Miraos a vosotros mismos

Estamos en el centro de la Cuaresma, nuestro tiempo único de retiro católico (es decir, universal). Durante cuarenta días, la Iglesia entera, del más elevado al más pequeño, está llamada a mirar cómo nuestra vida refleja lo que creeemos sobre Dios. Cuidado: este retiro no es un tiempo de descanso. Las lecturas de hoy nos llaman a centrarnos en el hecho de que ahora es el único tiempo que tenemos para vivir la llamada de este Jubileo de la Misericordia.

Comenzamos esta contemplación con Moisés, que escucha a Dios hablar desde la zarza ardiente. Mientras Moisés se levanta descalzo en el desierto, Dios se presenta como el gran "Yo soy".

Cuando queremos saber lo que significa, oímos a Dios explicar: "Yo soy el Dios de tus ancestros, el Dios que mira por los afligidos, que escucha sus llantos, que siente sus sufrimientos y que te envía para rescatarlos".

Es fácil entender porqué Moisés escondía su rostro. No era sólo por la impresión del espectáculo celestial de luces y sonido sino por la misión recibida. La primera lección teológica a Moisés es que no hay conocimiento de Dios sin consecuencias.

Es más, este Dios es un auténtico llama-la-atención, capaz de utilizar todo tipo de señales misteriosas para ser notado y entonces lanzar la misión de la misericordia divina. Esta es una de las conexiones entre la historia de Moisés y el Evangelio de hoy, en el que Jesús advierte a la multitud de que ellos deben dar fruto, en lugar de quedarse simplemente haciendo afirmaciones fáciles sobre Dios.

Esa multitud que le cuenta a Jesús la tiranía sangrienta de Pilatos se diferencia de nosotros principalmente en la tecnología. Si nosotros tenemos a la CNN, Facebook y Twitter para mantenernos a la última de cada atrocidad, la antigua muchedumbre tenía que confiar en testigos y escandalizadores. Sin embargo, para ellos como para nosotros, quienes informan sobre las noticias son los que deciden qué historia lanzar y qué marco ponerle para difundir el mensaje que quieren.

La historia de Lucas comienza con una multitud no identificada expandiendo rumores sobre las barbaridades de Pilatos en Galilea. "¡Qué gran historia para contarle a Jesús! Oigamos lo que piensa de ella. Seguramente, reconocerá la mano vengadora de Dios aquí. Gracias al cielo que no somos como esa gente".

Claramente esa multitud no había estado siguiendo a Jesús, una conclusión que alcanzamos no porque estuviesen fuera de su línea- que lo estaban- sino porque no eran conscientes de la mala idea que era exponer su fariseismo tan abiertamente al hablar con Jesús.

La primera respuesta de Jesús fue disparar a esa actitud enjuiciadora pidiéndoles que se pregunten por qué esos particulares galileos y no otros merecían tal sufrimiento. Claramente no aceptó la idea de que eran los peores.

Entonces Jesús ofreció el contraejemplo. Si podían interpretar la crueldad de Pilato como el castigo justo debido a unos pecadores especiales de Galilea (una región remota que simplemente era su lugar de origen), ¿qué pasaba con la torre qué se había caído sobre la gente en la capital? ¿Eran aquellas víctimas las más merecedoras de venganza divina entre todas las residentes en Jerusalén?

La respuesta de Jesús fue clara y en dos partes: ¡No! No penséis que habéis encontrado la mano de Dios obrando en un accidente o en un fallo de construcción. En vez de presumir la culpa y el castigo divino, miraos a vosotros mismos. ¿Qué pasa si Pilatos viene a por vosotros o si los muros se caen ahora?

Aquí es donde viene la parábola del jardinero que quiere revivificar la higuera. El jardinero juega el papel de Jesús y de los profetas en decir: "No termines así. Déjame sacarme de tu letargo. Haré todo lo que tenga que hacer para levantarte. Pero cuidado. Para ello no tienes todo el tiempo".


Jesús colocó en un nuevo marco la lectura de los acontecimientos de la multitud. Mientras ellos se centraban en acusar de pecado, Jesús les llama a dar fruto.

Mientras la multitud asumía que Dios está vigilando los errores, Jesús habla en el nombre del Dios de Moisés, que busca colaboradores para poner en práctica la misericordia divina (mírese la anterior lista de obras de misericordia salida de la misma boca divina). La multitud se centra en las transgresiones cometidas, Él en el potencial no cultivado. Jesús vuelve del revés los cuentos trágicos.

La Cuaresma nos llama a reflexionar sobre nuestra vida de fe: lo qué creemos sobre Dios y cómo nuestra actividad diaria refleja nuestro credo.

Las lecturas de hoy nos invitan a considerar cómo interpretamos los acontecimientos de nuestro día a día. Primero, nos advierte contra los juicios fáciles. Y, mucho más importante, nos invita a darnos cuenta de los fuegos que Dios nos manda para llamar nuestra atención sobre la necesidad del mundo de que demos frutos de misericordia.

Por Mary McGlone. Traducido del National Catholic Reporter

Comentarios

Entradas populares