Historias de Navidad

Cuando se aproxima la Navidad surgen la historias y los cuentos temáticos que tanto nos han encandilado durante generaciones. En todos ellos hay dos vertientes opuestas. Lo almibarado y la cruda realidad. Es así como frente a las mesas opíparas y orondas se contraponen las bolsas de Cáritas o Cruz Roja para pasar estos días, como manda la tradición. Que no es precisamente comiendo en plan desaforado, ni bebiendo como cosacos. Pero el consumismo nos ha puesto en un brete a todos, obligados a compartir mesa y mantel, olvidando lo más importante que es el sentido de estos días especiales, donde Dios se hace uno con nosotros.

Por eso los mejores cuentos nos ponen siempre en el Centro la Misa del Gallo y el Belén en nuestro hogar. La bendición de la mesa y la oración común. La acción de gracias y el lazo familiar por encima de lo que pueda haberse preparado para esa noche.

En mis recuerdos hay Nochebuenas con carne asada y ajo, aceite, mucha alegría y toda la familia alrededor. No existen pavos, ni crustáceos. Si acaso, el típico turrón y poco más. Pero todo ello regado con la armonía del amor familiar al calor de una mesa común.

Hoy la televisión nos convoca con sus juegos consumistas a la etiqueta y el glamour, como si éstas fueran necesarias e imprescindibles. No nos equivoquemos, celebramos un acontecimiento que tuvo lugar en una pequeña y remota aldea, casi a la intemperie, la fragilidad hecha ternura. Y esas son las virtudes de estas fechas: la ternura, la cercanía, la misericordia con los más necesitados, la alegría compartida. Y la austeridad, también como símbolo de aquel lugar sencillo y acogedor que recibió la llegada del Niño Dios. 

Unos pastores como testigos. Unos ángeles cantando la gloria de Dios. Y a esas voces se unen las nuestras para entonar esos magníficos villancicos que son patrimonio de nuestra tradición.

Historias de Navidad que suceden en todos los lugares de raíces cristianas. Y que nos llevan también a orar por todos aquellos hermanos que viven el conflicto de la guerra y el terrorismo en sus carnes. Hermanos a los que nos une la misma Palabra hecha carne.

Recordamos a quienes menos tienen y buscamos aliviar estas fechas llevándoles lo que más se valora, la ternura y la cercanía.

Realicemos por tanto historias de Navidad donde podamos contar con el calor del amor y la caridad como llama que alumbra esa mesa común.

Por Carmen Bellver. Publicado en Religión Digital

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