Contra el purismo de los puros

El mensaje de Jesús es claro: Aquellos mismos judíos (o cristianos) legalistas que acusan a otros, diciendo que “no cumplen” la Ley, son los que más la rompen. Quien acusa a los otros de pecado es más culpable que ellos. Desde ese fondo se entiende este pasaje, dividido en tres secciones:
‒ Fariseos y escribas a Jesús porque no cumplen su ley de pureza (7, 1-5).

‒ Jesús acusa a sus acusadores por olvidar la Ley original de Dios (7, 6-13).
‒ Jesús explica el significado y fin de la pureza “religiosa” (7, 14-23).

Este evangelio es una crítica en contra de un mal fariseísmo que pervive en muchos cristianos legalistas, que olvidan el buen corazón, para seguir defendiendo tradiciones impositivas . Este evangelio:
‒ Va contra los que ponen la ley por encima de las personas concretas

‒ Va contra los que ponen la religión por encima de la libertad humana
‒ Va contra los que emplean la religión para oprimir a los demás
1.- Acusación farisea. Normas de comida (7, 1-5)
Fariseos y escribas identifican mandamiento de Dios y tradición de los presbíteros y de esa forma han trazado en torno al pueblo una especie de valla de seguridad, un muro de protección social que les permite dominar a unos (los de dentro) y expulsar a otros (los de fuera). Así identifican la fe en Dios con una experiencia de vinculación nacional a través de unos ritos propios, sólo para ellos.
Así distinguen alimentos puros e impuros, con hombres puros e impuros, de manera que sólo unos pueden comer sus comidas. Así los escribas critican a Jesús dos cosas: comer (hacer) cosas impuras y juntarse con otras gentes impuras.
Estos escribas y fariseos acentúan la comida limpia, destacando así la identidad del grupo, con fronteras claras para defenderse (para crear de esa manera una tribu religiosa, la primera y más importante de la historia).
Éste es el problema que está al fondo del llamado Concilio de Jerusalén y de la polémica de Pablo con otros grupos cristianos, donde se intentó que la la comida fuera para todos. Pues bien, partiendo del mensaje y de la vida de Jesús, tal como ha sido interpretado por Pablo, y partiendo de este Concilio de Jerusalén, bien interpretado, Marcos vincula aquí dos principios esenciales:
--Principio de universalidad: todos los hombres y mujeres pueden y deben compartir la comida mesiánica; la eucaristía es para todos
-- Principio de interioridad. Es necesaria una forma de purea, pero la pureza verdadera brota y se mantiene a nivel de corazón (cf. 7, 21).
Esos principios (universalidad e interioridad: cuando más profundo más universal, y no al revés) expresan la más honda aportación del evangelio. Según eso, lo que Marcps 7 pone en juego no son unas verdades teóricas sino el bien de los pobres (hambrientos, enfermos). Jesús no ha comenzado discutiendo teorías sobre lo puro o impuro sino curando a los enfermos, ofreciendo comida a los hambrientos...
2.- Contra-acusación de Jesús: mandato de Dios y tradiciones humanas (7, 6-13)
1. Denuncia profética.
Jesús se vuelve duro en este pasaje, pero lo hace citando unas palabras importantes de la tradición judía, tomadas del profetas Isaías. Según esas palabras, las leyes de separación ritual (nacionalismo religioso) son invento humano, obra de aquellos que se escuchan y buscan a sí mismos en vez de buscar a Dios.
Por fidelidad a Dios (a su palabra originaria, formulada antaño por Isaías) Jesús ha superado los principios de comensalidad cerrada de algunos, para conducirnos a través de un camino de libertad al amplio espacio de lo humano, al lugar donde judíos y gentiles, (conforme al signo de la multiplicación de los panes) podemos compartir una misma palabra y comida. Con estilo profético duro, critica Jesús la familia nacional de los presbíteros (avalada por la pureza del templo) para que pueda surgir la comunión universal de los humanos.
2. Argumentación legal.
Jesús ha mostrado, con un ejemplo sangrante, que el purismo de los puros fariseos acaba siendo contradictorio, pues pone a un Dios abstracto (el de la ley) por encima del bien concreto de los pobres (que en este caso pueden ser los mismos padres necesitados).  Esos que insisten en la importancia de la religión de la identidad… ponen a Dios por encima de las personas, de manera que en nombre de la religión se acaba en el fondo “humillando” a los pobres, empezando por los mismos padres ancianos.
Había y sigue habiendo personas que, en nombre de Dios, son capaces de marginar a los mismos ancianos (a los padres ya inútiles, a los pobres sin medios de vida…), igual que marginan a pobres, enfermos, “gentiles”. 

