Los tres pacificadores de Bangui

Suena casi a inicio de mal chiste: "Un pastor, un imán y un arzobispo caminan en una guerra...". Esta semana, sin embargo, no es el arranque de una broma, sino la explicación principal de por qué el Papa Francisco está decidido a poner el pie en uno de los más peligrosos puntos calientes del planeta.

Francisco parte el miércoles a un viaje de cinco días por África, que le llevará por Kenia y Uganda antes de, se supone, terminar el 29 y 30 de noviembre en la República Centroafricana.

Uno tiene que decir "se supone" porque el Vaticano no termina de confirmar que verdaderamente Francisco se persone en el país centroafricano en guerra. Sus portavoces insistieron en jueves en la completa intención del Papa de acudir, pero también reconoció que está siguiendo la situación de seguridad.

Suponiendo que Francisco lo lleve a cabo, será la primera visita de un papa a una zona de guerra abierta y activa. La República Centroafricana cayó en la violencia hace dos años y medio cuando los rebeldes islamistas de Seleka tomaron el poder, apoyados por fuerzas de Chad y Sudán, desatando matanzas de represalia por milicias antibalaka, autodenominadas cristianas.

Alrededor de 5.000 civiles han muerto en el conflicto y la cuarta parte de una población de 4,6 millones ha sido desplazada. Solo la semana pasada, 22 personas más fueron asesinadas en enfrentamientos con pistolas en zonas rurales.

Con este panorama, la visita de Francisco representa una de las cosas más atrevidas que haya hecho jamás un papa. Su apuesta es incluso más dramática al incluir el visitar una mezquita en un barrio musulmán considerado una zona vedada a las visitas por estar dominado por fuerzas yihadistas.

Parte de la razón de la resolución del Pontífice reside en sus hospedadores, especialmente en los llamados "tres santos de Bangui", la capital del país.

Los tres son el reverendo Nicolas Guerekoyame- Gbangou, presidente de la Alianza Evangélica; el imán Oumar Kobine Layama, presidente del Consejo Islámico; y el arzobispo de Bangui Diedonné Nzapalainga, presidente de la Conferencia Episcopal Católica.

Representan las principales opciones religiosas en un país en el que el cincuenta por ciento de la población es protestante, el treinta por ciento musulmana y el quince por ciento católica. Notablemente, eran buenos amigos antes de que estallase la guerra y desde entonces sólo han profundizado su vínculo.

Juntos han recorrido el país visitando zonas asoladas por la violencia, manteniendo encuentros comunitarios para reconstruir la confianza. Han promovido una red de "escuelas de paz" en el que niños de todas las confesiones pueden estudiar, así como centros de salud abiertos a todas las fes.

El pasado año,visitaron las capitales occidentales para pedir una intervención que parase el derramamiento de sangre, encontrándose con el secretario general de la ONU Ban Ki Moon en Nueva York y con el papa Francisco en Roma. Su trabajo llevó al establecimiento de una operación de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas en septiembre de 2014.

Fue el periódico francés Le Monde el que bautizó a los clérigos como "los tres santos de Bangui". La revista Time les nombró entre las cien personas más influyentes en el mundo en 2014, y las Naciones Unidas les concedió el Premio Sergio Viera de Mello por la Paz 2015.

Es una amistad real, no una pose fotográfica. En diciembre de 2013, cuando las milicias cristianas atacaron el vecindario musulmán en el que Layama vivía, Nzapalainga invitó al imán y su familia a trasladarse a su residencia personal en la Parroquia de San Pablo. Permanecieron allí durante cinco meses.

"Cuando la vida de un hermano está amenazada, debemos darle ayuda" explica Nzapalainga, añadiendo que la experiencia "nos unió mucho más".

Por poner otro ejemplo, en agosto de 2013 Guerekoyame- Gbangou fue a prisión tras criticar al entonces presidente François Bozizé. Nzapalainga exigió ser encarcelado junto con su amigo.

"Pedí una esterilla para poder quedarme con el reverendo Nicolas. El tiempo que durase, ya fuesen tres días o varios meses, quería pasarlo en prisión con él", dijo al World Watch Monitor.

Avergonzado, el ministro del Interior liberó a Guerekoyame- Gbangou.

Los tres hombres han puesto repetidamente sus vidas en peligro. El pasado febrero, por ejemplo, visitaron una iglesia de Bangui para una sesión de diálogo. Cuando llegaron, se encontraron en cambio con una multitud indignada planeando un linchamiento, tras descubrir que el imán había sido conducido hasta el lugar por un antiguo miembro de Seleka.

Los tres clérigos escoltaron al hombre hasta la iglesia y se negaron a entregarle. Fueron rodeados por una multitud enfurecida desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde, sin comida ni agua, hasta que los cascos azules vinieron a rescatarles.

Los riesgos no son puntuales, sino constantes.

El pasado mes, Guerekoyame- Gbangou estuvo a punto de ser asesinado cuando pistoleros islamistas tomaron su casa en los aledaños de la Iglesia de Elías de Bangui. Había salido media hora antes, pero otras dos personas vieron sus gargantas cortadas: se trataba de dos desplazados que habían encontrado refugio en la casa del pastor.

Su mensaje principal es que el conflicto no es religioso, ni siquiera sectario, sino llevado por intereses políticos y económicos. Entre otras cosas, la República Centroafricana es el 12º exportador mundial de diamantes y sus minas a cielo abierto son famosas por la calidad de sus gemas. El control de las minas es un objetivo prioritario de todos los bandos.

Si la paz llega a la República Centroafricana, la mayor parte de los observadores reconocen que los tres santos de Bangui tendrán buena parte del mérito. En un momento en el que la religión es a menudo percibida como una fuente de conflicto, ellos ofrecen un potente contraejemplo de que puede ser también parte importante de la solución.

Parecería que para el Papa Francisco hacer resplandecer su amistad interreligiosa bien merece correr unos pocos riesgos.

Por John L. Allen. Traducido de Crux

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