La fe que vence al miedo

Marcos dibuja un escenario casi sin aliento para el Evangelio de hoy. Jesús y sus discípulos habían sufrido una gran tormenta, Jesús entonces había curado a un endemoniado, causando una tragedia a una piara de cerdos, y por fin volvió al territorio judío a través del mar.

Entonces Jairo, un funcionario de la sinagoga, agobiado porque su hija estaba al borde de la muerte, implora a Jesús que la salve. También una mujer, cuya vida ha quedado definida en los últimos doce años por hemorragias que la han vuelto ritualmente impura, excluida de la vida religiosa y o no casable o fácilmente divorciable.

Según avanza el relato, imagina lo frustrado que debía estar Jairo. Es bastante posible que hubiese estado esperando, escudriñando la playa por la que Jesús había de regresar de tierras extranjeras. Entonces se dirigió a Jesús y puso toda su confianza en Él. Jesús aceptó su ruego desesperado y se dirigió derecho a su casa seguido por una multitud curiosa. De repente, por Dios sabe qué razón, Jesús paró en medio del bullicio y pregunto quién le había tocado.

Los discípulos comprendieron el estado de pánico de Jairo y no podían comenzar a entender qué pretendía Jesús formulando una pregunta tan sin sentido.

Pero estaba esa mujer anónima en la multitud. Ella no se limitó a chocarse con Jesús. Cuidadosamente planeó como obtener el milagro que necesitaba. Se había ido acercando entre la
multitud -tal vez por primera vez en los últimos doce años no le importó a quien adelantaba, quien podía quedar inesperadamente contaminado por el contacto con ella. La desesperación y la esperanza, extraños compañeros en su corazón y en su cabeza, la llevaron a saltarse la ley, la corrección y el minúsculo reconocimiento social que le quedaban.

En el momento en que tocó a Jesús, supo que estaba curada. Tras haber perdido su fortuna en matasanos y afrontar doce años de aislamiento forzoso, ya no era impura.

Entonces, justo cuando había recibido todo lo que esperaba, sucedió lo inesperado. Jesús supo que alguien le había alcanzado, y la sacó del anonimato. Justo ahí en público, ella lo contó todo, y Él le llamó "hija".

La mujer excluida y descartada se convirtió en ejemplo público de la fe que cura y salva. Eso debió haber sido lo que Jesús quiso que Jairo y el resto viesen. No importaba el protocolo, el horario no era lo más importante, sino que acudir a Él con fe daba resultados. La mujer es la imagen en el espejo del salmista que incordia a Dios, tenía la clase constante de fe que Lucas ensalza en la historia del amigo inoportuno y en la de la viuda que molesta al juez injusto. Su fe no la rompió ningún miedo, y eso era lo que Jesús quería enseñar a Jairo.

¿Cuál era la fe de la mujer sanada? Ante todo, era una verdadera hija de la tradición de sabiduría de su pueblo. Lo que había oído sobre Jesús la recordó que Dios no es el autor de la muerte, que a Dios no le alegra la destrucción, que el tipo de sufrimiento que ella afrontaba no era la voluntad de Dios. Tal vez no supiese un credo formal, pero creía que Dios desea la plenitud de vida para todas Sus criaturas. Podría haber recordado la historia de Job, que creyó en la justicia de Dios incluso cuando no podía comprenderla.

Si Jesús tuvo que animar a Jairo a preferir la fe sobre el miedo, la fe de la mujer fue lo suficientemente audaz para romper los tabúes religiosos. Creyó más en la bondad de Dios que en las limitaciones impuestas por la ley. Incluso como una principiante, alguien que hasta entonces solo "había oído hablar" de Jesús, le imitó en valorar el amor por encima de cualquier legalismo. De alguna manera, comprendió Su corazón como pocos más lo hicieron.

Jairo también recibió su milagro. Jesús le condujo del miedo a la fe y vio a su hija volver a la vida. Al final, no sabemos más sobre ninguno de estos personajes. Todo lo que tenemos es el ejemplo de su fe y de la profundidad de la comunicación que sostuvieron con Jesús en el momento de sus milagros. Tal vez es lo único que necesitamos para ayudarnos a contemplar el corazón de Cristo.

Por Mary McGlone, traducido con adaptaciones del National Catholic Reporter

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