Paciencia revolucionaria

Vivimos en la cultura de la comida rápida. Lo queremos todo fácil. Lo queremos todo rápido. Lo queremos todo ahora. Ya trabajes para una ONG o para una gran empresa, el mantra es el mismo: ¿Qué has producido esta semana, este mes? Esta cultura exige resultados instantáneos que puedan ser medidos con sencillos gráficos. Enséñame el dinero.

En este ambiente, es fácil perder de vista qué es lo más importante. Se convierte casi en una segunda naturaleza el medir el éxito en términos de rentabilidad a corto plazo en vez de en valores duraderos. Bajo la presión de producir, nos limitamos a la pregunta: ¿qué vende? Y sin embargo la parte más auténtica de nosotros intenta preguntar: ¿Cómo podemos hacer nuestras vidas, nuestra comunidad, nuestro mundo más hermoso?

¿Por qué no prestamos atención a este persistente susurro de esperanza y coraje? ¿Qué tal si priorizamos la verdad que sentimos en nuestros huesos a los resultados a corto plazo que nuestra cultura nos exige?

Esto exige un inmenso valor. Es el tipo de audacia a fuego lento que se toma en pequeños sorbos, repartidos por el transcurrir de los meses y los años. Es lo que Cornel West llama la paciencia revolucionaria, esa que exige mantener tu integridad incluso cuando el resto del mundo parece querer vender y comprar todo y a todos.

Esta valentía necesita fe. El autor de la carta a los Hebreos dice que la fe es la seguridad de lo
esperado, la convicción de lo no visto. La práctica de la paciencia revolucionaria nos exige tener fe en que un mundo mejor y más hermoso es posible, que esa es la intención de Dios hacia nosotros. Debemos poner esa fe en acción concreta, incluso cuando el trabajo parezca carente de esperanza. La paciencia revolucionaria significa confiar en la Palabra que hemos recibido, incluso cuando la lógica de los informes trimestrales nos dice que somos fallos, que no somos nadie.

Un revolucionario de la paciencia busca convertirse en nadie a los ojos del mundo por amor a la verdad. A pesar de lo que hemos visto en las películas, los auténticos héroes no reciben el premio instantáneo, el éxito mundano o el final feliz. Sólo el amor incondicional de Dios y la fuerza para seguir.

Los héroes de Hollywood consiguen aparatos extraños, trajes estilizados y la aprobación del mundo. Pero esa no es la historia que Jesús nos trae. Cuando nos ofrecemos como voluntarios de la revolución del Reino, estamos firmando por una vida que parece una derrota a aquellos cuya visión del mundo está marcada por nuestra cultura de cortas miras.

Por eso la duración y la perspectiva a largo plazo son tan vitales. Si fallamos en ver nuestras vidas a la luz del triunfo último del Reino, estamos condenados a vivir en la desesperación. Nuestro mundo no es amigo del mensaje de la paz y del trabajo por la justicia. Este sistema en el que vivimos nos distraerá si puede, nos comprará si nos dejamos comprar y nos destruirá si es necesario. La inequidad violenta se perpetúa a sí misma, no duda para ello en derramar la sangre de los profetas.

Pero, a pesar de los riesgos, siempre hay esos pocos preciosos que eligen la verdad sobre la comodidad, el amor arriesgado sobre la indiferencia segura. ¿Estás listos para seguir los impulsos de amor y verdad que sientes en tu corazón? ¿Es tiempo para recorrer el camino de la paciencia revolucionaria de Jesús, incluso si significa la cruz?

Traducido de Micah Bales


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