El Evangelio no es zen

Una de las imágenes más populares de la espiritualidad y la iluminación es la del practicante del zen, sentado serenamente en la posición del loto. Respiraciones profundas. Largos silencios. Rodeado de hermosos paisajes.

La meditación zen es útil. La he practicado muchas veces y se la recomendaría a cualquiera. Recoger el cuerpo y la mente en el momento presente es una práctica valiosa. La calma, la paz y la ecuanimidad conseguida con la meditación es admirable.

Sin embargo, para aquellos que buscamos seguir al Dios de Israel, no nos podemos conformar con esa paz interior. Aunque poca duda cabe de que Jesús pasó gran parte de Su tiempo en serena meditación, Su camino no es uno de retiro silencioso y mejora solitaria. Jesús revela a un Dios que se alegra y que llora, que demuestra una gran ternura junto a momentos de ira furiosa. Es un Dios revelado no en una calma estoica, sino en el compromiso apasionado con cuantos nos rodean.

El camino del discipulado no es una carrera para alcanzar la "perfección" según parámetros humanos. Una disposición animada no es un requisito imprescindible para seguir a Jesús. Los santos de Dios pueden ser -y a menudo son- tan ariscos, introvertidos o melancólicos como cualquier otro. De hecho, muchos de los más fieles servidores de Dios se han encontrado entre las personas más afligidas y emocionalmente difíciles de sus sociedades.

El Evangelio no va de tener buenas maneras o ser alguien con quien es fácil congeniar. La amistad con Jesús no consiste en sonreír y respirar profundamente. El camino del Espíritu Santo es una vida de
amor, expresada a través de la compasión y la justicia. Si esa vida se desarrolla a través del mal humor, sea. Si tu disposición es la tristeza, Dios trabajará con ella, también. Dios está listo para servirse de cada uno de nosotros, seamos como seamos. No tienes que ser una apolillada imagen de iluminación y serenidad para ser un santo.

Confía en que Dios te ha creado con un objetivo. Incluso tus debilidades están ahí por una razón. Abrázate a ti mismo, como Dios ya te ha abrazado. Si te enfadas o lloras con facilidad, recuerda que seguimos a un salvador que mostró todas esas emociones en el curso de su ministerio. Jesús perdió la compostura regularmente, nosotros también podemos.

El zen es genial. Pero no es el Evangelio. El Evangelio es amor -auténtico amor que rompe los platos, se levanta con los débiles, llora por los muertos y lucha hasta la muerte por los vivos-.

Traducido de Micah Bales

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