Los héroes de la parroquia de Fátima

Son mis héroes. Se llaman Moses Ottii (el primero por la izquierda, en la foto), Jonas Beki y Giovanni Zafanelli. Ugandés el primero, centroafricano el segundo y el otro italiano. Son los misioneros combonianos de la parroquia de Fátima, una iglesia enclavada en la barriada del Kilómetro Cinco, hasta hace apenas dos años un ejemplo de convivencia entre cristianos y musulmanes y ahora mismo un infierno de odios, muerte y destrucción. Allí siguen, contra viento y marea, jugándose la vida a diario para proteger a los cientos de personas vulnerables que han encontrado refugio en el recinto de la misión.
Cuando vine por primera vez a la República Centroafricana, Fátima fue la parroquia donde me gustaba ir a misa los domingos. Me encantaba su liturgia muy animada, con bailes africanos y una gran participación. Conocí las callejuelas de su barrio, siempre animadas por mercados donde se encontraba de todo a buen precio y donde se mezclaban en buena armonía cristianos y musulmanes. En este bullicio humano, los combonianos ofrecían además de misas y catequesis un lugar seguro para que los jóvenes pudieran estudiar por la tarde-noche, sesiones de cine donde chavales cristianos y musulmanes aprendían a vivir juntos sin prejuicios y un signo de que Dios es padre de todos. Enfrente, las monjas de San Paúl de Chartres llevaban impecablemente uno de los mejores centros escolares de Bangui en cuyas aulas los jóvenes de ambas religiones convivían en armonía y se hacían amigos.
Llego, ay, el fatídico mes de diciembre de 2012, cuando los rebeldes islamistas de la Seleka empezaron su
ofensiva contra la capital. El ambiente empezó a envenenarse y en los barrios mayoritariamente cristianos de la capital algunos políticos aprovecharon la circunstancia para organizar milicias a las que se alimentaba con armas y con el odio a los musulmanes. Las cosas se empeoraron cuando la Seleka tomo el poder y sometieron a la población a todo tipo de atropellos. En la capital circulaban historias que señalaban que muchos vehículos y otros bienes robados por la Seleka a la población cristiana eran transportados a casas de comerciantes musulmanes en el Kilómetro Cinco. Y cuando llego el ataque de las milicias anti-balaka a Bangui, en diciembre de 2013, las luchas entre grupos rebeldes se asentaron en las comunidades en un ciclo interminable de venganzas. Al director de la escuela de San Paúl de Chartres lo asesinaron sus propios alumnos musulmanes. Los barrios circundantes al sector musulmán se llenaron de casas incendiadas y saqueadas.
Llego el año 2014. En mayo, durante un combate entre milicias cerca de Fátima, los milicianos islamistas entraron en el recinto de Fátima disparando a placer y asesinaron a cerca de 20 personas que habían buscado refugio allí. El padre Moses fue apuñalado un día por intentar defender a una chica musulmana a la que un grupo de fanáticos quería matar a pedradas enfrente de la iglesia. Después, vino algo más de un año de calma. Parecía que cristianos y musulmanes daban algunos tímidos pasos para reconciliares y que se realizaba algo de progreso…
Pero lo peor estaba por venir. El dos de noviembre de este año, dos jóvenes musulmanes conductores de moto-taxi fueron asesinados en el barrio de Fátima en el curso de una refriega sobre un caso de robo. Y entonces llego la venganza: desde entonces, las milicias islamistas han entrado sin piedad en Fátima y otros barrios vecinos y han incendiado un gran número de viviendas, provocando el desplazamiento de miles de personas hacia otros barrios del sur considerados más seguros. En el recinto de la iglesia, algunos soldados burundeses de la mission de la paz de la ONU en Centroafrica (MINUSCA) han impedido que las milicias entren dentro, pero la gente se queja de que apenas han hecho algo para impedir la destrucción del barrio. Mientras tanto, las milicias anti-balaka (reacción antiislamista) han entrado en los mismos barrios, han levantado barricadas y se enfrentan casi a diario con los musulmanes. Todos los días ha habido muertos, la mayor parte de las veces civiles inocentes. Los alrededores de Fátima se han convertido en un paisaje fantasma de desolación y miedo, donde silban las balas en cualquier momento.
Durante todo este tiempo, los tres combonianos de Fátima no se han movido de allí, acompañando a la gente, intentando animarles, rezando por la paz, y esperando el día en que las circunstancias permitan volver a tomar el camino largo y dificilísimo de volver a aprender a vivir juntos, a perdonarse y a superar el fanatismo y el odio. Solo Dios sabe donde encuentra la fuerza para no desanimarse y tirar la
toalla. El pasado sábado 14 de noviembre, por la tarde, los tres sacerdotes cogieron la cruz de la parroquia y salieron al frente de una procesión en la que sus sufridos feligreses salieron del recinto de la iglesia portando velas encendidas en medio de sus casas destruidas. Los milicianos les miraron, tal vez incrédulos o tal vez con algo de dignidad que aún les quedaba, y les dejaron pasar sin causar problemas.
Este es uno de los barrios que esta previsto que visite el Papa Francisco durante su próxima visita a Bangui, el 30 de noviembre. Mientras tanto, ayer los musulmanes pusieron banderolas en su barrio dando la bienvenida al Papa, en cuyo programa esta visitar su mezquita. Proclamar el año de la Misericordia en Roma, con toda su importancia, es una cosa. Hacerlo en Bangui, donde a diario ocurren estas cosas y donde el Papa abrirá la puerta santa del año jubilar, es más que una ceremonia. Es tragar saliva, sentir el corazón que late con fuerza ante el miedo, sentir que fluyen las lagrimas y volverse hacia Dios, para quien nada es imposible.

Por José Carlos Rodríguez, publicado en Religión Digital

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