Este pasaje nos permite entrar en el laberinto de las distorsiones ideológicas de un tipo de religiones que ponen a un Dios Desconocido (1 Juan) por encima de los hermanos conocidos… De
esa manera, los mismos judíos (o cristianos) legalistas que acentúan las tradiciones de los antepasados pueden olvidar a los padres concretos, pues colocan el orden sacral, representado por el templo, por encima de sus padres necesitados y de los necesitados de diverso tipo.
Pues bien, al desmontar ese edificio ideológico de un tipo de ley tradicional (de los presbíteros), Jesús nos capacita para situarnos ante los padres concretos, necesitados de cariño y presencia, fundando así la verdadera familia humana, ante los pobres de la calle de Jesús (¡la calle es mía, diría, en un sentido de entrega y cariño…!), ante los cojos, mancos, cieglos…
3.- Conclusión: ritos de pureza y mesianismo (7, 14-23).
Frente a quienes buscan la pureza e impureza en lo exterior (comidas, abluciones...), Jesús sitúa la pureza al interior del ser humano... para afirmar después que esa pureza (interioridad) hace posible una exterioridad (una universalidad) que permite que todos los hombres y mujeres compartan la comida, se comuniquen de un modo amistoso:
-- Toda comida es limpia (cf. 7, 19): no hay alimentos puros e impuros (contra Lev 11; Dt 14). Desde su experiencia de mesa compartida, Jesús puede afirmar que ningún alimento (ni cerdo ni sangre) mancha al ser humano, pues todos son (eran) limpios al principio: (¡vió Dios que era bueno! Gén 1) .
-- Todos los hombres son también limpios. Si puros son los alimentos, en forma superior lo serán los humanos en cuanto tales (judíos y gentiles); por eso no hace falta lavarse las manos ritualmente para superar la impureza del contagio que ha podido surgir del encuentro con "impuros" (leprosos, menstruantes etc.). 
-- Los vicios y pecados brotan de otra fuente: del mal corazón. Sobre esa doble base (toda comida es
limpia, todo humano en cuanto tal es puro) se puede y debe edificar una moral universal, centrada en la limpieza del corazón. El mal no se halla fuera (en algunas comidas o humanos) sino en el centro de la persona (varón o mujer) que puede hacerse mala a través de su deseo pervertido. En ese fondo ha presentado Marcos un catálogo de vicios semejante a los que ofrece la tradición judía y cristiana, desde la fornicación, robo y homicidio (signos clásicos del pecado) hasta la blasfemia, soberbia y necedad destructora de aquellos que rompen todo límite y medida de convivencia humana. La maldad de las acciones proviene del mal corazón, no del gesto externo, tomado de un modo ritual o biologista.
Jesús nos reconduce al lugar del surgimiento humano, a la fuente de bondad de la que toman su sentido personas y comidas. De esa forma nos sitúa en el principio (cf. Gén 1-3), en el mismo manantial de la limpieza humana que es el buen corazón. Ciertamente, el corazón puede mancharse, convirtiéndose en origen de los males. Para superarlos ya no basta el rito; toda imposición legal termina siendo esclavizante, pues acaba dividiendo a los humanos.

Conclusión. Estamos ante la nueva revolución de Marcos
Esta discusión de Mc 7 es espejo de todo el evangelio. Decenios de lucha eclesial parecen haberse condensado en este texto que Mc ha puesto en boca de Jesús, haciéndole maestro de la nueva ley de libertad y universalidad centrada en la comida. Estos son los núcleos de su argumento, leídos desde el conjunto de 7, 1-23:
-- El mesianismo es libertad respecto a los presbíteros o ancianos. El mensaje de Jesús destruye los sistemas de seguridad de un tipo de judaísmo fariseo, centrado en la separación de familia y mesa. El mesianismo es búsqueda de pureza interior y de comunicación universal.
-- Lógicamente, las leyes sacrales de Israel pasan a segundo plano, como muestra de forma sorprendente el ejemplo sobre los dones del templo y los padres. Esa libertad interior sólo es auténtica allí donde nos
capacita para comunicarnos en amor y libertad, todos los hombres y mujeres, empezando por la comida y siguiendo por la comunión de familia, entre todos los hombres.
--La interioridad mesiánica va unida a la libertad personal: no es lo externo lo que mancha al ser humano sino aquello que brota de dentro. Asumiendo la más honda tradición profética, Jesús ha situado a los humanos ante la verdad (o riesgo de mentira) de su propio corazón. Sólo partiendo de esa fuente puede edificarse la familia mesiánica.
‒ Esa interioridad fundamenta el valor de la familia, no entendida ya en clave de poder (imposición de los presbíteros) sino de reciprocidad de dones y servicios: Dios mismo aparece así como garante de los padres necesitados, a quienes los hijos deben acompañar y ayudar, por encima de toda ley social o religiosa.
‒ Esa interioridad conduce a la universalidad. Todos los principios de vinculación externa (comida o raza, poder o prestigio) acaban siendo parciales y separan a unos grupos de otros. Sólo la pureza de corazón vincula por igual a todos los humanos, en fraternidad de amor y mesa.
‒ Ley suprema, la buena digestión de cada uno, el pan compartido de todos. Tras afirmar que la comida en sí no llega al corazón sino que pasa por el vientre a la letrina, Marcos introduce un comentario entre paréntesis (¡purificando así todos los alimentos!) que tiene quizá un carácter irónico y puede entenderse de dos formas. Todo lo que se digiere y alimenta… es puro, siempre que se coma con respeto, con amor al prójimo, con solidaridad.
Por Xabier Pikaza, publicado en Religión Digital (selección de párrafos)

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