Él es Jesucristo

Si te crees la caricatura de los devotos creyentes religiosos como principalmente beaturrones hipócritas, que amontonan dinero y solo se preocupan por la vida humana cuando todavía no ha nacido, ven a visitar al médico aquí en las montañas de Nubia.

El doctor Tom Catena, de 51 años, un misionero católico de Nueva York, es el único médico en el Hospital Madre de la Misericordia -de 435 camas- enclavado en las montañas de Nubia en el extremo meridional de Sudán. De hecho, es el único médico permanente en las montañas de Nubia para una población que supera el medio millón de personas.

Cada día, el gobierno sudanés lanza bombas y proyectiles sobre los civiles de Nubia, como parte de la estrategia para derrotar a una rebelión armada. Los Estados Unidos y el resto de los poderes del mundo han vuelto la mirada a otro lado, así que le toca al "Doctor Tom", como se le conoce universalmente aquí, extraer la metralla de la carne de las mujeres y amputar las extremidades de los niños, mientras trae al mundo bebés y remueve apéndices.

Hace todo esto desprovisto de corriente eléctrica, sin agua corriente ni teléfono, mucho menos una máquina de rayos X, bajo la constante amenaza de las bombas, porque Sudán ha lanzado once bombas en los terrenos de su hospital. La primera vez, aterrorizado, el doctor Tom buscó crear un nuevo refugio, pero ahora el hospital está rodeado de trincheras en las que pacientes y personal se agachan cuando la aviación militar se aproxima.

"Estamos en un lugar en el que el gobierno no intenta ayudarnos", dice. "Intenta matarnos".

Dada la escasez de recursos, el doctor Tom se apoya desproporcionadamente en tratamientos improvisados de hace décadas.

"Es un tratamiento de la época de la Guerra Civil Americana", nos dice, señalando a un hombre con una pierna rota, al que está tratando con un método conocido como la tracción de Bug, usando una bolsa de tierra como peso.

"A veces estas cosas funcionan", dice el doctor Tom. "Utilizas lo que tienes".

La razón por la que estoy tan impresionado con el doctor Tom es que la mayor parte del mundo, incluyendo los líderes mundiales y las organizaciones humanitarias, tienen completamente abandonadas a las gentes de las montañas de Nubia. Los dirigentes globales están demasiado callados sobre el reino de terror que impera aquí, demasiado renuentes a presionar a Sudán para cambiarlo.

Este es el contexto en el que el doctor Tom se levanta por su compromiso principal. El doctor Tom ha trabajado en las montañas de Nubia durante ocho años, viviendo en el hospital y permaneciendo disponible 24/7 (la única excepción: cuando la malaria le dejó inconsciente, hace cosa de un año).

El doctor Tom reconoce echar de menos las galletas saladas y los helados y, más en serio,  a la familia. Dejo un noviazgo serio cuando se trasladó a África, y este no es el mejor lugar para ligar (aunque personal del hospital está conspirando para presentarle a mujeres nubias elegibles como una estrategia para evitar que alguna vez se marche).

Por sus riesgos y sacrificios, el doctor Tom gana 350 dólares al mes, sin planes de jubilación ni seguros de salud.

A él le guía, dice, su fe católica. "He estado recibiendo dones desde el día en que naci", dice. "Una familia que me quiere. Una gran educación. Por eso veo que es mi obligación, como cristiano y como ser humano, ayudar".

También hay muchos trabajadores humanitarios seculares haciendo un trabajo heroico. Pero la gente que he encontrado a lo largo de los años en los lugares más imposibles -como Nubia, de la que cualquier persona razonable se ha marchado- están casi siempre guiados por su fe.

En verdad los nubios (musulmanes y cristianos) parecen reverenciar al doctor Tom.

"La gente en las montañas de Nubia nunca olvidará su nombre", dice el teniente coronel Aburass Albino Kuku de las fuerzas rebeldes. "La gente reza para que él nunca se muera".

Un dirigente musulmán llamado Hussein Nalukuri Cuppi ofrece un reconocimiento incluso más inusual. "Él es Jesucristo", dice. ¿Perdón? El jefe explica que Jesús curó a los enfermos, hizo a los ciegos ver y a los cojos caminar, y eso es lo que el doctor Tom hace cada día.

Por Nicholas Kristof. Traducido del New York Times

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