No os llamo siervos, sino amigos
El mensaje más hondo del evangelio de Juan ha venido a expresarse en el amor fraterno, vivido en forma de amistad. No es simplemente amor al enemigo, no es tampoco amor esponsal. Es amor de hermanos que se vuelven amigos.
Ésta revelación del amor fraterno/amistoso es el don supremo del evangelio de Juan a la historia de occidente. La comunidad que ha descubierto ese amor sabe que no necesita autoridades externas, jerarquías sacrales, obediencias impuestas. La comunidad del Discípulo amado sólo reconoce la autoridad de ese Espíritu, que anima y dirige en amor mutuo a los creyentes/amigos, como muestra el Discurso de la Cena, ¡que empieza con la experiencia del amor mutuo (Jn 13, 1-17) y culmina con la oración por la unidad (Jn 17), centrándose en la palabra clave sobre el amor interpretado como amistad y conocimiento compartido:
El esquema señor-siervo, que ha sido analizado, desde una perspectiva social, política y económica, por Hegel y por Marx, aparece en nuestro texto desde una clave religiosa, como poder de imposición. Señores son aquellos que mandan porque saben más, sin tener que razonar, ni compartir su "secreto" con los subordinados, que son siervos. Pueden actuar con apariencia bondadosa (como los sabios de la República de Platón o los dirigentes de la Jerarquía Eclesiástica de Dionisio Areopagita), pero son dictadores, pues emplean su mayor conocimiento para imponerse a los demás; interpretan el poder como saber superior, que sólo ellos poseen, y lo ejercen manejando el secreto, sin decir la verdad.
Quienes saben así “pueden” (pues saber es poder); quienes manejan la "buena información" tienen oportunidad para imponerse a los demás. Estos "sabios" gobernantes piensan a veces que es bueno guardar el secreto y dirigir desde arriba, por su don o magisterio, la vida de los otros, pero al fin se vuelven contrarios a Jesús, pues Jesús no oculta nada a quienes quiere y habla, nunca miente.
Sólo es propio de Jesús (y de la iglesia) el poder de la amistad (verdad), que se expresa en forma de comunicación y encuentro directo, de persona a persona. Ésta es una autoridad y comunión contemplativa: Jesús comparte con los suyos (les dice) lo que ha oído de su Padre. Allí donde se pone al servicio de otra cosa la autoridad del amor se pervierte. Juan sabe que ha llegado el fin de los tiempos, hemos recibido el Espíritu de Jesús, la Autoridad del amor, que es magisterio interior, testimonio personal y transparencia comunicativa: «para que todos sean Uno, como nosotros somos Uno: tú, Padre, en mí y yo en ti; para que el mundo crea que tú me has enviado» (17, 21).
No hay autoridad de algunos sobre otros, sino comunión de amigos. Esa misma comunión es la presencia del Espíritu Santo. Pueden cambiar las acciones concretas de la comunidad. Pero debe permanecer la verdad como libertad y la autoridad como amor mutuo que vincula a los creyentes.
Hegel estudió esta relación de siervo y amo, de señor y esclavo, en términos de lucha por el reconocimiento, en claves de miedo y violencia, de mentira y frustración. A su juicio, para valorarse a sí mismo, un hombre necesita que otro le valore (=reconozca) y, no pudiendo conseguirlo en transparencia (gratuidad de amor), le esclaviza; de esa forma consigue sólo un reconocimiento parcial, que no nace del amor y libertad.
En el principio de toda servidumbre humana se encuentra según eso la fuerza y ocultamiento del señor que domina, sin mantener relaciones de reciprocidad con su siervo, que no puede responderle en libertad. En el principio de esa historia de esclavizamiento se encuentra la sumisión y mentira del siervo, que se inclina pero no ama, que obedece pero no acoge de verdad el mandato del amo. Ésta ha sido la esencia de la ley violenta, en plano social y religioso.
Pues bien, tanto en plano religioso como social, se establece así una relación de opacidad, de manera que al fin ambos (amo y esclavo, dios y su devoto) se engañan mutuamente. La sacralidad que surge de esta relación es mentirosa y opresora: un tipo de dios de oscuridad planea por encima del amo y del esclavo, como razón impositiva y fuente de violencia. De esta forma se establece una relación de engaño que está tejida de muerte y que a la muerte lleva: una vida de imposición no puede durar para siempre.
Significativamente, frente al siervo pone Juan al amigo, no simplemente al libre.
Lo contrario a la servidumbre y opacidad de la ley que se impone, lo que se opone al "dios" del silencio y de la obligación, no es la libertad en abstracto, sino la amistad (philia), es decir, la amistad compartida. Lo propio de esa amistad es la transparencia comunicativa, expresada aquí en plano de palabra (os he dado a conocer...), pero abierta a todos los niveles de la vida, interpretada desde el recibir, el dar, el compartir.
El Padre ha dado a Jesús todo lo que tiene, Jesús lo ha recibido, pero no para encerrarlo en sí, en forma egoísta, sino para ofrecerlo y compartirlo con sus amigos. Siglos de ley y miedo, de sacrificios violentos y expiación por los pecados, habían situado la religión y vida humana bajo la disciplina de la imposición violenta, del silencio y la obediencia a los mandatos exteriores. Normalmente, los mismos sacerdotes y reyes habían utilizado esa visión de Dios para imponerse con violencia sobre los demás. Pues bien, en contra de eso, Jesús ofrece a todos su experiencia de Dios como libertad para (en) el amor.
