El camino sin fin

En la mayor parte de los juegos, puedes ganar. Tienen un momento final determinado. Hay un momento en el que todos cuentan sus puntos y sabemos con certeza cuál ha sido el resultado. Si todavía nos quedan ganas de jugar, podemos comenzar una nueva partida.

Algunos han dicho que la vida es un juego. Pero sí es verdad, se trata de un juego muy extraño. Es una experiencia llena de nacimientos, muertes, transiciones, luchas y aventuras. Pero ninguno de nosotros puede recordar su comienzo ni vislumbrar su final. 

Ni siquiera la muerte es el final de la historia. 

Tal vez entiendas el sentido metafísico de esto. O tal vez te quedes en la observación de sentido común de que la vida sigue -año tras año, siglo tras siglo-. Cada uno de nosotros produce un impacto, para bien o para mal, que se extiende mucho después de que hayamos salido de escena. 

Te adhieras o no a una religión, hay un hecho indiscutible: el cielo y el infierno existen. Los has experimentado.

Porque todo lo que haces importa.

Cada uno de nosotros tenemos una elección que hacer cada día, mientras contemplamos el interminable camino que nos precede. ¿Qué tipo de impacto pretendes producir? ¿Abrirás con valentía nuevos caminos? ¿Cultivarás con fidelidad los viejos senderos? ¿Caminarás rápido o despacio? ¿Cómo tratarás a tus compañeros de viaje y cómo dejarás la propia vía?

Todo lo que haces importa.

¿En qué camino andas? ¿Es en el que deberías estar?

¿Con quién caminarás en este camino sin fin?

Traducido de Micah Bales

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