Podemos experimentar la libertad para amar a los demás sin nada que nos retenga. Incluso si eso significa una pérdida de estatus o unos ingresos reducidos. A Jesús, este camino le condujo al arresto, la tortura y una humillante ejecución pública. En comparación, ¿por qué debería preocuparnos lo que ganemos o lo importante que sea nuestro trabajo?

Todo esto de la cruz suena realmente duro. Es justo preguntar: ¿por qué querría alguien recorrer el camino de Jesús? Sin embargo, al abrazar el camino de la rendición, descubrimos que el corazón del Evangelio es el amor. El amor que nos libera del temor que nos ha atrapado tanto tiempo y de tantas maneras que casi hemos dejado de darnos cuenta. El camino de la cruz es la libertad, su fruto es la alegría. A pesar de toda la oscuridad, las dudas e incluso el sufrimiento, el camino de Jesús está marcado por una alegría radiante y un amor apasionado.

Este amor derriba el miedo. Abriéndonos a una vida más allá del interés propio exasperante de la meritocracia, podemos llenarnos de plenitud y paz, incluso en medio de desafíos. No tenemos que temer la pérdida de estatus social o de nivel económico nunca más.

Traducido de Micah Bales

Comentarios

Entradas populares