Dios provee

Hoy recordamos el picnic más famoso de la historia de la religión. ¿Cuánta gente había allí? Dicen que 5.000. ¿Eso incluye a las mujeres y los niños? Sabemos con seguridad que había al menos un niño- chico o chica, nadie lo sabe- que juega un papel vital en la historia.

Este acontecimiento se lleva el premio de picnic número 1 de las escrituras porque el Nuevo Testamento lo narra seis veces: dos en Mateo, dos en Marcos, una en Lucas y otra en Juan. Pero como todas las historias familiares favoritas, los detalles varían. Hoy, escuchamos la versión de Juan.

Juan presenta a Jesús como alguien tan popular que una gran multitud le seguía -de algún modo, 5.000 personas cruzaron el lago para estar con él-. Solo ese detalle sugiere que podríamos estar ante una exageración de los hechos para destacarlos, una técnica bien aceptada en la narración de acontecimientos en todos los tiempos. Los escritores pueden exagerar para contar verdades que las estadísticas no pueden revelar.

Si reconocemos el carácter sagrado de las Escrituras, también sabemos que los evangelistas eran maestros narradores profundamente inmersos en su tradición religiosa. Ellos pulieron sus historias mucho antes de darle su forma final. Estos esfuerzos eran una parte necesaria de su colaboración con el Espíritu Santo en la producción de los textos de la escritura. Ha sido enseñanza católica desde 1943, cuando el papa Pío XII escribió la encíclica Divino Afflante Spiritu, la apertura de la Iglesia a los métodos modernos de estudio de la escritura.

Recordemos que esta es la narración eucarística de Juan. Juan no habla sobre el pan en la última cena; para él, el lavatorio de los pies es el símbolo del ejemplo de autodonación de Jesús aquella noche.

Juan comienza su relato de forma diferente a Marcos y los demás. No muestra a Jesús enseñando a la multitud. Para Juan, la acción de Jesús de alimentar es Su primera enseñanza. Las explicaciones vendrán después, en el resto del capítulo.

En la narración de Juan participan una variedad de personajes. En primer lugar, Jesús mira a las masas de
gente. Entonces trae a Felipe a escena, preguntándole donde pueden comprar comida para alimentar a tal multitud. Felipe responde como un pragmático, recordando no muy amablemente a Jesús las limitaciones de sus fondos. A continuación entra Andrés en la conversación, diciendo que hay un niño que tiene cinco panes y dos peces. Sumados, son siete alimentos -el número que simboliza plenitud, pero que en este caso parece más bien indicar plena inadecuación-.

Ahora llegamos al corazón de la historia. Justo cuando los discípulos han subrayado la limitación absurda de su capacidad para responder, Jesús les hace decir a la gente que se reclinen en preparación para el banquete. Con miles mirando, Jesús toma la comida y ora.

Juan dice que Jesús "da gracias". Eso implica que Él reconoce que la comida que sostiene viene de Dios y pertenece a Dios. Una vez que el niño se la da y Él da gracias por ella, es reconocida como alimento de Dios y era por tanto la bondad de Dios lo que la multitud iba a compartir.

Ningún evangelista describe como alcanzó el pan a tal multitud. Si el compartir de los participantes más pobres movió a los demás a abrir sus reservas secretas o si era como el maná en el desierto que aparecía en el momento justo es un misterio. El cómo no es lo importante sobre lo que Juan quiere centrar nuestra atención. Lo importante es que Dios atiende al hambre de Su pueblo, partiendo de la espléndida generosidad de uno de los más pequeños entre ellos.

¿Qué significa esta historia para nosotros hoy? Algunos lo entienden como el milagro representado en alguna película en el que el pan sale de las cestas como palomitas de maíz. Esta interpretación le da a Dios la responsabilidad de hacerlo todo.

Mucha gente que conoce la pobreza lo ve de una forma diferente. Quienes están con la soga al cuello y todavía sobreviven reconocen aquí un ejemplo de la providencia divina. Pueden contar historia tras historia sobre cómo Dios envió a alguien justo en el momento necesario: cómo alguien encontró el dinero para pagar la renta la mañana antes del desahucio, cómo llegó una donación el día que el orfanato se quedó sin comida, cómo Dios viene una y otra vez, a través de un alma generosa, habitualmente inesperada, a menudo insospechada.

Esta historia es una buena noticia porque nos dice que Dios está preocupado por la gente que tiene hambre. Es una buena noticia porque nos recuerda que Dios puede trabajar maravillas con lo poco que tenemos si estamos dispuestos a donarlo. Es una buena noticia porque nos recuerda que con Dios en medio de nosotros, siempre podemos hacer un banquete a partir de lo que parece muy poco. 


Comentarios

Entradas populares