Esta palabra (ya no os llamo siervos, sino amigos...) no está mediada por ninguna autoridad social, no depende de ningún jerarca o sacerdote externo, sino que Jesús la dirige de manera directa a cada uno de los creyentes. Ellos son, desde ahora, mayores de edad: amigos de Jesús, llamados a expandir su amistad sobre el mundo. En este fondo se entiende el texto programático de Jn 1, 18: "a Dios nadie le ha visto; el Dios Unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha manifestado". No conocíamos a Dios por sacrificios de violencia, por leyes de imposición; pero ahora, en el amor de Jesús, lo hemos descubierto y acogido.
2. LA EXPERIENCIA ESENCIAL DEL DIOS AMIGO
1. Amistad es camino compartido. Nadie hace camino a solas, lo hacemos juntos, y así somos amigos.
La amistad implica en este plano con-currencia (correr juntos, para así ayudarse unos a otros). Amistad es co-laboración (trabajo compartido). Frente a los que entienden la vida como lucha o competencia, frente a los que intentan combatirse o silenciarse en el proceso de la vida, frente a los que oprimen o dominan a los otros, los amigos cooperan, se respetan y trabajan juntos. Los amigos tienen que dejar a un lado las opciones partidistas, con los egoísmos particulares, e integrarse en la búsqueda común, con la alegría de encontrar unidos, y la tristeza mitigada de compartir las penas… Quien no sepa o no quiera colaborar en la obra común nunca será verdaderamente amigo.
2. Amistad es con-fianza, es decir, “fe común” de los unos en los otros.
Sobre otros tipos o intentos de unidad de clase o de puro trabajo, destacamos la amistad como espacio en que hombres y mujeres habitan en confianza. Ser amigos significa estar dispuestos a decirse lo más hondo, a conectar en transparencia. La vida no es campo de batalla, sino lugar donde puede dialogarse.
No lo mismo confianza en general y confidencias concretas. No hay amistad si no surge un campo de confianza, si no existe fe en el otro. Sin embargo, el nivel de confidencia que se alcance en cada caso variará según las circunstancias y los tiempos. Ciertamente, es difícil que perdure una confianza siempre silenciosa, que no baje a confidencias. Pero puede darse el caso de que existan confidencias de carácter más o menos hondo (con el médico, confesor, psiquiatra) que no impliquen confianza. Sea como fuere, no existe amistad sin confianza básica, sin palabra de llamada y de respuesta. Ser amigos significa dialogar gozosamente, hacernos transparentes. Son creyentes de una religión los que confían en Dios y le responden. Pues bien, los verdaderos amigos son creyentes: valoran y se aceptan los unos a los otros
3. La amistad es gratuidad y ayuda mutua.
Amigos son aquellos que se quieren por quererse, sin buscar por amistad otras ventajas. Pero la misma amistad hace que ellos se ayuden en gesto de benevolencia activa: Se acogen, se perdona, se potencian unos a los otros. La amistad implica dos rasgos. (a) Quiero el bien para mi amigo; por eso le enriquezco con mi vida, mi presencia, mi palabra. (b) Pero, al mismo tiempo, cuento con él: sé que hay alguien que se ocupa de mis cosas. Vela por mi vida. Ha decidido ofrecerme su asistencia. Eso me permite estar tranquilo.
La amistad es desinteresada, vale por sí misma, no por lo que hace. A pesar de eso, la auténtica amistad es la que más hace, pues siempre ha de expresarse en la ayuda que se prestan los amigos, más por lo que son que por lo que hacen. Lo que importa más en esa línea es compartir proyectos y tareas más profundas: ideales y búsqueda, éxitos, fracasos, vida. Eso conduce ya al plano siguiente: los amigos dan y aceptan, comunican lo que tienen porque quieren construir una existencia compartida.
4. La amistad implica un tipo de con-vivencia.
No basta colaborar en una tarea común, ni confiarse y ayudarse mutuamente. (1) Los amigos comparten de algún modo la vida: asumen tareas comunes y se ofrecen mutuamente su presencia.
Lo que más importa no es hacer, ni darse cosas, ni siquiera comunicar cosas secretas. Hay algo más hondo: el estar en unidad, es la con-vivencia: participar de vivencias y experiencias comunes. Allí donde no existe amistad se encuentra cada uno cerrado en su combate, condenado a su inquietud, amarrado a su vieja soledad. Pues bien, en el momento en que surge la amistad, hombres y mujeres saben que la vida es compañía, de manera que van surgiendo lazos de verdad; una comunión sin más proyecto que el hacernos, siendo en comunión lo que somos.
5. La amistad incluye también un momento de esperanza.
Los amigos pueden empezar uniéndose a partir de un trabajo, de una solidaridad, de una tarea. Pues bien, recorrido el camino de la comunicación y convivencia, es necesario que los amigos asuman, de algún modo, un horizonte común, desarrollando de esa forma un tipo de vida abierta hacia la Vida. Es más, la misma amistad va suscitando un futuro, va engendrando proyectos compartidos, un futuro que ilumina y da sentido a lo presente. Platón decía que «amar es caminar unidos engendrar en la belleza».
6. Amistad y trascendencia.
Muchos han afirmado que la verdadera amistad sólo es posible y culmina cuando al fondo de ella brota algo más alto, la presencia de un «tercero», es decir, de un Bien Común que centre y unifique a los amigos ¿Cuál será ese bien común ante el que deben unirse los amigos? ¿La verdad, alguna idea general?. Los cristianos, han vinculado la amistad con Jesucristo, que les dice: «Como yo os he amado, amaos mutuamente»
Es la verdad de Dios que se ha ofrecido en Jesucristo, es el misterio de una vida que se funda en el Dios de la vida compartida, en el Dios que es amistad.
Por Xavier Pikaza, publicado en Religión Digital (selección de párrafos)
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