La envidia lleva a la muerte
En la Misa matutina, en la Capilla de la Casa de Santa Marta -
en la memoria litúrgica de Santa Inés, virgen y mártir - el Papa
Francisco invitó a rogar al Señor que nos libre de los pecados de los
celos y envidias que matan, también con las palabras, e impiden la
felicidad.
«¡Qué cosa fea es la envidia! Es una actitud y un pecado feo.
En el corazón, los celos o la envidia crecen como mala hierba: crece y
no deja crecer la hierba buena. Todo lo que le parece que le hace
sombra, le hace mal. ¡Nunca está en paz! ¡Es un corazón atormentado, un
corazón feo! Además, el corazón envidioso - como escuchamos aquí - lleva
a matar, a la muerte. Y la Escritura lo dice claro: por la envidia del
diablo, entró la muerte en el mundo».
La envidia mata y no tolera que otro tenga algo que yo no tengo. Hace
sufrir siempre, porque el corazón
del envidioso o del celoso sufre. ¡Es
un corazón que sufre!, volvió a reiterar el Sucesor de Pedro, para
luego hacer hincapié en que es un sufrimiento que desea «la muerte de los demás».
Y cómo «cuántas veces en nuestras comunidades, no hay que ir muy lejos
para ver esto - por celos, se mata con la lengua. Uno tiene envidia de
ese, del otro, y comienzan los chismes: y los chismes matan»:
«Y yo, pensando y reflexionando sobre este pasaje de la Escritura, me
invito a mí mismo y a todos a buscar si en mi corazón hay algo de
celos, algo de envidia, que siempre lleva a la muerte y no me hace
feliz. Porque esta enfermedad nos lleva a ver lo bueno que hay en el
otro como si estuviera en tu contra. ¡Y éste es un pecado feo! Es el comienzo de tantas, tantas criminalidades.
Pidamos al Señor que nos dé la gracia de no abrir el corazón a los
celos, de no abrir el corazón a las envidias, porque estas cosas llevan
siempre a la muerte».
También Jesús fue entregado por envidia, como percibió Pilatos, recordó el Papa, evocando el Evangelio de Marcos:
«La envidia - según la interpretación de Pilatos, que era muy
inteligente, ¡pero cobarde! - es la que llevó a la muerte a Jesús. El
instrumento, el último instrumento. Se lo habían entregado por envidia.
Pidamos también al Señor la gracia de no entregar nunca, por envidia, a un hermano a la muerte,
a una hermana de la parroquia, de la comunidad, tampoco a un vecino del
barrio: cada uno tiene sus pecados, cada uno tiene sus virtudes. Son
propias de cada uno. Ver el bien y no matar con los chismes, por envidia
o por celos».
(Radio Vaticana)
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